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Esta es nuestra primavera eterna, gurises

Un relato que recorre generaciones para contar qué significan las carrozas en la ciudad...: Desde que me fui de Concordia nunca le puedo explicar bien qué son las carrozas a mis amigos de y en Rosario. Una fiesta. No, o capaz una interminable porque se prepara en marzo y se termina el 21 de septiembre. Un festival, no me convence. Una competencia. Sí, pero no solamente, eso. ¿Un ritual, una comunión? Algo que esperás desde que empezás la secundaria hasta los 16 o 17 años que ahí ya sos protagonista. Bueno, sí, pero qué es.

POR : Marianela Medina (Docente y Periodista concordiense que vive en Rosario)

 

Al fin y al cabo, un festival, esta es la versión breve, que se celebra el 21 de septiembre en la ciudad de Concordia de la provincia de Entre Ríos, conocido como la Fiesta de los Estudiantes, donde se destaca el desfile de carrozas hechas con flores de papel crepé. Este evento es una tradición anual que reúne a estudiantes de escuelas secundarias para competir en categorías como carrozas alegóricas -de temática más solemne y reflexiva- y las humorísticas. Es decir, la tragedia y la comedia del Litoral.

Luciana, ahora es maestra jardinera, tiene treinta años y se recibió de la secundaria en el año 2011 en la escuela Comercio 1. Cuando habla de su época -es decir, su cuarto y quinto año de educación media- se acuerda del calor mientras trasladaba estructuras enormes de fierros -nosotros le decimos polleras- con circuitos eléctricos junto a sus compañeros. Dice que le gusta hablar de esos años, de esa inocencia. «Un sentido de pertenencia, eso es para mí, sí, un sentido de pertenencia. Las carrozas logran lo que ningún docente puede: que los chicos quieran aprender y trabajar en grupo.».

Es septiembre de 2011. Hace calor, en realidad no: es la euforia. La puedo ver a una compañera en medio de un círculo enorme de adolescentes, la escuchan, le prestan atención, ella reparte papeles con una letra. Todos la siguen, todos la memorizan más rápido que a los poemas que nos daba la profesora de Francés. Daniela, ahora es psicóloga y vive en Córdoba, tampoco sabe explicar cuando le preguntan. Se la acuerda a la canción y cuando quiero saber sobre qué me puede decir de las carrozas de Concordia la trae de nuevo a ese círculo de esos adolescentes que ya no existen: «Cuando yo me muera, no quiero llanto ni pena, prefiero que se me vele envuelto en una bandera, la verde y blanca color que llevo en las venas por esta pasión re loca que siento por esta escuela.». Melodía: Negro Rada y la letra: patrimonio de todos y de nadie.

El desfile es uno de los puntos culminantes de la fiesta en sí. En este se exhiben las carrozas -acoplados decorados con estructuras enormes de cartón y cubiertas de flores hechas con papel crepé- que los estudiantes preparan con anticipación. Esta fiesta no solo celebra el inicio de la primavera y el Día del Estudiante, sino que también fomenta la creatividad, el trabajo en equipo y la solidaridad entre los jóvenes. La comunidad participa activamente, y la organización incluye a la municipalidad y otras entidades que apoyan a los estudiantes en la construcción y decoración de las carrozas.

Pablo tiene 35 años, se recibió en el 2006 en la escuela Bachillerato artístico, ahora es profesor de Geografía y bibliotecario de la ex escuela Nacional. «Si vas a hablar de las carrozas, antes tenés que explicar la estudiantina y antes la Elección de Reyes. O sea, todo lo que hacen los gurises arranca más o menos en marzo o abril.», dice y también señala que le daba un poco igual las carrozas cuando estaba en quinto, porque su escuela era muy chica y no podía participar. Es verdad, tiene razón, el evento hasta el día de hoy resulta caro, todo un milagro que las escuelas públicas participen. Las que siempre están presentes son las privadas y las que, por lo general ganan: también son las privadas.

 

«Es lo mejor que recuerdo de la secundaria porque nos hizo trabajar desde lo colectivo y cooperativo en una escuela pública, donde los estudiantes nos las ingeniamos para hacer torta fritas, torneos de truco, vender rifas. Con eso pagamos el galpón y la construcción de la carroza», cuenta Antonela que estudió Bellas Artes y fue ella la que ideó la historia que contaba su carroza alegórica: Rumbo a tus sueños de la escuela Comercio 1. «Cuando me fui de Concordia y me mezclé con otras realidades y gente de otras provincias, nadie me entendía bien cuando quería hablar de las carrozas, entonces me ponía a mostrar fotos.»

El que tiene muchas es Edgardo Palauro, actualmente ingeniero en sistemas y recibido de la escuela Técnica 1 en el año 1984. De hecho, dispone de un blog entero dedicado a las escuelas secundarias de Concordia, desde 1962 hasta la actualidad. Tiene fotos de todas las carrozas, o la mayoría, que participaron en casi sesenta y cinco años. Cuando me presento, le cuento que me fui de la ciudad hace trece años, no me saca la edad, me saca la promoción y la carroza al instante. “Te recibiste en el 2011 y si no me equivoco esta es tu carroza”. No se equivoca. En seguida me muestra una imagen y un cuadro en word bien detallado de las escuelas participantes, los nombres de cada carroza y el puesto que ganaron. La mía salió tercera y cuando en los parlantes del Club Ferro, lugar donde se hace la etapa final del festejo, se escuchó al animador decir el veredicto: fue una tragedia.

Le comparto este sentimiento a Edgardo y se ríe, dice que todos en la ciudad le consultan sobre material de archivo por las carrozas y le cuentan todo lo relacionado a esa época. Le gustan esas anécdotas, las disfruta y fue por ese gusto que se gestó la idea del blog: «Allá por el año 2004 la escuela Técnica 1 llamó a un montón de ex alumnos para hacer algún evento por los setenta y cinco años y se me ocurrió hacer una exposición de fotos del origen de la institución hasta la fecha, me llegaron fotos del aula, de Bariloche y por supuesto de los galpones y de las carrozas.».

Con ese evento se armó una buena base de datos que le sirvió para que en el año 2008 se hiciera una cuenta en blogspot e iniciara una especie de biblioteca con uno de los eventos más importante de la ciudad. Hasta el día de hoy recibe fotos, anécdotas y recortes de diarios de concordienses que viven en Australia, España, Italia y otras partes del mundo. Todos le hablan con la misma euforia, la misma nostalgia, la misma alegría y la misma sensación de no poder explicar a su actual entorno qué son las carrozas y por qué la fiesta dura tantos meses.

Son las diez de la noche y le mando un audio a una de mis amigas que me quedó de la secundaria. La consigna es clara: contame todo lo que puedas de esa época, qué te acordás, qué me podés decir. Me contesta al otro día a las cinco de la mañana, para mí que estoy en Argentina, Florencia ahora vive en Italia y nos separan cinco horas de diferencia y 6.587 millas. Me llegan tres audios de más de cinco minutos cada uno. Siempre es lindo hablar de esa época.

El festival de las carrozas termina el 21 de septiembre en el Club Ferrocarril pero empieza antes, mucho antes. En marzo todas las escuelas que participan, empiezan a idear la Elección de Reyes que se hace en las mismas instituciones. Este evento temático es un concurso donde se elige un rey y una reina, se vende comida, bebida, hay juegos y bandas en vivo. La plata que se recauda es para la construcción de la carroza. Lo que resta del año hasta llegar a septiembre, los estudiantes de cada escuela se las ingenian para conseguir fondos, las formas más comunes son: rifas, pedir plata en las calles, pasar casa por casa, armar torneos de truco, vender comida, polladas dentro y fuera de la escuela. Son meses donde la única familia son tus compañeros del secundario.

«No es solo lo que vivencian los estudiantes, también lo que viven los profesores y las escuelas. Hay establecimientos que hasta les dan más faltas permitidas a los de cuarto y quinto año para que puedan ausentarse así van al galpón y arman la carroza», Diana es docente jubilada, dice que cuando le tocó a ella su época de las carrozas no pudo asistir porque no la dejaban. Atravesó su adolescencia en la dictadura y su padre tenía miedo de que si la veían en la calle le hicieran algo. «No me dejaba ir, en vez de eso me enseñaba a gritar mi nombre y apellido por si me llevaban, todo lo que me perdí de gurisa, después lo disfruté como profesora».

Dice que como docente era un sargento de caballería, un militar, sobre todo en los primeros años, pero con los chicos de cuarto y quinto aflojaba. Les dejaba armar flores de papel en el aula, les prestaba ropa y zapatos a las reinas, compartían chismes y los fines de semana de desfile iba a ver a sus gurises, a sus alumnos. «A veces, nos juntábamos entre varios profes a llevarles choripanes a los chicos que estaban muertos de frío y de hambre en los galpones». Es verdad, se pasa hambre y frío en los galpones porque la plata que se junta no se destina ni a frazadas ni alimentos, todo es para la carroza y para el escabio.

«Se vive de joda todo el año en esa época, día y noche, día y noche, de lunes a lunes», me comparte uno. «Guiso y escabio, ah, y caca de paloma mientras armábamos la carroza y mientras dormíamos», me cuenta otro. «Si pienso en las carrozas se me viene olor a engrudo fermentado, caca de paloma y choripanes». «Me acuerdo que iba con mi grupo de amigas a las carrozas, nos quedábamos a dormir ahí y después nos íbamos a la escuela, era nuestro paraíso», «Poníamos música fuerte y los vecinos se re enojaban»,

Es cierto, no todo es color de rosas. Hasta que la municipalidad nos cedió una serie de galpones de la Estación Norte, los estudiantes alquilaban espacios en el medio de la ciudad para llevar a cabo sus carrozas. Allí escuchaban música hasta altas horas, se acostaban tarde y hacían ruido, demasiado ruido. «Me acuerdo que los vecinos denunciábamos mucho porque eran las cuatro o cinco de la mañana de un martes y estaban a los gritos», comparte Claudia que vivía al lado de un galpón que se alquilaba para estudiantes. «Una vez, un vecino, que era ex militar, salió de la casa pegando tiros al aire, eso fue por los años noventa», comparte la tragedia y la exageración.

Además del enojo y reclamos de vecinos, también existen las historias de amor, como la de Cecilia y Rafael. Ella iba a la escuela Comercio 1 a la tarde y él al turno noche. Se cruzaban a veces, se miraban, se gustaban pero fue recién en el festival de la primavera de 1976 que Rafael se animó a hablarle, se pusieron de novio casi en seguida. Hoy están casados desde hace más de cuarenta años y tienen cuatro hijas mujeres. «Cuántas generaciones seremos producto de lo que pasó en las carrozas y en los galpones», me comparte una de las hijas de Cecilia y Rafael.

Otro de los aspectos de este festival eterno, son las figuras de los reyes y reinas estudiantiles, quienes son elegidos en las elecciones de cada escuela participante. Agustina ahora tiene 19 años y en el 2022 salió reina de la escuela Comercio 2, en el certamen final que tiene lugar en el Club Ferrocarril quedó en el puesto de Miss Simpatía. «Está por debajo de ser reina o de la primera y segunda princesa, pero quedé en el podio. Es una época inolvidable, la volvería a repetir mil veces.». ¿Qué se necesita para ser una reina de escuela o de primavera? Gracia, inteligencia, compromiso y belleza, sobre todo belleza.

¿Dónde surgió esta idea? ¿Cuál es el inicio? El origen de aquello que dio lugar a la biblioteca de fotos y nostalgias de Edgardo, a la historia de amor de Cecilia y Rafael, a los enojos del vecino de los tiros, a los audios interminables de mi amiga que vive en Italia, a la Reina Agustina, a las ganas por hacer esta nota, a todos los testimonios, mensajes, recuerdos que me mandaron amigos y conocidos apenas me puse a escribir esta historia. Dicen que fue el director Rovira de la escuela pública de Comercio 1. Un día vio un festival hecho por estudiantes en la ciudad de La Plata y se enamoró. Pensó un proyecto, lo presentó en el año 1962 y 19 escuelas se le sumaron a la locura de armar precarios escenarios ambulantes con historias contadas, decoradas y representadas por adolescentes de las escuelas secundarias. Ese día, en pleno septiembre, veinte instituciones educativas iniciaron una tradición. Hoy a pesar del tiempo, de pandemias, de cuarentenas y de resurrección, todavía se congregan jóvenes de colegios públicos y privados a festejar una primavera que dura toda la vida.

  • Que hermosa nota, mientras la leía pude imaginarme los momentos relatados. Gracias!

  • Antonella Collazzo

    Que hermoso leer esto ❤️ y cuantos recuerdos! Soy el fruto de una generación cruzada en la historia de las Carrozas.
    Larga vida a la educación Pública 🙌🏻

  • Que hermoso escribe esta muchacha!

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