La Cámara de Diputados se apresta a votar por una ley que pretende regular las apuestas en línea, la ley de “Prevención de la ludopatía”, que tiene media sanción del Senado y que Milei ya anunció, en una lógica de funcionamiento de abolición del poder legislativo, que iba a vetar. Uno de los fundamentos de la ley es el informe “Apostar no es un juego”, en base a encuestas en todo el país a jóvenes entre 15 y 29 años, según refiere una nota del diario Página/12 (1). Según los resultados de la investigación:
“El 40% apuesta actualmente o ha apostado recientemente. Tres de cada cuatro apostadores le dedican hasta dos horas diarias, y el mismo número piensa que puede convertirse en una adicción. Un 30% de los apostadores ha experimentado ansiedad o estrés por no haber podido realizar una apuesta. En promedio, los adolescentes y jóvenes apuestan el equivalente a dos de cada tres pesos que reciben de sus padres para afrontar gastos cotidianos, y uno de cada cuatro apostadores dice haberse endeudado o utilizado dinero destinado a otras cosas para realizar apuestas. Quienes no participan del hábito tienen la sensación de ‘quedar fuera del grupo y sentirse un boludo’ por no apostar, y de los encuestados no hay voces que vinculen las apuestas al juego y la diversión, sino a la angustia, estrés y violencia, insomnio, preocupación, tristeza, golpes, deudas y robos, hasta a su propia familia y amigos» (1).
En la nota de referencia, Martín Romero, el director del proyecto de investigación, se pregunta con toda lógica: “¿Quién va a atender los efectos en la salud mental de estos chicos?”, ante un Estado que no solo se muestra ausente, sino, además, en este caso, promotor del sistema. También refiere que una gran cantidad de chicos apuestan junto o alentados por los padres, que no advierten los daños potenciales. El 80% de las apuestas en línea, dice Romero, se realiza en plataformas ilegales, por lo que su deriva se parece mucho a la dinámica de la evolución del problema de las drogas (1).
La psicóloga Malena Sartoretto describe que la ludopatía en jóvenes se expresa como fuerte dependencia y dificultades para hacer otras cosas, para la vida social, emocional y vincular; genera endeudamientos y estrés. Se da sobre todo en varones. Empieza de manera grupal y luego sigue mayormente en soledad. Suele relacionarse con falta de redes de contención del joven. En la escuela, el chico comienza a sentirse más abatido, con serias dificultades para poner en palabras lo que le está pasando. Dice que el problema escala muy rápido por las características de lo digital: el fácil acceso, la posibilidad de estar conectado permanentemente, la instantaneidad y la eficacia que plantean las plataformas. El mayor estímulo es la adrenalina que genera la ilusión de ganar. El problema, señala la psicóloga, es el acceso sin ningún tipo de trabas a las plataformas de juego, por parte de adolescentes que, por su edad, necesitan demostrar cuánto saben y ya manejan algo de dinero en esta etapa de autonomía (1).
Hacer dinero con dinero, ganar plata fácil, “ser especialista en crecimiento económico con o sin dinero” (2), parece ser la cultura que preside este fenómeno, que coincide con la destrucción de la cultura del trabajo y la producción, presente fundamentalmente entre jóvenes de 15 y 29 años, que deberían estar transitando la construcción de sus existencias a través del estudio o el trabajo. Sin embargo, es difícil la elaboración de un proyecto de vida actualmente en esa etapa, en este momento en que las universidades públicas están siendo arrasadas y los trabajos para los jóvenes están, cuando los hay, totalmente precarizados, y el empobrecimiento de la población ha llegado a cifras escandalosas.
Tampoco, así como la ludopatía, es casual que sea la franja de edad en la que se manifiestan los consumos problemáticos, las depresiones y los suicidios (la segunda causa de muerte en el país entre los 15 y 24 años), de jóvenes que solo sueñan con “irse para salvarse”.
Con esta historia y esta realidad debemos replantearnos qué país queremos para nuestros pibes, qué grave transmisión generacional les hacemos y, sobre todo, cómo encaminamos nuestra responsabilidad adulta de estimular, como dice Edgar Morin, el “gusto por la vida”, que tiene que ver con el principio del placer y no con el goce autodestructivo de jugarse la vida en la ruleta.
(1) Diario Página/12, domingo 1 de diciembre de 2024, páginas 2 y 3: “Una generación en juego”.
(2) Autodefinición del presidente de la Nación.