Como muchas veces en la historia política de nuestro país, frente a las derrotas ideológicas y políticas de larga duración que conllevan procesos de fragmentación social crecientes, la pequeña burguesía progresista, como consecuencia de las medidas económicas del gobierno de Milei, se torna retraída en sus obsesiones y frustraciones, y su discurso político se ahoga en la supuesta supremacía moral de pertenencia.
Pocos se preguntan qué pasó con la izquierda, tanto en el mundo como en nuestro país. ¿Dónde está la Internacional Socialista, que alguna vez se erigió con fuerza propia para oponerse al capitalismo? Hoy, la izquierda es como un volcán apagado, con una gran dosis de energía esperando el momento histórico para entrar en evolución. Personalmente, no lo creo. Es difícil predecir si los nuevos cuestionamientos al capitalismo surgirán de fuerzas de izquierda, o si los futuros revolucionarios renunciarán al rótulo nacido en la Asamblea Revolucionaria Francesa. No sabemos si generaciones venideras volverán a intentar construir sociedades igualitarias sobre la base de socializar los medios de producción o propondrán un nuevo sistema económico que suplante el de la explotación. He conocido desde hace años en la Córdoba industrialista y revolucionaria a fogosos socialistas e izquierdistas convertidos en progresistas que parecen limitarse a demandar asimetrías menores.
Nadie ha intentado, en tan poco tiempo, entregar la soberanía y los procesos económicos, sociales, culturales e institucionales a intereses privados, ya sean nacionales o internacionales. En este proceso de enajenación mental, autopercepción monárquica y delirios místicos, se van produciendo y se producirán decisiones que condicionarán el presente y el futuro de los argentinos. Ahora estamos en presencia, ante el silencio de los encargados de denunciar públicamente el hecho, de que renunciar a un puerto de salida directa al mar es una claudicación total a la soberanía en materia de decisiones de importación y exportación de bienes que tienen tremendas implicancias económicas.
Es evidente que estamos frente a una sociedad mezcla de ingenuidad, apatía, o exceso de ausencia de percepción acerca de la evidente maniobra del equipo económico de Milei, liderado por dos "lobos esteparios" en el manejo de situaciones críticas de la economía, que actúan como en muchos crímenes, vuelven al sitio del delito.
El viaje apresurado del Presidente argentino a EEUU, Israel e Italia, además de expresar su servilismo sin condiciones, tanto a Joe Biden a Benjamín Netanyahu, y luego a Georgia Meloni en Italia, es conseguir un respaldo político, ideológico, y militar que ya había sido consensuado con la Jefa del Comando Sur de los EEUU, en conversaciones privadas, que luego se tradujo en la promesa de mandar un portaviones a los mares argentinos en resguardo de la defensa de la Libertad y la Democracia, como lo publicitan siempre en defensa de sus intereses geopolíticos.
Es innegable que la primera batalla legislativa ha sido ganada por el oficialismo en la votación en general de la llamada Ley Ómnibus, aunque lo más árido será el próximo martes en la discusión de artículo por artículo, donde se esconden las verdaderas intenciones del oficialismo en lograr las facultades delegadas al Poder Ejecutivo, las privatizaciones de las principales empresas del Estado y la facultad de tomar nueva deuda en dólares sin pasar por la autorización del Congreso. Si esto no es entregar el funcionamiento del país a un mitómano y su séquito de delirantes ideológicos, es que estamos en un serio problema de conciencia cultural donde se han erradicado los conceptos de Patria, Nación, y exiliar de la memoria colectiva las históricas luchas de militares como San Martín o Belgrano, pro hombres de la política, de las letras, de las ciencias, y de todos los caudillos que alguna vez lucharon por la causa Federal.
Cuánto lamento el no haberme equivocado cuando, tiempo atrás, expresaba en contra del aforismo de que "las sociedades no se suicidan". Solo basta observar el indignante espectáculo como el Congreso patibulario se discuten leyes, la mayoría nula de toda nulidad de acuerdo con los constitucionalistas más serios, y con el oficialismo tratando de arrancarle la legitimidad de un "mamotreto" de más de 600 proyectos de ley, precedido de un DNU que contiene decretos que atentan contra las instituciones del Estado. Todo eso a través de extorsiones, aprietes a los legisladores, a gobernadores, cámaras empresarias, sindicatos, etc.
Hay ciertas palabras que parecen estar fuera de toda sospecha; su sola mención implica la aceptación tácita de una situación real y se manifiesta como una prenda de garantía en el espacio temporal. Muchas veces se la puede utilizar como para indultar algunas omisiones o hipocresías. Estamos en un tiempo en el que el lenguaje se vuelve cómplice por la pérdida de intensidad y el sentido de los discursos y de las acciones que cubren el cinismo del poder y que ocultan las verdaderas acciones como objetivo central y casi exclusivo, distorsionando el espíritu de las letras de las leyes y de la Constitución toda. Una parte de la sociedad votante nos dice que tenemos que tener "tolerancia" con un gobierno que recién empieza. Lo cual parecería razonable, sin analizar qué distopía democrática se ha ejercido en tan poco tiempo. Resulta inútil enumerar cuánto atropello jurídico, político, social, económico se ha ejecutado en este leve lapso transcurrido desde la asunción al gobierno de Javier Milei.
Hubo una vez un honesto presidente argentino, Arturo. H. Illía, que promulgó una ley sobre la producción y comercialización de los medicamentos importados, que junto con la anulación de los leoninos contratos petroleros de Frondizi, significaron la conspiración de esas multinacionales con los Militares conservadores, para derrocar ese viejo pero astuto estadista impregnado de un nacionalismo auténtico. Esa conspiración termino con el ascenso del ultraconservador católico militar, Juan C. Onganía, en 1966.
Esa fue la última frase de Julio César , Pretor de Roma al ser asesinado camino al Senado por una conspiración de los propios Senadores de la República de Roma.