En ese berenjenal de vocablos y lenguas, aparece, de repente, una palabra consecuente, una idea razonable, clara y distinta, que dice la obviedad que se esconde tímida tras el farragoso bosque discursivo y dice, con solo decir, por ejemplo, que retirando las exenciones impositivas a un empresario grandulón y soberbio se soluciona el presupuesto universitario y ya ni siquiera hace falta que siga diciendo que una economía extractiva es una economía colonial, ni que nos estamos cagando de hambre y ese sacrificio no lo va a recompensar ningún cielo de los justos, para entender que se trata de un discurso que dice las cosas por su nombre, mucho más allá de lo que cada uno piense de ella y de su demonización, porque en esa palabra verdadera, aquella que revela, como la carta de Poe, la verdad que está en nuestras narices y por eso oculta a nuestros ojos, está el secreto de su liderazgo, y porque esa palabra y sus actos se parecen demasiado, ese verbo fascina, enamora, enfurece, resiente o hipnotiza, cada vez que radiante, como el sol platónico que ilumina la oscuridad de la caverna, la dice, porque es una palabra verdadera, como las de Idea Vilariño, que ejercía el oficio de decir las palabras verdaderas, y que partió un día como hoy, y para quien, decía ella, “No hay palabra, no hay verso, no hay una línea en la que yo pueda mentir, puedo mentir en la vida real, pero no en un poema”, va con esto, a quienes dicen las palabras verdaderas, un profundo homenaje.
Las cosas por su nombre
"Pero eso sí, los sicarios no pierden ocasión", dice Serrat, "de declarar públicamente su empeño en propiciar un diálogo de franca distensión, que les permita hallar un marco previo, que garantice unas premisas mínimas, que faciliten crear los resortes, que impulsen un punto de partida sólido y capaz de este a oeste y de sur a norte, donde establecer las bases de un tratado de amistad que contribuya a poner los cimientos de una plataforma donde edificar un hermoso futuro de amor y paz", termina diciendo en "Algo personal" una canción en la que deja al desnudo la palabra de esos tipos, con quienes tiene "algo personal" que lo separa, como una palabra hipócrita, que políticamente correcta, no deja de ser mentirosa, complaciente, demagógica, tal vez aquella de la que Uno, un influencer, se tomó, hábil para denunciar con precisión, la casta, aquella de la que se distanció por medio de una palabra disruptiva, brutal, directa, con la que se identificó mucha gente, en sus formas, sin detenerse demasiado a reflexionar sobre su contenido, ni su correlación con los hechos, una palabra también obscena, violenta, rencorosa, cruel, poco elaborada y finalmente falaz, y al cabo engañosa y embustera, más aún necia, aquella que lo asemeja a su vocero que berrea palabras imbéciles, provocativas o cínicas.
Leticia
Cuando uno habla desde el amor, la experiencia y el saber, NO necesita de papeles ni de palabras difíciles, rebuscadas o agresivas. Ella, como dice el texto, demonizada, viene con la verdad a abrirnos los ojos. Lo viene haciendo desde hace años ¿Cuándo será el día en que se la escuche de verdad? ¡¡¡Gracias señora presidenta!!!
Mario
Claro. Ella ni idea de lo que pasó en el gobierno de Alberto