Era lógico suponer que la tolerancia hacia las acciones depredadoras de Israel en Gaza, condenadas por la comunidad internacional, llegaría a su límite. Estas acciones, bajo el autodenominado concepto de «defensa» de Israel, han cobrado más de 40.000 víctimas fatales, incluidas mujeres y niños. Este clima de indignación en el mundo musulmán y árabe alcanzó su punto crítico cuando una incursión israelí en el consulado de Irán en Siria, violando el espacio aéreo sirio y matando a tres referentes militares iraníes, provocó el primer ataque de la nación persa, con misiles que impactaron en Israel como un aviso premonitorio. Irán ya estaba «con la sangre en el ojo», pues sabía que la muerte de su presidente en un accidente de helicóptero no había sido tal.
Pero la gota que colmó la paciencia de los iraníes fue, como mencionamos al principio, la brutal invasión al Líbano por parte de Israel, con la destrucción de barrios enteros en la búsqueda de soldados de Hezbolá, sin importar las muertes de civiles.
Hace tres noches, más de 400 misiles de última generación, capaces de viajar a más de 10 Mach (es decir, diez a doce veces la velocidad del sonido) y equipados con cabezas explosivas de 500 kg, se abatieron sobre los cielos de Israel, cuyo famoso sistema de defensa «Cúpula de Hierro» se mostró incompetente para detenerlos. Este sistema no estaba preparado para misiles de esta generación, que solo poseen Irán, Rusia y China en sus arsenales.
La efectividad del ataque fue tal que dos aeródromos principales, donde se encontraban los famosos aviones F-35 proporcionados por Estados Unidos a un costo de casi 100 millones de dólares cada uno, fueron destruidos. Además, se afectaron otros puntos clave desde el punto de vista industrial y estratégico. Naturalmente, nadie puede dejar de pensar en la magnitud de la respuesta de Israel, que ya se encuentra reunido con las autoridades estratégicas de Estados Unidos. Si bien este país no dejará de apoyar a Israel con armas, no lo acompañará en una acción militar por ahora, debido a las elecciones estadounidenses del próximo mes y el deseo de no verse arrastrado por una acción unilateral de Israel.
No obstante, Israel no debe olvidar que han entrado en acción las naciones aledañas, como Siria, Hamás, Hezbolá y los hutíes de Yemen, todos armados por Irán. Esto significa que la guerra podría abrirse en varios frentes alrededor de Israel.
En el Líbano, se estima que Hezbolá tiene más de 120.000 misiles almacenados en búnkeres a cinco metros bajo tierra, acumulados durante años.
La situación es complicada si Israel no cuenta con el apoyo militar directo de Estados Unidos. Sabemos de la capacidad nuclear del Estado israelí, y tal vez la intensidad de la respuesta del Estado hebreo determinará el grado de intensidad de la guerra que se avecina.
Es probable que Israel quiera destruir la central general de energía de Irán con una bomba nuclear táctica de mediana intensidad, para hacer notar que está dispuesto a todo o nada.
Estamos ante un juego de ajedrez político en el que cada movimiento provoca desplazamientos masivos de población y una deshumanización pocas veces vista, con cientos de miles de exiliados.
Para colmo, el presidente Putin ha acusado directamente a Estados Unidos de ser el responsable de la crisis en Medio Oriente, por no haber permitido nunca el establecimiento de negociaciones que dieran lugar al pueblo palestino desde 1948. Además, ha señalado que el apoyo de Estados Unidos a una colonización violenta y sus vetos a las propuestas de distribución de tierras han provocado las sucesivas guerras, como la de 1967 (la Guerra de los Seis Días) y la de Yom Kipur en 1973, entre otras.
Y luego está la cuestión de que Irán no está sola. Detrás del Estado persa están Rusia, China y Corea del Norte, todas potencias nucleares dispuestas a apoyar a esta nueva alianza. Habrá que observar con atención los movimientos de todas estas fuerzas antes de que pongan en peligro a la especie humana.