Bordet y la agonía de una clase política que viaja al sumidero

Y de ninguna manera esto significa que la base electoral del peronismo entrerriano esté muerta, de hecho arañó el triunfo, no Bordet, ni la corte de los milagros que lo rodea, todos ellos aspirantes al superpoblado ‘jurasic park’ partidario, sino el espíritu peronista provincial, entendido como la fuerza de las bases, que a pesar de las traiciones y defecciones, continúa encarnando las esperanzas de una sociedad mejor, más equitativa y justa, aunque sus ilusiones sean una y otra, y otra, y otra vez, usurpadas por mercaderes de ilusiones sin escrúpulos que las negocian en beneficio personal. Bordet designó su sucesor, a dedo, como fue puesto él, y también su antecesor, instalando un anodino candidato, desconocido en el interior provincial, para que perdiera las elecciones, cosa que cumplió obedientemente; sacrificando un alfil en aras de conservar, lo que el cree, es un íntimo vínculo con quien finalmente lo sucederá, en la esperanza que garantizará su impunidad. Aunque las mejores tradiciones de la política nacional establecen que a partir de diciembre no le atenderán más las llamadas ni contestarán sus Whatsapp.

Privadamente Bordet debe haber festejado el triunfo de su par ideológico, guarecido en las impunidades que otorgan los cargos legislativos, para los que se auto ubicó, ‘por lo que puta pudiera’ (como dice mi tía Eduviges, a la que le quedan bien las ‘malas palabras’). Posiciones legislativas, en las que incluyó, en una muestra de desfachatado nepotismo marital, a su mismísima esposa. Mostrando impúdicamente su falta de decoro y su cinismo.

A su alrededor ha dejado un tendal de cadáveres políticos para que asuman el fracaso electoral. Los mismos que supieron ser las espadas incondicionales de su gestión, que miran desesperadamente para los costados tratando de encontrar algún chivo expiatorio para endilgarle la derrota. Los mismos que acaban de adquirir tarjetas de pertenencia al club de los retirados de privilegio, fundado por los Alasino, los Moines, los Martínez ‘Garbarino’ (Menem dixit), los Leissa, y tantos otros, cadáveres políticos repudiados por todos, no solo por las propias bases partidarias, a quienes alguna vez engañaron con sus sonrisas de plástico y sus cantos de sirena. Sino del mismísimo oxigenado, a cuyas huestes intentaron sumarse, amparados en un rótulo rimbombante, tan pomposo como vacío.  Y que, hasta él, que estaba en campaña, y todos sabemos que, en esas circunstancias, un voto es un voto, despreció humillándolos y enviándolos nuevamente al sumidero político que habitan, cuando fueron a ofrecerse como la ‘pata peronista’ (SIC) de su equipo.

Mientras tanto Concordia (la ciudad detrás del ‘aras del Choclo’, según reían locales y foráneos, cuando los 15 segundos de fama del ‘banelqueado político’) finalmente cuantificó su bronca y su desengaño contra la camándula que ha venido tutelando el peronismo local, como si éste fuera una tropa de dóciles mamíferos irracionales que se pueden manejar como un activo de inventario. Y la ciudad más pobre de la Argentina, dato que habrá que refregarles en el hocico, hasta en sus velorios a los responsables, finalmente les dio la espalda y votó un sucesor que obviamente dará continuidad, por razones ideológicas, al status quo de miseria y marginalidad que les hereda Bordet, luego de casi dos décadas de conducirla, directa e indirectamente.

Las bases los visualizan como ‘la casta’, categoría política que usurpó para su beneficio, el empelucado motosierrista, revelación de la hora política. Vivillos sin escrúpulos que se auto asignan retribuciones multimillonarias y jubilaciones de privilegio, contratos truchos incluidos, que siguen usufructuando ante la pasividad de una justicia tuerta que nunca termina de investigarlos. Y de un Fiscal de Estado, un radical (SIC), más obscuro que las profundidades del averno, que jamás ha cumplido con su misión de defender el interés de los entrerrianos y lo único que ha hecho es asociar su gestión a la impunidad de los beneficiarios del saqueo. Hoy le toca el turno a la sílice que se llevan a Vaca Muerta, cuya gestión gubernamental es mas que sospechosa y por el que ni siquiera pagan una mínima gabela como hacen con el litio, aunque los ‘desconocidos de siempre’ ligados a su extracción y transporte se enriquecen a costa del interés público.

Todavía es temprano para profundizar algunos análisis, por ejemplo, las razones de la derrota en Gualeguaychú, luego de décadas de gobiernos exitosos, de lo que parecía una nueva clase de políticos, liderados por Esteban Piaggio, quiénes finalmente fueron superados por un cumbiero pintoresco, de un partido vecinal, cuyo único mérito fue contar con la billetera y el auspicio de Frigerio, que se ilusiona en crear, basándose en él, una fuerza política propia, por el costado del Pro y del radicalismo. Un Piaggio que algunos se ilusionaron sería la pata progresista que produciría una renovación partidaria en el peronismo, pero que por vaya a saber porque razones no dio el paso a la provincia y se quedó con una postulación a Senador Provincial en la que incluso fue derrotado. Quizás la explicación de estos fracasos la haya dado ayer Claudio Gastaldi, en su nota (VER), en la que observó refiriéndose a Cresto, en Concordia, que para seducir al electorado no alcanza con una buena gestión, sino que también es necesario una acción política inteligente, próxima a la gente.

Esto recién comienza, y habrá que esperar hasta el 19/11 para ver como queda el panorama nacional y como se recompone el tablero político.