Este poder agrupa al capitalismo de los «señores de la guerra» y a los demagogos de la extrema derecha (Boris Johnson, Meloni, Modi, Orbán, Le Pen), y a empresas de capital de riesgo que «canibalizan» la nación (Apollo, Blackstone, Grupo Carlyle) y multimillonarios como Elon Musk, líder de Tesla y SpaceX, que construye una red de satélites espías para la Oficina Nacional de Reconocimiento, estrechamente ligado al Pentágono y la CIA. Musk ha apoyado la desregulación del mercado y una visión de Silicon Valley que promueve la «destrucción creativa». A través de American PAC ha gastado más de USD 75 millones en la campaña trumpista.
Otros multimillonarios que apoyan la campaña de Trump son Peter Thiel, cofundador de PayPal, con vínculos en Facebook, In-Q-Tel y Palantir, cuyos sistemas policiales predictivos basados en IA usa Israel para vigilar a los palestinos en Cisjordania y Gaza; también los magnates del petróleo Timothy Dunn y Harold Hamm, y la israelí-estadounidense Miriam Adelson, viuda de Sheldon Adelson. Sheldon, casualmente, tenía en la mira y en su nómina al entonces fiscal argentino Natalio Alberto Nisman. Según OpenSecrets, Adelson ha gastado USD 130 millones en la campaña de Trump. Adelson y Paul Singer financiaban una investigación secreta para descubrir fondos en las cuentas supuestas de Néstor Kirchner, sin resultado alguno.
Como dice el ultraderechista Steve Bannon, todos prosperan en el caos y en la «deconstrucción del Estado Administrativo».
No es casualidad tampoco que la vicepresidenta y candidata demócrata Kamala Harris, supuestamente progresista, haya recibido el apoyo de «viejos halcones» de la guerra del ámbito de la seguridad nacional y el establishment de la política exterior de administraciones anteriores de Ronald Reagan y George Bush (padre e hijo). Entre ellos se encuentran verdaderos criminales de guerra, como el ex vicepresidente Dick Cheney, quien era a la vez director de Halliburton, empresa de fabricación de armas que le vendía a su propio gobierno para el negocio de la guerra en Irak y Afganistán; otro ejemplar es el ex fiscal general Alberto Gonzales, quien legalizó la tortura como método de interrogatorio; Eric Edelman, timonel de la estrategia de defensa nacional que pidió aumentar el gasto militar para una guerra en múltiples escenarios contra China y Rusia (¡típicos delirios de supremacistas!); Michael Hayden, exdirector de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y la Agencia Central de Inteligencia (CIA); y el exembajador en México y primer director de inteligencia nacional John Negroponte, uno de los arquitectos de las sangrientas intervenciones de EE.UU. en América Latina en el siglo XX.
Pero Harris también recibió el apoyo de figuras como Hillary Clinton, Victoria Nuland, conocida por su involucramiento en el golpe de Estado de Ucrania en 2014 y en la posterior guerra proxy de Biden para desestabilizar a Rusia. También respaldaron a Harris el exembajador en Rusia Michael McFaul, Leon Panetta y John Brennan, exsecretario de Defensa de Barack Obama, quienes nunca se alejaron del poder junto a Hillary Clinton.
¿Por qué estos cuasi criminales de guerra de un cuarto de siglo respaldan a Kamala? Porque temen que Trump regrese a la Casa Blanca, aunque no por la pérdida de supuestos valores que dicen proteger. Los republicanos y demócratas comparten los mismos impulsos imperiales anglosajones y sionistas que han dominado la política exterior de EE.UU. en los últimos dos siglos.
Ninguno de los dos partidos va a combatir el rumbo de la era capitalista, que canaliza el dinero hacia las manos de la plutocracia. Ambos persiguen un mundo donde élites oligárquicas y corporativas empoderadas mantienen un sistema de amos y siervos disciplinados.
Esta carrera política en su tramo final será voto a voto. El peligro para los demócratas radica en la intención de votos en aquellos estados del «Blue Wall» (Muro Azul) que han sido sus feudos electorales y que llevaron, desde 1992, a los dos últimos presidentes demócratas a la Casa Blanca. Tan evidente es la grieta en el Blue Wall, que los candidatos demócratas evitan criticar a Trump, por precaución.
Las cartas ya están sobre la mesa, menos las maniobras en la oscuridad del proceso electoral, porque se trata de gente sin escrúpulos.
«Son seres capaces de quemar su propio hogar para ostentar poder sobre sus cenizas».