Construir algo serio en el peronismo es debatir en serio

Abordar este problema implica entender cómo se manejó el poder en los últimos años. El exgobernador Bordet no comprendió que no hay peronismo que valga sin la participación y planificación de las bases. Su gestión, excesivamente personalista, muchas veces utilizó los recursos como herramienta de control partidario. Bordet, en sus 8 años de gestión, fue como aquel militar que adopta la estrategia del enemigo, incapaz de reconocer a los propios de los ajenos, y eso llevó no solo a la fragilidad electoral sino a la incapacidad para conectar el peronismo con la gente, lo que se supone es su principal virtud. Se necesita mucho debate para construir algo distinto y ser una opción ante este descalabro. Se necesita una conducción que luche por definir la verdadera naturaleza del peronismo y analizar los ajustes ideológicos que deben hacerse.

Está claro que las críticas no significan sumergirse en la autoflagelación, sino buscar que la mayor cantidad de peronistas se concentren en purgar las formas e ideas que condujeron a la situación actual.

El Consejo Provincial convoca al congreso partidario este fin de semana para comenzar a tratar cuestiones que tienen persistentes demandas militantes desde hace mucho tiempo, algunas de las cuales Bordet prometió y nunca cumplió. Pero también es una buena oportunidad para reflexionar sobre las consecuencias de la acción legislativa nauseabunda y mal disimulada del senador liliputiense Edgardo Kueider, que afecta aún más la ya debilitada identidad peronista. Que quede claro que “las fuerzas del cielo” y las corporaciones consiguieron lo que querían: que la mano derecha y socio de Bordet solo pusiera “el culo en el sillón”, diera quórum y habilitara el tratamiento de la Ley de Bases y el paquete fiscal, completamente disociados de las necesidades del pueblo que votó al peronismo. Una conducta que cristalizó una verdadera orgía para las grandes empresas y las personas más ricas de Argentina, perjudicando a las mayorías.

Kueider se siente “racional y responsable” y no “traidor”. Es evidente que tiene problemas serios para entender qué significa “traición”. La traición implica un entregado y un entregador. Ambas palabras implican entrega; la cuestión está en la gravedad de lo que se entrega. Entregar una ley decisiva que perjudica a jubilados, pymes, trabajadores (27.937 entrerrianos pagarán impuesto a las ganancias, ¿cuántos de ellos lo habrán votado?), y el blanqueo para “diluir todos los controles y alivianar las sanciones” de los sistemas de prevención del lavado de dinero, eso no es responsable ni constructivo para un peronista. Y la retribución por esa entrega, algún día la sabremos.

Son tantas las contrariedades que evidencia la conducción de Bordet, que Enrique Cresto lo trata de hipócrita por criticar a Kueider por la traición. Le recordó que él también traicionó al peronismo cuando mandó a votar en Diputados a su hermana y a Bahillo contra los jubilados y para favorecer el endeudamiento de Macri, además de un montón de otras leyes, a cambio de “caramelos de madera con azúcar impalpable”. Cresto recordó: Bordet = Macri.

Otro de los tantos trastornos que muestran nuestros dirigentes exiliados de la realidad concordiense es que, cuando el 67% de los concordienses son pobres y el 26% son indigentes (¿cuántos niños se irán a dormir sin comer y cuántos ancianos sin remedios tenemos?), un dirigente de la ciudad, titular de la Cámara de Comercio, Natalio Mario Grinman, personaje con poco apego a la equidad y el trabajo, dice, mientras cada minuto y medio destruyen una pyme: “Tengo la convicción de que los argentinos estamos haciendo progresos sustantivos. El gobierno de Milei ha adoptado el camino correcto y reafirmamos nuestro compromiso para acompañar esa gesta”. NO HUBO UN SOLO DIRIGENTE QUE MOSTRARA LAS CONTRADICCIONES. Esto es una muestra de que somos una oposición sin fuerzas ni credibilidad para arrinconarlo, menos en términos económicos. Hace mucho que la pobreza no indigna lo suficiente a varios dirigentes.

Se va a necesitar mucho trabajo colectivo de militantes y dirigentes para construir un proyecto de poder distinto. El desafío es generar nuevas narrativas y nuevos lenguajes que conecten con lo que le está pasando a la gente. El peronismo tiene que darle un nuevo mito movilizador a la militancia. Ninguna de estas especulaciones tendrá sentido si el peronismo no procede antes a una renovación programática y a un liderazgo que vea los ajustes ideológicos y metodológicos necesarios para recuperar la credibilidad perdida. Los que tomen la posta deberían tomar nota del tenor de los cuestionamientos que les esperan si se animan a dar el paso. Con los mismos de siempre, el peronismo no estará en condiciones de ser una opción.