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Nota escrita por: Ricardo Monetta
domingo 28 de julio de 2024
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25 de mayo de 1810 y 9 de julio de 1816: ¿Pasiones libertarias reales o ficciones de la historia?

Ricardo Monetta analiza críticamente los eventos del 25 de mayo de 1810 y del 9 de julio de 1816, cuestionando las narrativas tradicionales sobre la independencia argentina. Más allá de los relatos heroicos, la Revolución de Mayo y la Declaración de Independencia estuvieron marcadas por intereses políticos y movimientos de poder que no siempre procuraron la emancipación de la patria. Además, compara estos eventos históricos con la actualidad, sugiriendo que las luchas por la soberanía y la independencia continúan en el contexto moderno.

A raíz del acto teatral con intencionalidad política declamado en la vieja Casa de Tucumán, donde se juró la independencia de las Provincias del Río de la Plata, como un acto que viene a «tejer» el relato de una supuesta independencia, es necesario repasar los acontecimientos para englobarlos como actos sucesivos del espíritu libertario de principios del siglo XIX.

La famosa «Revolución» de Mayo no fue precisamente una «revolución», sin desmerecer a los grandes hombres que la protagonizaron, sino un movimiento destituyente hecho por Buenos Aires que, si bien tuvo como objeto la independencia de Argentina respecto de España, también tuvo el de emancipar a la provincia de Buenos Aires de la Nación Argentina.

Ese día cesó el poder español y se instaló el de Buenos Aires sobre las provincias argentinas, es decir, el «coloniaje porteño» sustituyendo al «coloniaje español». De ahí, en el «relato histórico», vemos que al 25 de Mayo le sucederá la Asamblea del año XIII y a esta el Congreso de Tucumán como una manera gráfica de concatenar hechos históricos de una gesta épica que tuvo muchos claroscuros, clausurados en gran parte por el relato de la Historia, como un resabio del «positivismo» imperante. El inefable y muy denostado Carlos Marx decía que los hechos a veces se producen dos veces, una como tragedia y la segunda como farsa.

Y en nuestra historia, ese apotegma es muy cierto y les diré por qué con respecto a la fecha del 9 de julio de 1816:

El día 9 de enero de 1815, un año y medio antes de que el Congreso reunido en Tucumán declarara la Independencia de las Provincias Unidas de Sudamérica, Carlos María de Alvear fue nombrado Director Supremo. Solo la crisis en la que se encontraba el gobierno central y su obstinación en romper lanzas con Artigas y los Pueblos Libres, con los oficiales y las tropas del Ejército del Norte y con San Martín, que era gobernador de Cuyo, hizo posible que Alvear llegara al Directorio. La política internacional también se presentaba adversa para el movimiento de liberación. Desde mayo de 1814, Fernando VII ocupaba nuevamente el trono de España. Lo hizo con tantas ansias de revancha que encarceló liberales y simpatizantes de las Cortes de Cádiz, y dictó un bando real: «Para todo aquel que no acate su mando será pasado por las armas sin darle tiempo solamente para morir cristianamente» (menos mal). Una vez que el monarca haya sofocado a los rebeldes españoles, se preparó para reconquistar sus ex-colonias americanas. El Directorio tuvo noticias de que una flota numerosa se dirigía a estas costas, pero no hizo nada para preparar una defensa como correspondía. Sin embargo, las autoridades de Buenos Aires eligieron salvarse solas.

Así fue como a José Gervasio Artigas le ofrecerán la independencia absoluta de la Banda Oriental (no así de Entre Ríos, Santa Fe, Corrientes y Misiones). El Protector, Artigas, rechazó de plano la propuesta que hubiera significado la disolución de los Pueblos Libres. Las tropas que respondían al Directorio abandonarían la Banda Oriental llevándose los cañones, fusiles y la pólvora, dejando sin parque de armas a la Banda Oriental. Así, como a José de San Martín, al resto de los gobernadores se los subordinará a las órdenes del Director Supremo. Con el entonces coronel, solicitó en señal de protesta una licencia alegando cuestiones de salud, se lo licenciará ilimitadamente nombrándose a Gregorio Perdriel en su reemplazo. Los vecinos de Mendoza, San Juan y San Luis convocarán a reuniones para respaldar a San Martín en el cargo de gobernador y rechazar al delegado del Directorio.

No se habían cumplido 20 días en el gobierno cuando Carlos María de Alvear envió a Manuel José García a Río de Janeiro en misión secreta. Su misión era entregar dos notas de Alvear. Una para Lord Strangford, cónsul británico en la Corte Portuguesa, y otra para el jefe del Foreign Office, Lord Castlereagh. Ambos mensajes tienen el mismo espíritu y propósito. En ellas, Alvear narra un proceso revolucionario en el Río de la Plata: «Cinco años de repetidas experiencias han hecho ver a todos los hombres de juicio y opinión que este país no está en edad ni en estado de gobernarse por sí mismo y necesita una mano exterior que lo dirija y contenga en la esfera del orden antes que se precipite en los horrores de la anarquía.»

Y continúa más adelante, estando en el gobierno solo un mes: «En estas circunstancias, solamente la generosa Nación Británica puede poner un remedio eficaz a tantos males, acogiendo en sus brazos a estas provincias que obedecerán a su gobierno y recibirán sus leyes con sumo placer» (¡cualquier similitud con la realidad actual es mera coincidencia, o no?). Pero por si esto fuera poco, solicita hombres armados que impongan a los genios díscolos y un jefe autorizado que empiece a dar al país las formas que puedan ser de beneplácito del rey y de la nación. Alvear llega a ofrecerse también como brazo ejecutor de una primera etapa de la maniobra colonizadora. Después de la «lógica» entreguista de Alvear, de las gestiones de su enviado García a Río de Janeiro y de la participación de Rivadavia (otro entreguista) en su carácter de comisionado en Londres, 18 meses después de haber llegado Alvear al poder, no solo no flameó la bandera británica en Buenos Aires, sino que las Provincias Unidas de Sudamérica declararon la libertad e independencia del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópolis, y de toda otra dominación extranjera.

Pero ahora nos encontramos otra vez con la frase de Marx: si la historia se repite otra vez, pasada la tragedia, ahora como farsa. Nuestros gobernantes de turno se pelean por entregar nuestra soberanía ya sea a la «metrópolis» imperial de turno, a los organismos multilaterales de crédito, a las corporaciones, o al capital financiero internacional de turno que aprovecha las diferencias entre las provincias para dejarlas sin recursos y extorsionarlas.

Por eso, más allá de las definiciones de Marx, debemos actuar como sujetos históricos para hacernos cargo de nuestro destino y que no sea convertido en una «farsa» como en la actualidad.

Fuente: Con Información de Pájaro Rojo

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