En una provincia que ha experimentado elevadas cifras de suicidio, el síntoma más desgarrador del malestar en la cultura y la sociedad, el gobierno de Federal se ha destacado por llevar a cabo acciones concretas para cuidar a sus vecinos desde mayo de 2022. Han elaborado un programa de prevención basado en la participación activa de la comunidad, en la contención y protección de individuos y colectivos.
En esta decisión tan importante han influido, para el análisis, dimensiones afectivas, técnicas y políticas. Si pongo los afectos en primer término, es porque creo profundamente, como Ulloa, que el amor en las gestiones de gobierno es un componente esencial cuando se trata de mejorar la vida de los demás. Desde un principio, sentí la calidez, el cariño y la amistad brindada por el Intendente Gerardo Chapino y los funcionarios con quienes trabajamos en el programa. No es algo menor, ya que es habitual encontrar en gobernantes personalidades más frías, burocráticas y calculadoras, más preocupadas por el oportunismo de cada una de sus acciones que por los beneficios del pueblo.
En este caso, me encontré con un grupo que tiene la virtud de hacer sentir parte rápidamente, que incluye «al otro» como un amigo que va a sumar su aporte en un proyecto donde siempre el objetivo será mejorar la calidad de vida del pueblo. Además, la gestión política en la que priman los sentimientos, los principios y la ética es aquella que no puede errar en sus elevadas y nobles metas.
Creo, siguiendo a Fernando Ulloa, que la ternura, en estos tiempos de ferocidades, no es ninguna ingenuidad. Aunque se la presente como un sentimiento blando, la ternura es un concepto profundamente político, ya que enfatizarla es «poner el acento en la necesidad de resistir la barbarización de los lazos sociales que atraviesan nuestros mundos» (Fernando Ulloa). Y cuánto más importante hoy, donde el salvajismo político la barre del mapa.
Es eso lo que percibí claramente en la gestión municipal encabezada por Gerardo Chapino, un grupo de gente que mira a sus conciudadanos desde la ternura, el cuidado y la atención a sus necesidades. La salud mental es una necesidad fundamental, y por eso pensaron, como pocos lo hicieron, en la creación de un programa de prevención de aquellas conductas más dolorosas para una comunidad. Un programa que desarrollamos durante un año y medio, consistente en acciones de capacitación e información en la prevención del suicidio en diversas instituciones.
Este esquema fue complementado por la asistencia inmediata de urgencias y situaciones de riesgo en la «Salita 7 de septiembre». Los resultados han sido, a mi criterio, muy óptimos, atendiendo a más de un centenar de casos potencialmente graves y al enorme compromiso adoptado por los vecinos de Federal, concientizando sobre el problema y derivando adecuadamente las circunstancias de vulnerabilidad.
Esa concientización se vio reflejada en las dos caminatas «Andar por la Vida», de gran participación comunitaria, cuyo objetivo fue visibilizar e informar sobre el problema y el conocimiento de los recursos para resolverlo.
Finalmente, en el aspecto político e ideológico, este balance y reflexión me parece esencial en esta hora tan particular y preocupante que vivimos. En su política de salud mental, la gestión de Chapino ha considerado claramente a la salud como un derecho humano fundamental y básico. Contrariamente a la tormenta neoliberal que se avecina, que define la salud como una mercancía, que se compra y se vende, y por la cual cada uno tendrá la salud que pueda pagar, y que el Estado debe ausentarse de sus obligaciones, esta gestión ha tenido claro que si la salud es un derecho, el Estado es responsable de garantizarla, y así lo ha hecho.
Ante la espeluznante idea que han planteado algunos que asumirán el gobierno nacional, que «el que se quiera suicidar que lo haga, es libre de hacerlo, pero no a cuenta del estado», resaltar esta experiencia de Federal y los valores en los que se ha sustentado me parece significativo.
Tenemos claro que las conductas autodestructivas no son actos de libertad, sino que expresan la desesperación de aquellos que no han encontrado quiénes los ayuden, gritos mudos y angustiosos de quienes se han quedado profundamente solos. A ellos fue dirigido el programa, como un brazo solidario que aloje afectuosamente ese dolor y ese sufrimiento.
Escribo con esa mezcla de sentimientos de nostalgia y tristeza, pero también con alegría por las vivencias compartidas y sobre todo con una enorme gratitud por haber conocido verdaderos compañeros de ruta, gobernantes y funcionarios que se parecen a nosotros, a su pueblo, garantía de buen gobierno. Personas humildes y cálidas. Con la injusticia del olvido que suele haber en estos casos, quiero agradecer a Gerardo Chapino, Soledad Romero, a Xavier Cáceres, a Rodrigo Romero, a Florencia Rojas, a Tatiana García Malgarín, y en ellos a los extraordinarios amigos y vecinos de la ciudad de Federal, por permitirnos vivir esta maravillosa experiencia.