Lo que disgustó a los israelíes y preocupó a la Casa Blanca fue que analistas militares de EE. UU. revelaron que Rusia ha trasladado a Irán ciertos sistemas de armas y personal para operarlos, incluyendo los cohetes antiaéreos S-400. Al parecer, Moscú también respondió a la solicitud iraní de datos satelitales sobre objetivos israelíes para el ataque que se produjo el 1º de octubre. Rusia también suministró a Irán el sistema de guerra electrónica de largo alcance Múrmansk-BN, un potente sistema EW, que puede atacar señales de radio enemigas, GPS, comunicaciones, satélites y otros sistemas electrónicos a 5.000 km de distancia, neutralizando los sistemas de drones «smart» y las frecuencias de EE. UU. y la OTAN. Por eso, esta intervención rusa en el conflicto entre Irán e Israel le dio un giro radical de consecuencias imprevisibles.
No debería extrañar, en este contexto, que Teherán y Moscú hayan adelantado la firma del Pacto Bilateral de Defensa, originalmente prevista para la cumbre de los BRICS, que en este momento está finalizando. Para ese adelanto, ambos presidentes se reunieron en Ashgabat, Turkmenistán, en el marco de una ceremonia turco-cultural. Por su parte, Putin no piensa reunirse con Netanyahu y no ha respondido a una petición de conversación telefónica hecha por el primer ministro israelí.
La realidad es que Rusia ha recibido una importante ayuda iraní en su guerra contra Ucrania, y desde entonces se ha vinculado con los intereses de Teherán en la región. Como consecuencia, apoya ahora a los aliados de Irán en Asia Occidental, como el movimiento Hezbolá, uno de los enemigos íntimos de Israel. Sus alianzas con Irán y Siria la obligan a prepararse para una nueva contienda, por fuera de la de Ucrania, a menos que pueda disuadir a EE. UU. de brindar el apoyo que Israel necesita para atacar a Irán. Como se ve, es un cuadro complejo donde cada actor mueve sus fichas de tal manera que quede mejor posicionado.
Recordemos que la primera respuesta de Israel al bombardeo iraní fue invadir El Líbano el mismo 1º de octubre. Sin embargo, después de dos semanas, el ejército israelí no ha podido penetrar profundamente en el territorio libanés. Ha tenido numerosas bajas, mientras que Hezbolá bombardeaba el norte de Israel; este respondía arrasando los barrios chiitas de Beirut. La invasión de Israel tiene un efecto devastador sobre la economía libanesa, que ya estaba de rodillas. Más de un millón de personas han evacuado el sur del país y se amontonan en los barrios de Beirut.
Pero todo tiene su precio. Israel no le encuentra el cálculo estratégico a destruir a Hezbolá, a pesar de su superioridad abrumadora desde el punto de vista armamentístico. La economía de Israel no pasa por su mejor momento. Las guerras requieren muchos gastos, sobre todo si se prolongan en el tiempo, lo que a menudo depende de ayuda exterior para seguir financiándose. Sin embargo, el primer ministro y sus aliados insisten en el frente del Líbano, porque existe una clave ideológica que puede inferirse de un artículo titulado «¿Forma Líbano parte del territorio prometido a Israel?». Este artículo fue publicado por The Jerusalem Post en su página web el 25 de septiembre. O sea, de ser cierto, Israel no estaría luchando en el Líbano como ejerciendo una «guerra defensiva», sino de ocupación.
Para corroborar este aserto, podemos decir que el texto del artículo fue firmado por Mark Fish, y está escrito con fervor mesiánico cuando plantea la vieja cuestión de las fronteras septentrionales del «Eretz Yisrael» bíblico. Se pregunta el periodista: «¿Dónde definió Hashem exactamente los límites, y estamos obligados a conquistar esas zonas?». Y aclara: «La Torá proporciona directrices claras sobre las zonas que se nos ordenó conquistar al tomar posesión de la tierra». Es cierto que en los últimos tiempos el término Gran Israel ha pasado al primer plano como fundamento de sus conquistas. Esta sería una discusión bíblica que excede los contenidos y análisis sobre la guerra.
Pero, como deseo que no se dude de mi palabra, me remito a la Agencia de Noticias Turca Anadolu del 10 de octubre, donde el ministro de Finanzas de Israel, el ultraderechista Bezalel Smotrich, sugirió en un documental reciente que las futuras fronteras de Israel se extenderían más allá del río Jordán. Inclusive, no descartó la expansión hasta Damasco, Siria. El mismo ministro, en París, encendió más el debate al mostrar un mapa de Israel que incluía a Jordania (?).
Del lado iraní, la situación dista de ser ideal. A pesar de la reorientación de su comercio exterior hacia Rusia, India y China, necesita el fin del bloqueo occidental para restablecer la cadena de suministros. Aunque los márgenes se estrechan, Netanyahu sigue adelante porque no le ponen límite.
Los que festejan son Lockheed Martin, Raytheon Technologies y Northrop Grumman, fabricantes de armas y tecnología de guerra, como grandes beneficiarios de la prolongación del conflicto. También suben las acciones de empresas de armas europeas. Según un informe del centro de investigación «Cost of War Project», en los últimos doce meses, EE. UU. destinó a Israel US$ 17.000 millones en «ayuda militar». Se trata del mayor desembolso desde 1959. Esto es efectivo; el costo de las armas va por otro carril. Total, si EE. UU. tiene una deuda pública de US$ 34 billones…
Antes, las guerras también tenían fundamentos ideológicos o religiosos. Hoy solo predomina la lucha por la hegemonía financiera y los recursos estratégicos.
Cuando todo esto termine, solo nos quedará vivir para sobrevivir.