¿Qué le pedimos al nuevo año?

No quiero que me traiga nada.
Lo único que quiero es que no se lleve nada,
que no se lleve lo que ya tengo, por ejemplo,
el techo de estrellas que nos cobija.

Que no se lleve los sueños de un país
más libre y más justo que podamos habitar.
Que la razón de las simples cosas
sea más importante que un día de gloria efímera.
Que nos haga razonar sobre la prisión cultural
en la que nos han encerrado.

Que dejemos los excesos vividos como carencias,
que los insultos dejen de ser el medio más eficaz
del ignorante para igualarse al sabio.
Que dejemos de pensar que la desigualdad
es un destino inevitable,
y que la propia guerra pasó a llamarse paz
para poder ser infinita.

Que no se lleve la soberanía de este país,
que tanta sangre ha sido derramada en vano.
Que no nos hagan creer que los vicios
puedan ser cultivados como virtudes,
y que las virtudes sean condenadas
al exilio de la memoria.

Que el miedo inoculado no nos haga perder la esperanza,
porque la vida es lucha y nada es para siempre.
Que esta época en que somos testigos,
que comenzó teniendo futuro,
no termine teniendo solo pasado.

Que la ceguera temporal por el ilusionismo mágico
no nos haga amar al opresor
y odiar al oprimido.