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Director: Claudio Gastaldi
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Nota escrita por: Tekoá Cooperativa
domingo 23 de julio de 2023
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El cambio climático ya no es una probabilidad, es una realidad.

“Esas son condiciones intolerables para la vida humana y animal" (Colin McCarthy)

Las olas de calor que atraviesan Norteamérica, Europa y Asia, están haciendo estragos. En Irán se registró una sensación térmica de 66° a lo que se le suma la escasez de agua; en China hizo 52,2 grados. Pero no hace falta irnos a otros continentes, en nuestro territorio el cambio climático se hace sentir desde una fuerte sequía reciente, a los cambios abruptos de temperaturas que oscilan entre las inferiores a 0° y los casi 30° con pocos días de diferencia.

Ante esto hay una respuesta que es unívoca, es urgente la toma de conciencia en relación a las causas y consecuencias del cambio climático, el calentamiento global y las consecuencias en la naturaleza y la vida humana misma. Este estado ya deja de ser una alerta a futuro para ser una realidad que nos está atravesando ¿Tenemos conciencia de eso? ¿Somos capaces de tomar acciones urgentes? ¿Puede la educación aportar algo o ya es tarde para ello?

En relación al tema, Eduin Alexánder Prada Rodríguez[1] publicó un interesante artículo con el título: “Conciencia, concientización y educación ambiental: conceptos y relaciones” (2013)[2], les compartimos algunos párrafos que pueden ayudar a encontrar algunas respuestas:

“Las amenazas ambientales mundiales, los avances tecnológicos, la falta de motivación humana por el cuidado del entorno y, en general, los diversos reportes que muestran la problemática de la realidad ambiental, son factores que han generado preocupación por la búsqueda de estrategias que permitan la conservación del planeta y preservación de la vida al alertar sobre la importancia del reconocimiento de los diversos elementos del entorno que influyen en el proceso evolutivo del ser humano. Estos daños al planeta que atentan directamente contra la vida, deben ser reducidos para la preservación de la vida; se requiere generar espacios que permitan el reconocimiento del ambiente, de la realidad y sus formas de protección, de tal manera que se incite y motive a la reflexión y al desarrollo de conductas proambientales, que logren un giro positivo para el ambiente y que posibiliten la transformación de esquemas de pensamiento habida cuenta que, “si no se cambian las tendencias actuales, se seguirá deteriorando las relaciones del hombre con la naturaleza, por la explotación irracional de sus recursos naturales y la contaminación ambiental, con graves daños al hombre y al equilibrio ecológico”, tal como lo declaró la iglesia católica de Latinoamérica dentro de la tercera conferencia general del episcopado latinoamericano desarrollada en Puebla, México, en 1979.

Este afán por mejorar las condiciones del planeta y todo lo que lo llena, ha conllevado a que la expresión “conciencia ambiental” haya incrementado su uso en los diversos escenarios sociales y académicos al lograr la inclusión interdisciplinar tanto en su investigación como en su producción textual. Hacer referencia a conciencia ambiental implica la utilización de dos palabras que pueden gozar de diversas interpretaciones haciendo indispensable su clarificación individual

Ambiente: tal como lo propone Bermúdez (2003): El tema ambiental no se puede limitar al conocimiento del ecosistema, su funcionamiento y conservación, ni al estudio de las problemáticas causadas por la contaminación. Lo ambiental es mucho más complejo, porque involucra a la organización social y a la intricada red de relaciones humanas que los hombres tejen entre sí y con su entorno (p.17).

Conciencia: el significado de conciencia permite su exploración desde varias perspectivas. En la formación de conciencia intervienen dos elementos: primero los procesos y segundo lo correspondiente a los resultados de dichos procesos, al observarlos desde el accionar, se puede exponer que una acción motriz o cognitiva se hace consciente en tanto se puede reconocer, describir y extraer sus propiedades de manera particular ya sea una acción individual o parte de un conjunto de comportamientos. Como asiente Martí, (1990 citado por Pozo y Monereo, 1999): El sujeto llega a tomar conciencia del entorno mediante este proceso de acción sobre la realidad y de progresivo alejamiento de la acción material hacia la reflexión sobre las relaciones que mantienen las cosas. Esta concienciación es bidireccional, es decir, simultáneamente se van comprendiendo los mecanismos internos de la acción (interiorización) y se captan las propiedades de los objetos (externalización).

Los diversos estudios y noticias ambientales muestran que se hace necesario en la actualidad el fortalecimiento de esta conciencia, de tal manera que se logre identificación con el ambiente, que el ser humano comprenda que éste hace parte de su desarrollo y que es un componente de su vida del que no puede desligarse, haciéndose necesario la toma de conciencia, cuya necesidad fue manifestada por Grana (1997) cuando expone: Tomar conciencia, es el apoyo y sostén insustituible para efectivizar las responsabilidades que corresponden a cada nivel de decisión, que permita que las personas asuman sus deberes ambientales y, al mismo tiempo, defiendan sus derechos ecológicos, reclamando y obligando a que los otros: personas e instituciones civiles y gubernamentales, cumplan con sus propios deberes diferenciados en la preservación y construcción de un ambiente sano.

El vocablo concientización es comúnmente atribuido a Paulo Freire por su inclusión en sus estudios sobre educación, pero dicho por él mismo, fue producto de un grupo de investigadores brasileños. Para él la concientización se refiere al proceso mediante el cual los seres humanos, no como receptores, sino como sujetos de conocimiento, alcanzan una conciencia creciente tanto de la realidad socio cultural que da forma a sus vidas, como de su capacidad para transformar dicha realidad; presenta así la conciencia como eje de la concientización, en el que se retoma al individuo como ser pensante que puede accionar cognitivamente sobre su entorno y actuar sobre él de tal manera que logre transformar la realidad de acuerdo a sus necesidades de desarrollo vital.

La educación ambiental hace referencia al proceso que brinda estrategias y herramientas que conllevan a la toma de conciencia ambiental, incentiva al desarrollo de actitudes pro-ambientales y de conservación que desencadenen buenas relaciones con el entorno, ambiente y la naturaleza. El Dr. William B. Stapp (1979 citado por Morillo 1991) señala que la educación ambiental está llamada a producir un ciudadano conocedor del ambiente y sus problemas asociados, consciente de cómo ayudar a solucionar problemas y motivado para participar en sus soluciones; habla de una conciencia, por lo tanto se requiere una metodología que permita integrar conceptos, actitudes y afectos con comportamientos de tal manera que los sujetos logren apropiarse de su realidad mediante un análisis crítico permanente, para comprender las interrelaciones y buscar formas de actuar consecuentes con el cuidado del ambiente y sociedad, es decir, apuntar no sólo a fortalecer conciencia sino lograr la concientización ambiental.

La conciencia ambiental está compuesta por las dimensiones cognitiva, activa, disposicional y afectiva que pueden fortalecerse, desarrollarse y expresarse de manera individual en relación al ambiente. La búsqueda de la integración de estas dimensiones presentadas en un actuar coherente entre ellas, acompañado de una posibilidad de autocrítica, consolidada y con estructuras que sean sostenibles en el tiempo es lo que puede llegar a llamarse concientización ambiental; que debería convertirse en el ideal en los programas educativo ambientales.

 

Lic. Verónica López

Tekoá Cooperativa de Trabajo para la Educación. Ltda.

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