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jueves 26 de diciembre de 2024
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Nota escrita por: Sergio Brodsky
lunes 3 de julio de 2023
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Alfredo Moffatt: «El reparador de sueños»

“Siempre llega el reparador de sueños, con sus herramientas, de aflojar los odios y apretar amores, con afán risueño, de enmendar lo roto, apartando piedras de aquí y basuras de allá, trocando lo sucio en oro. Siempre llega el enanito, hasta la persona, hasta todo el pueblo, hasta el universo” (Silvio Rodríguez, “El reparador de sueños”)

Alfredo Moffatt decía en la tapa del libro de usados que se llamaba «Psicoterapia del oprimido», en un escaparate de calle Andrade. Era en una de esas escasas oportunidades que regresaba de Rosario a mi ciudad, Concordia, cuando estudiaba el primer año de Psicología en 1987. Estaba tan fascinado leyendo el psicoanálisis, Freud, Lacan, autores geniales, que pensé frente a la vidriera, ¿quién sería este Moffatt, que ni lo había escuchado en la facu? Pero el librito me guiñaba un ojo, tenía ya en su tapa algo muy suyo, la foto de un linyera, tomada por el mismo autor.

Una imagen más parecida a lo que veía en Concordia o Rosario que en Viena o París. Lo compré y lo leí sin parar, con una enorme avidez, como un descubrimiento juvenil. Desde ahí supe para siempre que la teoría y la práctica de la Psicología implican opciones ideológicas, compromisos éticos y políticos, posicionamientos irrenunciables que se orientan en la dirección de la liberación, o por el contrario, a favor de la represión y la alienación del hombre. Que Freud y el Psicoanálisis sólo tienen valor si nos ayudan a liberar el inconsciente y todas las sujeciones de los sujetos, sociales, políticas, ideológicas, que los atan a la reproducción ciega de un mundo de opresores y oprimidos. Si nos sirve como herramienta para curar a los lastimados del sistema y no las «neurosis de los accionistas». Que no hay praxis neutra, ni inocente.

Su vida fue un testimonio comprometido en la lucha por libertad y justicia, comprendiendo la Psicología, siempre social, como un instrumento para reparar el dolor de los destruidos y destrozados por un sistema inhumano, degradante e inmoral. Tuve luego el enorme gusto de conocerlo, de tomar ya personalmente su infinita experiencia y sabiduría.

Mucho de lo que pude trabajar en esos territorios de la marginalidad y la exclusión, donde aterrizan los condenados de la tierra, la cárcel y la locura, lo aprendí de sus enseñanzas profundas. Tengo fresco el recuerdo de su saludo, siempre afectuoso y espontáneo: «¿Vos sos Psicólogo?; Menos mal que viniste, está lleno de milicos», me dijo (Era un encuentro de «Terapia de crisis» organizado por la policía).

Enseguida comenzamos a conversar sobre la situación política y social actual. Recientemente, la policía Metropolitana había reprimido en el Borda, «ese es un hijo de puta», me dijo con rabia, del Jefe de gobierno de entonces. Se interesó mucho por los talleres de comunicación y radio «Revuelo en el altillo», que yo estaba desarrollando en salud mental y por la cooperativa de panadería y el espacio radial que también coordinaba en la cárcel. Le conté, emocionado, que me nutría mucho de sus experiencias y desarrollos conceptuales, que volqué los mismos en mi primer libro sobre suicidio: «De amor y de muerte, consideraciones sobre la prevención y asistencia al suicidio». Escuché como si fuera la primera vez la anécdota de cuando lo pararon los milicos en la dictadura, al responder a la pregunta sobre su ocupación de que era escritor, dijo que escribió un libro que se llamaba «Psicoterapia del deprimido», provocando los respetos del Oficial, zafando de un momento difícil. Aceptó contento el libro «Cinco años de revuelo en el altillo» (Editorial Panza verde), escrito en conjunto con pacientes de salud mental. «Está bueno, loco», me dijo y enseguida me regaló, con dedicatoria incluida, su extraordinario «Terapia de crisis», valiosa caja de herramientas para quienes trabajamos con la urgencia, la angustia y la desesperación.

Alfredo Moffatt se acaba de ir a los 89 años, estoy seguro de que está dando palabras de amor y de humor (aquellas que curan, como bien decía) a todos los rotos y lastimados que, como él, han de habitar el inmenso y tierno cielo de los desposeídos de la tierra, de aquellos que solo poseen amor, es decir, de aquellos que lo poseen todo. Hasta siempre, querido maestro Alfredo Moffatt.

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