La hija de un primo segundo del exfuncionario, que trabajaba como su asistente en el Senado, lo denunció a fines de 2019 por abusos que ocurrieron en Tucumán y en un departamento del barrio porteño de Puerto Madero. La acusación del fiscal había señalado que «quedó comprobado cómo el imputado utilizando su fuerza física, ejerciendo abuso intimidatorio de poder y violencia de género, reducía bajo su dominio a la víctima, y la ponía como un mero objeto de satisfacción sexual, de cosificación, sometiéndola de forma violenta, ultrajante y degradante, haciéndolo por el transcurso de un poco más de tres meses».
El juicio contra Alperovich comenzó el pasado 5 de febrero y declararon más de setenta testigos. Entre ellos la madre, el padre y amigos de F., que contaron que ella les había hablado sobre aquellos episodios que denunció y vieron su abrupto deterioro físico: caída de pelo, ataques de pánico, decaimiento, pérdida de 10 kilos, entre otros cambios significativos.
También declararon dirigentes políticos de Tucumán, como el exgobernador Juan Manzur, el concejal de la capital provincial David Mizrahi -a quien Alperovich señala como instigador de la denuncia, en el marco de un supuesto complot-, choferes, guardias y otros empleados del exmandatario, y una de sus hijas, Sara Alperovich.
La psicóloga Mónica Herrán, perito oficial del Cuerpo Médico Forense, sostuvo que la joven presentaba un daño psíquico y «trauma cristalizado» compatible con una víctima de violencia sexual. Herrán también dio detalles del mecanismo de disociación, que les permite a quienes sufren este tipo de situaciones seguir en un vínculo atravesado por el abuso sexual, hasta que en algún momento la cabeza de alguna forma les explota y deciden denunciar a su agresor.
El testimonio de Herrán y la declaración de F. fueron las pruebas más fuertes contra Alperovich.
Fuente: Corta; Página 12