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jueves 21 de noviembre de 2024
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Director: Claudio Gastaldi
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Nota escrita por: Ricardo Monetta
jueves 26 de septiembre de 2024
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La crueldad y el pecado de la carne

En el fragor de la lucha intelectual en el ejercicio del periodismo, se había posado en un oscuro espacio de la memoria el deleznable suceso acaecido luego de la represión a los jubilados, quienes fueron apaleados y humillados cuando se manifestaron contra el veto del inescrupuloso Tartufo, que lamentablemente y tristemente ejerce la presidencia. Como si fuera un guerrero medieval, decapitó con lapidario veto un misérrimo aumento a los pobres viejos "meados", quienes, en los últimos peldaños de la escalera de la vida, tienen que sufrir estigmatización y castigos corporales por parte de "valientes" policías de todas las fuerzas de seguridad, como si ellos no tuvieran también familiares en esa condición.

Pero si ese hecho fue indignante por lo inescrupuloso y repetitivo, más aún lo fue que el «bonsái con peluca» congregara a los corruptos diputados radicales en serie, quienes votaron en contra del proyecto que ellos mismos habían redactado, a un «asado de camaradería» en la «cueva de Olivos», donde se cocinan a fuego lento las convicciones irredentas de los funcionarios y legisladores que juran por Dios y la Patria defender con honor la Constitución. Fue una afrenta innecesaria e inescrupulosa de ambas partes: de los corruptos y de los corruptores, que solo saben gobernar con DNU inconstitucionales o a través de la corrupción.

Porque La Libertad Avanza practica, desde el primer momento de gobierno, la civilización del capital a través de la crueldad y el goce que ésta produce. La crueldad no quiere transformarse en otra cosa. Concibe la piedad humanística como declinación, como caída en debilidad. Para la crueldad, en todos los ámbitos, la culpa la tienen las víctimas.

La crueldad en la política alienta a la autodestrucción como última vanidad de existencias que se sienten fracasadas. Nos han transformado en una sociedad habituada al daño, o aturdida por el daño. Este gobierno habla del capital y admite el daño de la crueldad como sacrificio necesario, como exageración sentimental. Aunque la crueldad no procura la felicidad, aspira a una efímera omnipotencia que adormezca la angustia.

Este gobierno, que ejerce la cobardía política al soslayar el Congreso, divide el presente en mundos paralelos: uno de pesadilla, en el que quienes tienen fuerza mandan, amenazan, reprimen y matan por hambre; y otro mundo de baja intensidad, en el que quienes tienen dinero pagan por su seguridad. Uno del daño deliberado y el otro del daño administrado y consolado. En el abismo del miedo se dibujan dos opciones: sobrevivir en la pesadilla o salvarse comprando fuerza.

¿No será que vivimos una cultura masoquista, arraigada en la mortificación? Mortificación y crueldad se «ofrecen» como lugares a los que acudir en estado de confusión y miedo. Lo peor de los hechos es que celebran los actos de crueldad, tanto cuando se niegan a repartir alimento como toneladas de leche en polvo, mientras cada noche un millón y medio de niños se van a la cama con una taza de mate cocido.

El «tartufo esquizoide» piensa que quienes no le obedecen a él y a su tribu de ignorantes no tienen derecho a nada, y dejan en el límite de la desesperación sus sensibilidades aturdidas, que intentan anestesiar el dolor con más dolor. Y la idea de que siempre hay alguien que la está pasando peor compone la última suerte de sobrevivencias desencantadas. Las angustias no se pueden evitar, pero llegará el día en que crueldades y desigualdades se sabrán innecesarias, y entonces…

Cuando un padre da de comer a sus hijos, ambos sonríen. Cuando son los hijos quienes le dan de comer a un padre, los hijos sonríen y el padre llora…

 

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