Dicho esto, el conflicto de guerra entre Israel y Gaza es un ejemplo de cómo, pocas veces en la historia reciente, casi pensado como una tragedia televisada en vivo, se produce una matanza de más de 40,000 seres humanos entre adultos y niños. En apenas 42 km² habitan en Gaza más de dos millones de personas sin las más mínimas condiciones de subsistencia para percibirse que están vivos. La destrucción del norte de Gaza en menos de siete semanas se aproxima a la destrucción causada por bombardeos en la Segunda Guerra Mundial sobre las ciudades alemanas, cuando ya estaban las negociaciones de paz con una Alemania vencida.
Primero se expulsó a la población del norte, ahora es el turno del sur. Ya no hay hospitales, escuelas ni agua potable. Cada diez minutos muere un niño, ya sea por heridas o por inanición. Ahora se insta a los gazatíes a salir hacia Rafah, donde se encuentra el puesto fronterizo con Egipto. Nadie duda de que el objetivo final de Israel es eliminar a Hamas, pero la ferocidad con la que actúan las fuerzas israelíes indica que actúan con otro fin: la expulsión completa de la población de Palestina, comenzando con Gaza. Ya es evidente que la «Solución Final» es el proyecto sino-nazi de ocupación total del territorio palestino, por lo que vienen peleando desde hace nada menos que 75 años. Esta idea mesiánica nace de la Declaración de Balfour, nombre del ministro inglés que entregó a Lionel W. Rothschild (que es la banca del mismo nombre). Por eso dice Netanyahu textualmente: «El pueblo judío tiene un derecho exclusivo e incuestionable sobre todas las áreas de la Tierra de Israel». (?)
Las guerras de hoy contra Gaza se desarrollan en el marco de la guerra del imperio anglosajón contra los Estados musulmanes que no quieren seguir pagándole a EE.UU. e Israel sus crisis financieras. Israel quiere aumentar el grado de inhumanidad hasta que los residentes en Gaza no tengan más remedio que marcharse. Según el filósofo judío Moshé Machover, ese plan existe desde hace mucho tiempo. Lo dijo en 2017. A finales de septiembre ya se filtró un plan del Ministerio de Inteligencia israelí que preveía una deportación total a Egipto.
En un artículo de opinión, el Wall Street Journal, dos miembros de la Knesset pedían a los países occidentales que acogieran a los refugiados palestinos. Gila Gamliel, ministra de Inteligencia, escribió en el Jerusalem Post, en el que sugería el reasentamiento voluntario de los palestinos en otros países del mundo. (¿Usted conoce algún ciudadano de cualquier país que se vaya «voluntariamente» a un destino incierto lejos de su hogar?).
Pero recientemente ha surgido un nuevo plan. Se trata de un plan conjunto de EE.UU. en el que quieren deportar a la población de Gaza a cuatro países: Turquía, Egipto, Irak y Yemen. También se conocen las cifras: 1 millón a Egipto, medio millón a Turquía, 250 mil a Irak, e igual número a Yemen. Pero lo que no se dice es que si los países en cuestión se niegan, se enfrentarán a graves presiones financieras, ya que son deudores del FMI. ¡Qué tal! Tan solidario el «fondo» como siempre.
La cuestión es que la resolución del conflicto demora, la vía de la crisis humanitaria de un pueblo originario absoluto de pertenencia a su tierra, está a punto de ser despojado ante la complacencia y complicidad de un Occidente en decadencia que no conoce, debido a su procedencia supremacista y racista, apela a la guerra y la barbarie para conseguir sus propósitos. Por supuesto, el interés económico tiene vital importancia, ya que bajo el suelo de Gaza hay yacimientos de gas listos para ser explotados por valor de US$ 500,000 millones de dólares. ¡Qué tal!
El primer paso está dado: ya hay 148 países que reconocen a Palestina. ¿Y las Naciones Unidas qué hacen? Son un sello de goma que emite resoluciones que el «imperio anglosajón-israelí» se encarga de incumplir.