La toma de facultades en todo el país no refleja la acción de pequeños grupos politizados, sino que tiene consenso de la mayoría estudiantil que hasta hace poco era reacia a la acción política. Las tomas fueron decididas en asambleas, junto a docentes y no docentes.
En Psicología de la UBA, la conducción del centro de estudiantes no estaba de acuerdo con las tomas, pero la mayoría decidió en asamblea tomar la facultad. En La Matanza, las que se opusieron fueron las autoridades, que resultaron sobrepasadas por los estudiantes y se vieron obligadas a abrir los portones.
Las tomas fueron masivas en la universidad cordobesa y en provincias como Salta y Tucumán, en Rosario y en la universidad cuyana. En La Matanza se declaró persona no grata y se planteó la expulsión del profesor Alejandro Finocchiaro, ex ministro de Educación de Mauricio Macri y uno de los diputados que respaldó el desfinanciamiento de las universidades que impulsa el gobierno. Este profesor universitario argumentó su voto contra las universidades porque “antes de votar con el kirchnerismo me corto un brazo”.
El radicalismo de Franja Morada hegemonizó el movimiento estudiantil desde el gobierno de Raúl Alfonsín. Al revés de lo que dijo el gobierno, desde la salida de la dictadura se produjo un proceso gradual de despolitización del movimiento estudiantil, cada vez más volcado a la actividad puramente gremial.
También al contrario de lo que dijo Milei, ese proceso fue más pronunciado en las nuevas universidades del conurbano, las que no mostraban paredes pintadas o grandes carteles de las agrupaciones politizadas.
El brutal ajuste que está aplicando el gobierno en las universidades anuló la perspectiva de futuro de miles de estudiantes. La inseguridad y la incertidumbre se han extendido en las aulas, el debate político surgió como una necesidad, incluso entre los que votaron a Milei. Docentes y no docentes coinciden en que se hizo masiva la participación estudiantil. El movimiento tiene antecedentes como catalizador de las luchas populares. Y es el forjador de las futuras generaciones de profesionales y dirigentes.
No es casual que casi al mismo tiempo que se anunció el conflicto, aparecieron supuestos ranking internacionales que aseguran que tal o cual universidad privada ocupa los primeros puestos entre las universidades del mundo o de la región.
Pero el plantel docente y el nivel académico de ninguna universidad privada pudo superar al de las universidades públicas. Allí están los premiados reconocidos en ciencias duras y en humanidades. Igual que los hospitales, habrá que mejorarlos, pero destruir la educación y la salud pública, como plantea este gobierno, es un crimen de lesa humanidad porque atenta contra derechos básicos de los argentinos.
El desfinanciamiento de los hospitales que dependen del gobierno nacional y el anuncio extraoficial de que sería cerrado el Hospital Laura Bonaparte, especializado en Salud Mental y Adicciones, también provocó la reacción de profesionales, pacientes y vecinos de los sanatorios. El gobierno tuvo que reabrir la guardia y los consultorios externos del Bonaparte cuyo cierre había ordenado, y de la misma manera tuvo que asegurar que el hospital no será cerrado.
En plena crisis económica que atormenta a millones de argentinos con la posibilidad de no poder alimentar a sus familias o cuando se da una batalla mundial contra el narco, cerrar el único hospital especializado en salud mental y adicciones se presenta como la decisión de un orate.
El ajuste brutal contra los jubilados, la educación y la salud pública se justificó con el argumento de que no hay plata. Es lo que han hecho circular en las redes aduciendo que la plata se gastó en la “fiesta populista”. La persona que lee ese argumento está asociada a una prepaga cuyo precio “populista” ahora se convirtió en una cifra inalcanzable. O estudia en la universidad pública y gratuita o se atiende en un hospital de alta tecnología como el del Cruce. O cobra una jubilación gracias al “populismo”, a la que ahora le sablearon el 30 por ciento de su capacidad adquisitiva.
Y es capaz de creer que no hay plata. Pero está mal informada. Con sólo retirar las exenciones impositivas que benefician a las grandes empresas, se podría financiar el aumento de las jubilaciones y un nivel digno para la salud y la educación pública. Todo el discurso contra el populismo es un engañapichanga para que los argentinos cedan mansamente derechos y calidad de vida para favorecer a los ricos y poderosos.
Para los libertarios, la “fiesta del populismo” fue construir 1800 escuelas y fundar 17 nuevas universidades, como hizo el gobierno de Cristina Kirchner. Como son antipopulistas tienen que destruir escuelas, universidades y hospitales que construyó el populismo. Aparecen con claridad dos proyectos diferentes de país.
Pero aún, en el marco de esta crisis y con el gobierno de Milei poniendo todo tipo de obstáculos, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, con un presupuesto recortado, finalizó las obras que abandonó el gobierno nacional en las 17 universidades nacionales que están en la provincia, creó 66 centros de extensión universitaria en los pueblos más alejados, donde se dictarán 155 carreras. Aún en plena crisis se despliegan dos modelos de país antagónicos.
La decisión de Cristina Kirchner de aceptar su postulación para encabezar el PJ nacional empieza a reordenar la fuerza política que por ahora es capaz de ofrecer una alternativa, pese al antecedente del gobierno deslucido de Alberto Fernández.
Cristina Kirchner y Axel Kicillof son las figuras que gravitan en el segmento opuesto a Javier Milei. El futuro del peronismo y del kirchnerismo dependerá si se genera una dinámica de complementación o de confrontación.
Los libertarios buscan la división del peronismo. En parte con la ilusión de revivir los restos arqueológicos del menemismo y en parte alimentando divisiones en el plano gremial y entre gobernadores e intendentes. Aunque no se puede subestimar, el margen de lo que está dispuesto a ofrecer para extorsionar es tan poco que lo más probable es que sólo convoque a los más desahuciados.
Kicillof y Cristina Kirchner comparten el modelo de país, no hay diferencias de tipo ideológico, al igual que en la mayoría del peronismo. El resultado de ese debate aparece en este momento como la posibilidad más concreta para frenar al extremismo libertario.
Fuente: Página 12