Por Carolina Fontana, abogada
Mientras escribo, el Word no me reconoce la palabra «feminista», lo que no me sorprende, pues hay diálogos que solo circulan en nuestro movimiento: otras lógicas de construcción política, otros modos de vida, otras formas de vivir, amar, producir y distribuir. Estas son las premisas del movimiento feminista. Nuestro, de las mujeres, las mismas que quedamos afuera del contrato social. Sí, el contrato de Rousseau, Montesquieu y Locke que dio nacimiento al Estado moderno tal como lo conocemos hoy, pensado desde la Revolución Francesa, que abrió el camino al sistema capitalista de distribución de la riqueza mundial.
Nosotras sabemos bien, y así lo gritamos en cada lucha, que en esa negociación no participamos las mujeres. Al contrario, quedamos fuera de toda construcción de ciudadanía: para votar, ser votadas, dictar leyes fundamentales de la sociedad… No estuvimos ahí. Y si lo demandábamos, terminábamos en la guillotina. Literal: la que decapitó a Olimpia de Gouges.
Tuvimos que pasar varias olas —que hoy seguimos surfeando— para poder tener voz y decir que queremos un mundo diferente. Un mundo que cuide, que proteja a los viejos, que centre la distribución de la riqueza según las necesidades de desarrollo humano y no del capital, que cuide el medio ambiente como base de nuestra soberanía, que distribuya la tierra como fuente de trabajo, que centre la riqueza en la humanidad.
Hoy vemos cómo ese mundo está muy lejos. Hoy vemos triunfante y sin vergüenzas teñirse de legitimidad la riqueza obscena de algunos pocos, en un país donde la mitad somos pobres.
Mucho podemos decir de las instituciones que alojan las lógicas que sostienen la exagerada desigualdad, pero hoy solo podemos ver, nosotras, el retroceso que implica la derecha en nuestro país. Vemos el gobierno local con un gabinete solo de masculinidades, sin área de género, que cierra el refugio para mujeres en situación de violencia y desamparo. Otro capítulo merece nuestro poder judicial.
Si miramos más arriba, el Gobierno Nacional eliminó el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad; eliminó el INADI; los Centros de Acceso a Justicia; retiene alimentos de nuestros comedores, mayormente sostenidos por mujeres; desarma programas sociales de contención e inserción laboral y social; despide trabajadores; cierra oficinas de atención; desfinancia la universidad pública, la salud y el PAMI de nuestros viejos; discrimina a los extranjeros en contra de nuestro proyecto constitucional. Gobierna para la pulsión de muerte, diría Sigmund.
No creo casual que la derecha se sostenga con mucha masculinidad. Creo férreamente que el feminismo es mucho más que la lucha por la igualdad. Por eso digo que el futuro será feminista o no será… El futuro que merecemos como humanidad, para lo cual necesitamos la paridad.