El hincha es una concepción del mundo en la que tienen valor los sentimientos, el amor, los deseos y los sueños, la fidelidad a ideales puros que escapan de la transa y la corrupción. El hincha sostiene una ideología del sentido, del espesor de la experiencia humana, del valor de la vida en el absurdo de la existencia, un sentimiento por lo que vale la pena arriesgarlo todo y jugarse entero por los colores.
Esa película de Discépolo es del año 1951 y rescata las pasiones populares de las que la política, como expresión del conflicto de las clases sociales, no está exenta. Enfrente están los intereses, el mercado, la trampa, la corrupción y la degradación del dinero. Un sistema en el que todo puede comprarse y venderse, incluso los hombres, que se transforman en objeto, mercancía.
A Riquelme lo enfrenta, en el orden de las representaciones dramáticas, un tal “Lupus”. Ese es el nombre que Agustín Cuzzami, autor de la obra de teatro “El centroforward murió al amanecer”, da al empresario millonario, al dandy superficial, manipulador y egocéntrico que compró a Cacho Garibaldi, aquel centroforward, ídolo de la hinchada, que se sacrificó, con su venta, para salvar su club de Barrio del ahogo financiero en que se encontraba.
Lupus no compra a Garibaldi para que juegue al fútbol, sino para que sea parte de los objetos de colección que encierra en su palacete. Tenía allí una bailarina, un científico, creo que un poeta también, exhibidos en su galería, como se muestran pinturas famosas. Lupus mira la vida desde la óptica del dinero y el dominio, la trampa, el poder y la subordinación del otro. No existen en sus códigos el amor ni los sentimientos, solo la ambición y la rapacidad del poder.
El Lupus que enfrenta a Riquelme ni siquiera esconde que puede imponer todo, sin ninguna ética. Hacer jugar, por ejemplo, al 9 de Qatar para complacer a un Jeque, aunque sea un patadura, ni chantajear jugadores por jugosas comisiones, y ya tampoco, le interesa ocultar -¿Para qué si la impunidad brilla con el día?- que su principal interés sea privatizar el club, como Sociedad anónima y convertirlo en una fuente de negocios. Desaparecer de un plumazo al hincha y sus vanos y absurdos sentimientos, él, que es el pillo del barrio que se burla de todos, el patrón que hasta ordena a sus peones, quién tiene que ser el ídolo.
Que conmovedor ver, sobre todo en esta difícil coyuntura, 35,000 hinchas que apoyan incondicionalmente al ídolo, a Garibaldi, a Riquelme y con ello al costado sensible de la vida, humano de la vida, amoroso de la vida, aquel que le da autenticidad y sentido, aquel que no se corrompe.
Cuánta satisfacción ver que al fin, por una vez, esa hermosa hinchada engendra el más bello acto de justicia en la manifestación masiva, de un desprecio contundente a un Lupus desbocado, todopoderoso e inmoral, al que solo le importa el dinero, el poder.
Y que al fin, por una vez al menos, entre tanta deshonesta arbitrariedad y atropello, haga trastabillar y caer a un Lupus, resentido y humillado, por los hinchas, por su amor, por su pasión, por esa marea de sueños que triunfa sobre la trampa y la impunidad.