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jueves 21 de noviembre de 2024
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Nota escrita por: Ricardo Monetta
martes 30 de enero de 2024
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¡La tolerancia, afuera!

Hay ciertas palabras que parecen estar fuera de toda sospecha; su sola mención implica la aceptación tácita de una situación real y se manifiesta como una prenda de garantía en el espacio temporal. Muchas veces se la puede utilizar como para indultar algunas omisiones o hipocresías. Estamos en un tiempo en el que el lenguaje se vuelve cómplice por la pérdida de intensidad y el sentido de los discursos y de las acciones que cubren el cinismo del poder y que ocultan las verdaderas acciones como objetivo central y casi exclusivo, distorsionando el espíritu de las letras de las leyes y de la Constitución toda. Una parte de la sociedad votante nos dice que tenemos que tener "tolerancia" con un gobierno que recién empieza. Lo cual parecería razonable, sin analizar qué distopía democrática se ha ejercido en tan poco tiempo. Resulta inútil enumerar cuánto atropello jurídico, político, social, económico se ha ejecutado en este leve lapso transcurrido desde la asunción al gobierno de Javier Milei.

Después de atravesar la noche de la barbarie de la dictadura, el neoliberalismo nos castigó dos veces y media con gobiernos endeudadores y entreguistas, para caer ahora en un «anarcocapitalismo» de cotillón sin precedente en el mundo.

El ministro de Economía, que no resiste un archivo judicial, proclama a los cuatro vientos como si fuese un pastor anglicano que nos trae concesiones mayores a cambio de la tolerancia y aceptación de «solo» siete artículos del mamotreto de la Ley Ómnibus, en medio de la cual está el «huevo de la serpiente», con la Delegación de facultades para abandonar la caracterización de Presidente para ser un Déspota y ejecutar la más ignominiosa maniobra de la derecha para efectuar el desguace del Estado.

Así de simple y brutal es la realidad. Por eso digo: ¡Afuera la tolerancia de esa idea través del Congreso! Sabemos que el neoliberalismo en todas partes actúa como se opera en medicina. Por ejemplo, con la inflación, quieren bajar la fiebre, matando al enfermo.

Milei se cree, como Von Hayek y Milton Friedman (que fue a felicitar a Pinochet, luego del sangriento golpe de estado en Chile), que hay que hacer «cirugía mayor». Está relacionada semánticamente hablando, la medicina y la política. Los médicos medievales extraían sangre, la famosa sangría, para supuestamente estabilizar al paciente. Los economistas neoliberales recortan el Déficit Fiscal, para pagar la deuda, a costa del sufrimiento del pueblo.

Si la economía se convirtiera finalmente en una disciplina cuyos diagnósticos específicos condujeran a curas específicas, los «nigromantes», esta banda de economistas neoliberales, son una rama de la hechicería que adivina mediante el examen de las vísceras de los muertos y la invocación del «espíritu y la fuerza de los cielos» para predecir el futuro que nos espera, tendrían que desaparecer.

Lo absurdo de esta circunstancia, que esta rama de la hechicería económica, parecería arribar, décadas tras décadas, a persistentes fracasos estruendosos, que en general fueron producidos por los mismos actores, con los mismos libretos, que fueron formando desequilibrios que se fueron acumulando y ahora quieren apelar a la cirugía mayor para superarlas y seguir produciendo políticas para beneficiar ahora sí para los postulantes que esperan con servilleta al cuello y cubiertos en la mano para llevarse y «comerse» a un país que quedaría indefenso con la aprobación de esa Ley Ómnibus.

El vaciamiento neoliberal de la democracia se complementa haciendo de la otrora discusión y debate político una mera búsqueda de soluciones administrativas u objetivos plenamente consensuados. Por eso tan importante es que el Estado para la razón neoliberal nunca lo deja al alcance de una mayoría popular cualquiera, siempre debe ser piloteado por una élite que se considere competente de acuerdo a sus prerrogativas. Por otra parte, no hay que olvidar que se está fabricando desde hace tiempo la otra cara del estado liberal, o sea el «sujeto neoliberal», por aquello de formar individuos adaptados a la lógica del mercado, o sea la fábrica del sujeto neoliberal.

Hay que darse cuenta de que las lógicas del mercado y la competencia económica dominan más el mercado, y la ciudadanía se ve relegada a un papel pasivo, incapaz de influir en la formulación de políticas públicas. Esto da como resultado un ciudadano «sin atributos», carente de actuar como agente político activo y de participar en la construcción de un orden político menos corrupto, más justo y más equitativo.

No hay que olvidar que «Res-pública» quiere decir cosa de todos. Por todo eso y mucho más hay tomar decisiones: ¡La Tolerancia al atropello, Afuera!

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