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jueves 21 de noviembre de 2024
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Nota escrita por: Sergio Brodsky
domingo 29 de octubre de 2023
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Cuentos de humor, de locura y de muerte

El triunfo en las primarias de un candidato que reivindicaba la Dictadura y proponía la legalización de la venta de niños y de órganos, entre otras múltiples perversidades, provocó en gran parte de la sociedad una mezcla de miedo, escalofrío y perplejidad. Estrictamente se instaló el sentimiento de lo siniestro, tal como lo definía Freud: la irrupción en lo real de lo espantoso, que debía quedar reprimido. La creación de lo siniestro es el mecanismo de los cuentos de terror, en los que bruscamente aparece lo extraño, sórdido y fantasmático en la escena de lo cotidiano. El problema era que no se trataba de un relato de Poe, sino de la realidad misma que se había empeñado en imitar el género fantástico.

En el posterior desarrollo de la campaña, empezó a perfilarse la silueta del desquiciado: la de un hombre tomado por la locura, pero de una clase destructiva y odiosa, cuyo símbolo era una motosierra que todo exterminaba. Todos fueron objeto de la paranoia y el odio. Ninguna idea era propositiva ni constructiva, salvo unas fantasías que calaron en el pensamiento mágico de los desesperados, por las que de pronto, dolarización mediante, se iba a pasar de mendigo a millonario. Ciertamente era comprensible como respuesta a una economía devastadora. Parecía que, producto de la estulticia, la pereza y la desmemoria (algunas de las diosas que acompañan a la estupidez según Erasmo), buena parte de la sociedad comenzó a componer el «elogio de la insensatez».

Los resultados de las elecciones generales del domingo pasado aliviaron en algo ese estrés insoportable y confirmaron un escenario patético, en el que, borrón y cuenta nueva, el candidato comenzó a pedir el favor de aquellos a los que había descalificado, insultado y amenazado. Increíblemente, quien fuera bastardeada y humillada, aceptó el convite, para cerrar un cuadro extremadamente obsceno. Como un demente, solemne, pidió perdonar los agravios inferidos hasta horas antes. Y así va, todavía, este experimento que pretende quebrar el sentido, las posibilidades de un pueblo de significar con coherencia sus experiencias. El interrogante es de qué manera podremos digerir estas vivencias siniestras, perversas, patéticas, inasimilables simbólicamente.

Además de la crítica de los hechos políticos, sociales y culturales que crearon esta anomalía, del enorme esfuerzo de comprensión de sus causas y de encauzar la vida social y política razonablemente, hemos encontrado en el humor un recurso de salud mental indispensable para elaborar estas experiencias traumatizantes. La proliferación de memes sobre las mismas lo confirma. El humor, decía Ulloa, disuelve solemnidades y angustias. Es un mecanismo de protección que nuestro psiquismo construye. El chiste, decía Freud, ahorra el desarrollo de afectos displacenteros por una reacción ingeniosa y plena de sentido. Una respuesta que condensa las significaciones en juego, transformando las zozobras en placer, en algo risible. Es una de las vías de la sublimación para soportar el malestar en la cultura. «¿Qué haces perdida?», dice, teléfono en mano, el candidato, en un tono amigable a quien, hacía un rato, había tratado de asesina y tira bombas. El meme no solo causa gracia, sino que reconstruye el sentido que se había abismado en lo ridículo, lo absurdo y lo obsceno. El espectro, como en el fantasma de Canterville, ya no asusta, mueve a risa, aunque siga siendo peligroso.

Deseo por último, en esta identificación que se ha hecho, incluso de un modo increíblemente romántico, en algunos casos, del perverso al loco, desagraviar a la locura, a aquellas personas que sufren padecimientos mentales, con las que he compartido buena parte de mi vida. No es la maldad, el odio y la destrucción su núcleo, en nada se parece a estas expresiones; es la mayoría de las veces la bondad y el deseo de transformar las injusticias lo que los aparta del mundo de los «cuerdos», se parecen muchas veces, más a Cristo o al Quijote por su deseo de una humanidad más generosa y benevolente, que a este personaje lleno de odio. En las antípodas de esta locura siniestra, están también aquellas extraordinarias mujeres que fueron llamadas Locas por los Genocidas, a quienes enfrentaron inclaudicables, llenas de amor y de coraje. Es de esa locura que tal vez nos esté haciendo falta, la de luchar con una ética y una valentía irreductibles por un mundo más justo, humano e igualitario, aquellas a las que se refería Cortázar en su «Nuevo elogio de la locura»: «Sigamos siendo locos, Madres y abuelitas de la Plaza de Mayo, gentes de pluma y de palabra, exiliados de dentro y de fuera. Sigamos siendo locos argentinos: no hay otra manera de acabar con esa razón que vocifera sus slogans de orden, disciplina y patriotismo. Sigamos lanzando las palomas de la verdadera patria a los cielos de nuestra tierra y de todo el mundo». Es esa, sin dudas, la locura que necesitamos.

  • Excelente, pero la ignoracia, política sobretodo y soberbia, da asco. Y más que nada de la clase media ascendente, que tienen corcho,en vez de materia gris, no razonan, ni leen una nota, pero se la saben a todas, desde técnico de fútbol a economista, con un individualismo y egoísmo exacerbado. Sumándole odio a su patria, para votar desde equizofrenicos, pasando por ladrones de ojos celestes y guantes blancos, e ignorantes que no saben hilvanar una frase, pasando de extrema izquierda a extrema derecha. Después se quejan, y no hacen más que escupir para arriba, con su voto indolente.

  • cacho sorokin

    Me dan ganas de agregar algo que signifique elogio de esta nota, pero no me alcanzan las palabras. Prefiero recomendar su lectura y difusión.

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