Habla de la ceguera en el amor y señala: «Simultáneamente a este abandono del yo al objeto (de amor)… desaparecen por completo las funciones adscritas al ideal del yo. La crítica ejercida por esta instancia enmudece, y todo lo que el objeto (de amor) hace o exige es bueno e irreprochable. La conciencia moral deja de intervenir en cuanto se trata de algo que puede ser favorable al objeto, y en la ceguedad amorosa, se llega hasta el crimen sin remordimiento. Toda la situación puede ser resumida en la siguiente fórmula: el objeto (de amor) ha ocupado el lugar del ideal del yo» (Psicología de las masas y análisis del yo, López Ballesteros, O.C., tomo III).
Freud avanza en ese texto en el análisis de las coincidencias entre el enamoramiento (patológico, podríamos decir) y la hipnosis:
«El hipnotizado da, respecto del hipnotizador, las mismas pruebas de humilde sumisión, docilidad y ausencia de crítica que el enamorado con respecto al objeto de su amor. Compruébese asimismo en ambos el mismo renunciamiento a toda iniciativa personal. Es indudable que el hipnotizador está en lugar del ideal del yo» (que entre sus funciones tiene el ejercicio de la prueba de la realidad, según Freud).
El estado de fascinación exige la renuncia al análisis y al pensamiento crítico. Esto también aplica a los procesos colectivos. Nos cegó la euforia del Mundial ’78, la Guerra de Malvinas, los espejitos de colores del menemismo, entre otras múltiples experiencias que terminaron en catástrofe cuando cayó la venda del desengaño. El pensamiento crítico y la prueba de realidad fueron abolidos por los deseos e ilusiones, sostenidos por los hechizos acríticos de los ideales compartidos.
Ayer, en una asamblea de trabajadores de la empresa de zapatillas Dass, una de las señoras despedidas que votó por Milei “se preguntó cómo subsistir porque solo sabe coser calzado y aún le faltan tres años para jubilarse… Pese a su situación desesperante, dijo: sigo confiando en este gobierno, nosotros somos un daño colateral” (1).
Según la misma empresa, las “nuevas condiciones comerciales hicieron que las marcas redujeran la demanda. La caída del 20% del consumo, el atraso cambiario respecto de Brasil y China y la apertura de las importaciones redundó en una caída de la producción en el primer año de gobierno de los Hermanos Milei, cuya consigna es adaptarse o morir” (1).
El encantamiento de los brujos mediáticos sigue mostrando supremacía en ganarse la confianza de las víctimas en los responsables de sus propias desgracias. El análisis racional y el pensamiento crítico siguen rezagados. Ojalá que, cuando el humo se evapore, no haya, como sucedió en Chile, tantos “ojos ciegos bien abiertos” (2).
Referencias:
(1) Elogio del verdugo, Horacio Verbitsky, El Cohete a la Luna.
(2) Ji ji ji, canción del Indio Solari.