Claro que, más temprano que tarde, los cuadros volverán a su lugar, exhibiendo a esas mujeres que, plenas de coraje, talento e inteligencia, escribieron las páginas más maravillosas de nuestra historia. En especial, Eva. Símbolo de la mujer, de la valentía y de la lucha. Eva, aquella que en su nombre lleva parto y desobediencia. Y en su propia vida, testimonio, punto de inflexión de la dignidad de la mujer, su propia existencia, más allá de las conquistas sociales, del derecho al voto y la participación política, más acá del amor inconmensurable a las mujeres trabajadoras oprimidas. Más acá de transformar en derecho las necesidades, de sacrificar su vida a la justicia social, al bienestar de su pueblo, de los descamisados.
El poder quiere hacerla desaparecer, pero no puede. Quiso desaparecer su nombre, prohibiéndolo. Quiso desaparecer su inmaculado cuerpo, vejándola. Quisieron ahora deshonrarla, descolgando el cuadro, ¡qué imbéciles! A ella, cuya humilde pretensión era que dijeran algún día que «hubo al lado de Perón una mujer que se dedicó a llevar al Presidente las esperanzas del pueblo, que luego Perón convertía en realidades» y que quedaría sobradamente compensada si se dijera que «de aquella mujer solo sabemos que el pueblo la llamaba cariñosamente Evita» (1).
Eva seguirá siendo, para siempre, esa figura intolerable para los mediocres, una luz que los ciega y que desean mitigar con saña, pero no pueden, porque es inextinguible, infinita, eterna, inviolable, porque habita en lo más profundo del corazón de los que luchan.
(1) «La razón de mi vida» Eva Perón.
BERNARDO
¡¡ CUANTAS MUJERES QUE HAN SUPERADO A LOS TODOS LOS HOMBRES EN HEROÍSMO, ENTREGA, AMOR POR EL SER HUMANO !!
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