Es cierto que la economía interna no estaba bien, pero esto no se debe a un gobierno en particular, sino a un problema estructural mucho mayor, que va desde la corrupción legalizada de las corporaciones que lo han comprado todo, desde los políticos hasta los «medios», para continuar acumulando riqueza (plusvalía), riqueza que le han venido secuestrando a la clase trabajadora e incluso a la clase media. Como será que es estructural, que desde 1975, la clase trabajadora ha transferido 50 billones de dólares, ¡o sea, dos veces el PBI de China!, que fueron al 1 % más rico (la plutocracia).
Otro factor económico es la pérdida de hegemonía y el poder de Washington para dictar reglas al resto del mundo, reglas que el mismo imperio había diseñado para favorecer sus privilegios. Pero ahora se ha encontrado con una competencia que no acepta, y para ello tiene que desarrollar su poderío bélico.
Otro factor denunciado es la crisis migratoria, que según Trump son «criminales» que están entrando sin control. También amenazó a México con aranceles altos para sus productos si no detiene el tráfico de drogas, sin mencionar que en su propio país está la raíz del problema, no solo en el consumo sino también en la distribución de droga y armas. Y, como si fuera poco, los principales criminales, genocidas y terroristas contrabandistas de armas viven libres y legales en Florida, siendo poderosos donantes de los partidos políticos.
Si bien los estadounidenses suelen votar con el bolsillo, como en muchas partes, hay una parte que vota con una fuerte convicción moral. Este es el caso de Gaza, que los demócratas han tratado de silenciar para no hablar de las armas y los miles de millones de dólares que enviaron en un solo año a Israel para masacrar a miles de niños y civiles bajo la retórica de «Israel tiene derecho a defenderse». Va de suyo que esto no es una prerrogativa de los israelíes, sino para toda nación que se sienta atacada. O, como lo defendió el otro presidente criminal, Bill Clinton: «Porque el Rey David estuvo allí hace tres mil años» (?).
Después, cuando aparece el voto «castigo», los mismos medios que habían invisibilizado la masacre en Gaza quisieron explicar la catástrofe electoral recurriendo a lo mismo: culpando a la crisis de Medio Oriente.
Pero esta barbarie se está convirtiendo en una «metástasis» en Medio Oriente, en un verdadero anillo de fuego (Ucrania, Siria, Palestina, Irán, Taiwán, Rusia) producido por la fricción del «macho alfa» de Occidente, que intenta rodear al Dragón que ya se despertó.
Y en lugar de aceptar la realidad de que los tiempos han cambiado, y tratar de negociar para beneficiar a sus pueblos, subestima al Dragón. El macho alfa va detrás de eliminar la competencia. Pero los ideólogos de la derecha olvidan que cuando el macho alfa envejece y se enfrenta a unos más jóvenes, cansados de tanta humillación, el tiempo se termina y lo único que queda es la «fuga hacia adelante».
Por eso hay que saber que más que un voto a Trump, fue un voto contra Harris y lo que ella representa: un voto indignado y sin esperanzas.
Este sistema electoral es una herencia de la esclavitud (léase la farsa electoral en este mismo Diario Junio) y el sistema político-mediático ha sido comprado por las corporaciones tecnológicas y financieras, que son las que gobiernan en el país del norte. Tanto es así que Larry Fink, el CEO de BlackRock (que es la financiera que administra tanto dinero como cinco veces la economía de Rusia), lo dejó bien en claro: «No importa quién gane, sea Trump o Harris, cualquiera será bueno para Wall Street».
Así funciona el sistema capitalista. Con el mismo dólar se compra a políticos y medios en dos momentos diferentes. Los presidentes se encargan del circo, de mantener las pasiones encendidas, sobre todo las pasiones raciales y de género. El racismo es la forma más efectiva de invisibilizar el profundo problema de clases sociales que existen en EE. UU., incluida su traducción global, el imperialismo.
Así, los yanquis tendrán un presidente convicto de 34 causas, quien se jactó de no pagar impuestos. Claro que con ser listo no alcanza. Es necesario tener al pueblo idiotizado con divisiones identitarias, con individuos alienados por las mismas tecnológicas que dominan la economía, la política y la más importante: la geopolítica.
Aunque no es tan difícil en un pueblo acostumbrado a creer por encima de los hechos. Un pueblo entrenado en las iglesias para cerrar los ojos y reemplazar la realidad con el deseo de que la realidad cambie. En los EE. UU. hay 60 millones de evangélicos y otros tantos distribuidos en distintas religiones. Porque para la mentalidad religiosa, la realidad narrativa importa más que lo fáctico: «En el principio era el Verbo…».
De ahí, aplicar las mismas habilidades intelectuales o convicciones al salir de un templo para luego ingresar a un banco, bolsa de valores, TV o partidos políticos, hay un solo paso. A veces ni siquiera eso. Porque la especie humana, en su mayoría, se comporta como los astros: no por el brillo, sino porque tienen dos caras. Solo hay que saber ver.