No era la primera vez que la propuesta llegaba a los oídos de la expresidenta, pero esta vez fue distinto. En los últimos meses, mientras Ricardo Quintela recorría el país sumando avales para su candidatura, CFK se dedicó a ensayar propuestas alternativas desde las oficinas del Instituto Patria. Ninguna, sin embargo, alcanzaba mucho vuelo: ni Wado de Pedro, ni Lucía Corpacci, ni Sergio Uñac. No quería a Quintela porque, argumentaba, el presidente del PJ no podía ser un gobernador. «El peronismo tiene que ser el partido de la oposición y ejercer esa oposición todos los días, y los gobernadores necesitan pedir cosas», explicaba un dirigente del círculo íntimo. Mientras tanto, el gobernador formoseño, Gildo Insfrán, le insistía: tenía que ser ella la candidata, la designación de un represente ya no corría más.
El martes hubo una reunión. Tal como cuenta José Mayans, CFK los invitó a él y a las senadoras Juliana Di Tullio y Anabel Fernández Sagasti al Patria, y Mayans –que, además de titular del interbloque peronista en el Senado, es la mano derecha de Insfrán– le insistió que tenía que ser la presidenta del PJ. «Miremos si es conveniente. Yo no tengo ningún problema, estoy bien de salud, estoy con ganas de ir a todo el país. Hay mucha gente sufriendo, hay que reparar todo eso», le respondió CFK, según relató Mayans en diálogo con Radio10. Dos días después, comenzó el operativo clamor. De Pedro puso primera, y después salió el resto.
Cristina presidenta 2.0
«El padre de la criatura es Gildo», insisten en el Instituto Patria, en donde se apuran en aclarar que la idea de presidir el PJ nacional, un cargo que CFK siempre rehuyó, no fue de ella. ¿Qué cambió? La brutal crisis social desatada por la motosierra libertaria, por un lado, y el internismo furioso entre los dos herederos de Cristina, por el otro. «Hoy tenés un peronismo fragmentado que necesita articular una voz opositora. Y la única que contiene es Cristina. Cuando Cristina habla, la escuchan», explica un dirigente cristinista.
CFK viene acumulando centralidad hace semanas. Su candidatura a la presidencia del PJ no es otra cosa que la culminación de una seguidilla de apariciones, actos, cartas y peleas tuiteras con Javier Milei que se vienen extendiéndose desde hace ya un tiempo. El último movimiento había sido el desembarco en La Matanza junto al cura «Tano» Angelotti: todo un acontecimiento, ya que la expresidenta no salía de recorrida por los barrios populares desde la campaña de 2017. La visita –de la cual no habían participado ni el gobernador Axel Kicillof ni el intendente Fernando Espinoza– tenía aromas electorales, intensificados por aquellos dirigentes que vienen sugiriendo que CFK debe encabezar la lista de diputados nacionales de PBA el año que viene.
La melodía «Cristina presidenta» de 2023 había mutado, primero, a «Cristina diputada» y, ahora, a «Cristina presidenta del PJ». Sus impulsores no solo lo atizan porque consideran que es la «líder natural del movimiento», sino porque ordena puertas adentro en un contexto particularmente delicado de la interna peronista bonaerense. Los desafíos que varios dirigentes de La Cámpora, con Máximo Kirchner a la cabeza, le vienen enviando a Kicillof tienen a gran parte de la dirigencia –y la militancia– irritada y frustrada. El acto en Atenas, la nueva canción de La Cámpora dirigida contra el gobernador, el mensaje de Máximo contra los que se quejaban del «dedo de Cristina»: la pelea con Kicillof venía escalando y, si bien el gobernador no respondía, su entorno más cercano pedía sangre.
«El trasvasamiento generacional no parece que estuviera sucediendo. En 2017 fue candidata ella, en 2019 fue candidata ella y ahora es candidata ella. Hay cierta debilidad en que haya tenido que ser ella de nuevo y que no haya podido poner a alguien», mascullaba, hastiado, un importante dirigente bonaerense.
La resistencia riojana
Pese a la movida de CFK, Ricardo Quintela resiste. Estaba en Neuquén, junto a Victoria Tolosa Paz, Hilda Aguirre y varios de los dirigentes que vienen promocionando su candidatura, cuando se enteró del operativo clamor. «No hay que temer al proceso interno. El que gana conduce, el que pierde acompaña», afirmó, desde el sur, y varios se le sumaron. «Va a estar buena la interna. Es tiempo de oír la voz del pueblo peronista», lo festejó, por ejemplo, Jorge «Negro» Yoma.
«Ricardo hace medio año que está recorriendo el país, no lo van a bajar con un tuit», masculló un dirigente cercano a riojano que sospecha, como muchos en su entorno, que CFK no quiere realmente candidatearse, sino que solo está haciendo tiempo hasta poder poner un nombre que a ella le guste. ¿El pecado de Quintela según ellos? El visto bueno que le dio Kicillof. «Eso a La Cámpora le irrita, y ella sale a obturar su candidatura porque tiene miedo de perder el control del peronismo. Y ella todo lo que no controla, lo freeza», asegura un histórico referente peronista, que denuncia que el objetivo de la expresidenta es patear las elecciones del PJ –que son el 17 de noviembre– para marzo.
Para muchos de los que vienen impulsando su candidatura, la impugnación de Quintela por ser gobernador es una injusticia. «Nadie se plantó más que el Gitano con este gobierno. Le sacaron la mitad de los recursos, es al que más cagaron», explican, y adelantan que ya tienen los avales necesarios para oficializar la candidatura y presentarla cuando cierren las listas en dos semanas.
Por fuera del círculo cercano del riojano, sin embargo, nadie cree que la candidatura de Quintela se pueda sostener. La mayoría coincide en que Quintela acordará con CFK y se ordenará una lista de unidad. Pero para que suceda eso tiene que salir, antes, el resto del panperonismo no camporista a pedir por la candidatura de CFK. «¿Dónde están los intendentes? ¿Dónde están los gobernadores? Esto tiene que resolverse en las próximas 48 horas o va a ser un quilombo», deslizaba un dirigente bonaerense, poniendo el dedo en la llaga.
Fuente: Pagina 12