El tema no es menor, ya que en correspondencia con lo que ocurría durante la era Macri, la AFI ha sido provista de ingentes sumas de dinero en concepto de fondos reservados que es «tradición» son utilizados en todo tipo de operaciones políticas y espionaje interno, que le está expresamente vedado a los militares por la Ley.
Habría en la agencia una interna entre el «Partido Militar» de Villarruel y quienes responderían a la Ministra de Seguridad Patricia Bullrich. Que la inteligencia militar se inmiscuya en los asuntos internos del país, es algo que está prohibido expresamente por la ley. Pero hay que destacar que nunca de la vuelta de la democracia, la comunidad de la inteligencia civil había tenido este grado de intervención por parte de la inteligencia militar como con este gobierno. Esto ha creado muchas tensiones en las bases del interior del país y las del AMBA. La movida en la comunidad de Inteligencia, comenzó con la llegada de Silvestre Sívori a la Jefatura de la AFI. quien además es el sobrino del Jefe de Gabinete Nicolás Caputo. Es un abogado que terminó recalando en la central de inteligencia siguiendo directrices de intervención. En la jerga de inteligencia, «intervenir» no es una directiva del Gobierno para solucionar irregularidades u ordenarlas, sino dar un «golpe» interno dentro de la entidad. Dos hombres son claves para ello: Guillermo Montenegro, pareja de la Vicepresidenta Victoria Villarruel, y el «último héroe de Malvinas que no fue», el Coronel Celestino Mosteirin, quien sirve como segundo de la AFI, o sea el llamado» señor 8″, encargado de la contrainteligencia. Dos áreas claves de la AFI, hoy, no la manejan agentes argentinos, sino que están bajo las órdenes del Mossad, que es servicio de Inteligencia Exterior de Israel, y el Shin Bet, o Shabak, de interés en los asuntos internos del Estado de Israel, cual es su función en la AFI, nadie lo sabe.
No solo se trata de una movida política , sino también financiera, porque la AFI vuelve a ser una «caja negra» con dinero de uso discrecional y sin ningún tipo de control manejada por personal criado con otros intereses, e incluso en la gestación de un «Partido Militar» dentro del Gobierno. La llegada del nuevo director Sívori fue por lo menos extraña dentro de la compleja lógica de los servicios de inteligencia que conviven dentro del país. Una de las directrices es no firmar cheques, u órdenes de pago que sostienen a la Institución. Todo esto se retroalimenta además con la fuerte interna entre Victoria Villarruel y Patricia Bullrich, La Vice. está vinculada ideológicamente en asuntos militares y es claramente defensora de sectores reaccionarios del militarismo argentino, y por el otro lado, P. Bullrich es una mujer que pretende ser dura, pero falla en su instrumentación, y con propensión a la «rosca» política. La tensión pasa porque gran parte de la AFI quede en la órbita de Defensa, a través de la Dirección Nacional de Inteligencia Estratégica Militar (DNIEM) objetivo de Villarruel para empoderar a su sector político interno, mientras que la ministra busca que pase a la esfera de Inteligencia Criminal.
Pero nada es inocente en este caso también se mezcla política y negocios. El asesoramiento para realizar los cambios en el ámbito militar están relacionados a la figura del brigadier retirado Jorge Antelo, Secretario de Estrategia Nacional de la jefatura de Gabinete, muy cercano a su jefe Nicolás Pose, ligados ambos a Eduardo Eurnekian, de quien se sospecha como verdadero influencer político luego de ser una pieza clave del armado económico de Milei. Pero en el fondo de la cuestión, está la adquisición de armamento y aviones a EEUU, en desmedro de otros proveedores internacionales de mas bajo costo, en jugoso negocio de centenares de millones de dólares, del cual ni el Ejército, ni la Aeronáutica, ni la Armada piensan quedarse afuera(.! No hay plata!)