He decidido que la exposición siga al pie de la letra el título. Las experiencias pueden definirse como “lo que nos sucede”, el impacto vivencial que inaugura una praxis, fundada en el encuentro entre teoría y práctica. Esa dialéctica preside la necesidad de escritura, como transmisión e intercambio con lectores comprometidos con la prevención del suicidio, es decir, con todos, porque nadie escapa al drama, a la tragedia del extraño enigma –como lo denominó Freud–. Esa incógnita que se expresa en la indescifrable derrota de la pulsión de vida, del instinto de autoconservación incluso, ni se libra de la pregunta filosófica –la única que importa según Camus– sobre el suicidio y el absurdo de la existencia, sobre el deseo de vivir y su significado, con las herramientas con que la Filosofía, el Psicoanálisis, la Psicología, la Sociología y la Literatura han sostenido la interrogación del misterio. Y en esa escritura, como decía, ha interactuado, en permanente espiral, el pensamiento y la vivencia, que no es solo profesional, es también, profundamente personal, humana, íntima.
En ese interjuego, resolví priorizar las experiencias que viven en las letras de los 4 libros que consagré al análisis de las diversas formas del dolor y del deseo de vivir. Así transitaremos juntos, en el encuentro del jueves, pasajes y paisajes de historias múltiples, heterogéneas de la autodestrucción, en la cárcel, en la calle, en el hospital, en los libros, en soledad y comunidad, en los límites de la vida y el sentido, en los que la vida y la muerte y su arcano serán objeto de una honda interpelación.
El carácter de “experiencias” propone al “relato”, aquellos descritos en los libros, como género literario propicio para dar cuenta, mucho más que la teoría, aquello que de lo real como aspereza impenetrable a lo simbólico, se esfuerza por decir el lenguaje, siempre fallando en sus intersticios. El suicidio desafía a la palabra, más aún, es una experiencia en la que las palabras faltan, o se vuelven “perras” decía Alejandra Pizarnik cuando ya no alcanzaban a cobijar su angustia o iluminar la oscuridad del sufrimiento, y precisamente por “eso” la escritura insiste, una y otra vez, en nombrar vacíos y agujeros, engendrando en esa necesidad imperiosa, como un chorro de sangre indetenible (Silvia Plath), el arte y la poesía para nombrar, en la belleza, los secretos innombrables.
Estos relatos que compartiremos el jueves, darán cuenta, precisamente de la insuficiencia a la vez que de la necesidad de narrar, en la experiencia humana, esas historias y vivencias, aun rebeldes o irreductibles a lo dicho y a las dichas, de “dar palabras al dolor, porque si no gemirá en el corazón hasta que lo quiebre” (Shakespeare). Los esperamos a todos.