-Juan, hace mucho tiempo que no te editaban
-Sí, un montón de años. Como obra inédita desde el 2000, 23 años. Pero en este libro hay inéditos y hay editados también, no en forma de libro, claro. He publicado cosas, pero no libros. El último libro fue “Religión de Misterios”. Después re edité un libro que se llama “Ragas en la niebla”, con el título de “Ragas” solamente, eran cuatro poemas a los que agregué dos que habían quedado fuera de la edición original, poemas largos. Esos fueron en 2006 y después de ahí en forma de libro nada.
-¿Y cuando no era en forma de libro cómo presentabas tus trabajos?
-Imprimía una serie de pliegos, para regalar así rápido, 20 páginas, 24 páginas abrochado a caballo. Los hacía yo en mi casa, manualmente, en formato A5 imprimidos en láser.
-¿Y por qué razón no hacías libros? ¿Por costo?
-Sí, y también porque pasaron muchísimas cosas en mi vida, y el libro, para los viejos como yo, sigue siendo la obra maestra. Un libro tiene su espíritu sagrado, que está en la biblioteca, en el flinque oval o gris, en cualquier parte. Lo relees. No es lo mismo que un versito en Instagram. La permanencia es un libro.
-No es efímero
-Exacto. Y además, porque siempre tuve mucho pudor al libro, precisamente en el sentido de que lo que yo procuré siempre en mi vida era llegar a un libro nuevo con una voz nueva. Aunque a ciencia cierta eso es también ilusorio, porque una vez que vos tenés un estilo siempre vas a escribir bajo ese estilo.
-Porque hay algo que nace de uno de manera casi natural, ¿no?
-No sé, porque también es mucho trabajo. También se puede pulir el estilo, se puede como todo, es 5 por ciento de inspiración y 95 por ciento de transpiración, y todo lo que no sirve va para el fuego del asado.
-¿Y en este nuevo trabajo en forma de libro encontraste esa nueva voz que buscas?
-En realidad son 5 libros, precisamente son todos los libros que no publiqué desde el 2000. Iba a ser de 300 páginas pero quedaron 200 por una cuestión de costos para el editor.
-Debe ser duro, ¿no? Cercenar una obra, digo…
-Sí, quedaron muchos poemas afuera, pero bueno, seguramente el destino dispondrá de ellos un día.
-¿Y qué tiene nuevo, entonces? Vos hablabas de una voz nueva.
-Lo que pasa es que este libro, al ser una selección, hay poemas muy viejos que son inéditos, y hay poemas muy nuevos que también son inéditos. Entonces, en esa selección que yo hice, separé por episodios, fueron reunidos por lenguaje y por temática. No por cronología. Hay poemas anteriores al 2000 inclusive, que nunca habían visto la luz.
-Y el lector que ya está habituado a leer tu obra, el que te conoce, ¿puede distinguir cambios?
-En cierto modo, lo que yo siempre he trabajado es la cuestión del hombre con la naturaleza, la relación apocalíptica que tenemos con nuestra propia vida, las pérdidas… Siempre la poesía habla de pérdidas. Las pérdidas han sido muy importantes en el libro y las fantasías del futuro se acuerdan de la muerte. Mi obra está influenciada por la literatura de culto, la ciencia ficción dura: Philip Dick, Silverberg, la generación 50, 60… La ciencia ficción que tarde o temprano se va volviendo una realidad, ¿no? Una realidad. Todo lo que parecía ciencia ficción. Lo último que supimos leer de esas ficciones es lo que se llama el cyberpunk. Futuros distópicos
-¿Y tu visión del futuro en esta obra?
-Empieza con una sesión apocalíptica, muy dark, muy depresiva, muy inspirada en ciertos artistas que yo admiro muchísimo: Nick Cave, Sixto Rodríguez, Leonard Cohen, y después va subiendo a otra cosa hasta que se hace muy regional, contextualizado en nuestra infancia y en mi ámbito natural, mi pensamiento, entonces estoy constantemente confrontando la realidad de una infancia casi idílica, como si fuera una arcádica
– Dijiste que no tiene una cronología, y entonces juega con los contrastes…
– Siempre hay un contraste. Hay un contraste con la juventud en los años setenta. Una sección importante del libro, es un poema largo, que es sobre un retrato que habla… Yo tengo un retrato de cuando tenía 17 años. Un retrato de un artista adolescente, digamos, y es el retrato el que habla, el que habla del tiempo y del futuro, no soy yo, sino que es mi retrato el que habla. Entonces, empieza diciendo que el año 75 nos atravesaba como una niebla porosa y empieza a hablar todo lo que fue el ‘75 La época dura del país, que fue mi adolescencia mi juventud. Yo soy de la generación diezmada. Todo eso sale a flote a través de la mirada de un chico que está pintado, digamos, que ve cómo van pasando las cosas más terribles y las más hermosas. Viste que en “El retrato de Dorian Gray”, de Oscar Wilde, el que sufre es el retrato. Es el retrato el que está escondido y tapado bajo bajo una manta para que no se vea como se va degradando. El retratado es el personaje macabro de la historia. En este caso la mirada es distinta, es el retrato el que ve como es el tiempo. Yo soy sujeto de la historia, el testigo es el retrato. Yo sufrí la historia, como todos la sufrimos. Y es un poema muy curioso porque surgió de una apuesta, de una apuesta que nos desafió a hacer el poeta Teuco Castilla, el hijo de Manuel Castilla, juntó a cinco poetas latinoamericanos y los desafió a hacer un poema en 20 días y yo escribí ese poema
-Un poema se puede hacer tal vez en un rato ¿o no?
-Si, o puede tardar 20 años.
-¿Cuándo sabes cuándo un poema está listo?
-El poema te lo dice.
-¿Cuántas veces lo tenés que leer?
-De alguna manera me he pasado la vida corrigiendo
-Y lo que vas a publicar en Astronomías para Nictálopes, ¿tienen correcciones?,
-Hay un poema muy largo que lo saqué en una plaqueta de poesía que se llama Samsara. Una persona nace y muere muchas veces. El Samsara es todo ese ciclo. Y es un poema que empecé a escribir cuando mi madre estaba internada en el hospital producto de una neumonía atroz, ella ya estaba padeciendo Alzheimer. Y en los pasillos del hospital, en el año dos mil siete, dos mil ocho, empecé a escribir ese poema. Es un poema que no tiene verbos. ¿Qué pasó? Lo volví a leer ahora y encontré verbos. Entonces, saqué esos verbos que quedaban, dejé dos o tres. Es un poema de largo aliento, son imágenes, como que vos vas caminando, viendo y registrando imágenes, como sacando fotos
-¿Hay algo que estás queriendo decir en este libro? ¿Un mensaje abarcador?
-No sé, es una necesidad interna que tengo de publicar y de hacerme leer. Pero los poetas creemos que toda obra tiene un mensaje, lo que pasa es que ese mensaje es muy personal y es subjetivo para el lector. Hay lectores a los que no le dice absolutamente nada. Siempre hay un compromiso con la lectura, con la obra, pero lo que pasa es que en un mundo tan prosaico como el que vivimos, de lo cotidiano pelotudo, la poesía es lo más subversivo que te puede ocurrir, porque la poesía te invita a pensar en términos que no son prosaicos. Pensar en términos poéticos es lo que nos interesa. Vivir poéticamente.
María Rosa Via
Estamos esperando leer a Juan.
Luis
Excelentes palabras. Gracias. No me siento tan solo en esta vastedad bajo esta distopía.
Mabel Siblen
Vivir poèticamente, de eso se trata. Gracias Juan por recordàrmelo.