Son hombres sin nombre. Son como el Cristo de Gabriela Mistral, que soporta la laxitud de los hombres hacia su sufrimiento:
“Cristo, el de las carnes en gajos abiertas
Cristo, el de las venas vaciadas en ríos
estas pobres gentes del siglo están muertas
de una laxitud, de un miedo, de un frío” (1).
El rodeo “situación de calle” disimula las causas, esconde una historia, pretende naturalizar su condición y su desgracia. ¿Es que acaso no nació en ningún lado, no bebió anhelante la cálida leche materna? ¿No fue a la escuela, no tuvo amigos, trabajo, vecinos, sueños, futuro? ¿En qué momento la impiedad lo empujó a la soledad, a los márgenes, a la dantesca desesperanza del infierno, a la helada certeza de su insignificancia, al invernal frío de la indiferencia?
Ese hombre murió por una glacial apatía, y es el Hombre el que ha muerto, con el alba como un testigo imperturbable. Esos hombres están en la calle, tristes, arrojados a una vida sin tiempo, sin alma, al abismo de los contornos, a la indolencia insensible de la vocinglería, la estupidez y las roscas que intensamente ocupan a los que debieran abrigarlos, darles un hogar, una esperanza, una existencia (2).
(1) Gabriela Mistral, “Al oído de Cristo”
(2) El hogar de tránsito permanecerá abierto hasta la medianoche y si no, las instalaciones del ex Bagley (teléfono del hogar de tránsito: 3454048387, guardia urbana: 3454184751, Comando Radioeléctrico de la Policía de Entre Ríos: 101).