-¿Qué pasó en estos cuatro años, para que el ex FdT, que le ganó en primera vuelta electoral al gobierno de Mauricio Macri, que tenía todo a su favor: el poder económico, el poder mediático, el poder judicial y el campo nacional, se encuentre de nuevo advirtiendo que la soberanía del país, los intereses del pueblo-nación, los derechos y conquistas de los trabajadores, están en peligro? ¿Qué pasó para llegar otra vez a un punto de partida tan parecido al del 2015 o 2019?
-Yo creo que el gobierno cometió un error muy grande de entrada que fue no advertir a los argentinos la situación que se daba. Se subestimó el problema de la deuda externa. Esta deuda externa que tiene la Argentina no admite comparación con ningún otro país del mundo en ningún otro momento de la historia. Ni después de la Segunda Guerra Mundial hubo países que, en comparación con su cantidad de habitantes y su producto bruto interno, tuvieran semejante nivel de deuda. Y fuimos, además, con las defensas bajas a discutir con un FMI, dando por hecho que las reglas de juego habían cambiado porque la deuda no había pasado por el Congreso, había violado el propio estatuto del FMI, que estábamos en un mundo de pandemia y que de ahí íbamos a salir mejores, que por todo eso el FMI no era el mismo, que había recapacitado y aprendido… Todo eso fueron errores. Después nos dimos la cabeza contra el hormigón. El otro día lo decía Sergio Massa cuando estuvimos en Tucumán: se subestimó el daño que había que enfrentar. Con displicencia fuimos a hacer un acuerdo y nos terminaron arrinconando contra las cuerdas. Se hizo un acuerdo ruinoso con un monitoreo de nuestra economía cada tres meses. Ese fue el primer error, después se cometieron otros.
-¿Pasaron cosas…?
-Es cierto que después de la pandemia, vinieron la sequía y la guerra, pero nosotros dimos un primer paso en falso que fue ese acuerdo y luego creo que el otro error fue confiar en que el solo hecho de poner la proa hacia una economía productiva y generar empleo iba a producir por derrame una mejora de los ingresos. Pasó lo que dijo Cristina: No hubo políticas de distribución de la riqueza. Fue muy ingenuo imaginar un derrame porque hoy la estructura del capitalismo se derrama hacia los paraísos fiscales, no hacia los que están abajo.
-¿Ir por la senda del medio como intentó el gobierno no fue la estrategia correcta?
-No fue la correcta y se confundió moderación con vacilación. Una cosa es ser moderado y otra cosa es ser vacilante.
-¿Cree que se está a tiempo de revertir el descontento y el enojo de la sociedad antes de octubre?
-Estamos a tiempo con estas medidas que Massa está tomando.
-¿Aunque algunos consideren que son oportunistas o electoralistas, y otros sostengan que son tardías e insuficientes teniendo en cuenta que hay una gran porción de la población que todavía queda afuera?
-Creo que sí porque cualquier otro gobierno, con los números de la economía que nosotros tenemos, no llegaba a estar ahí, a dos puntos del que salió primero. Hay que reconocer que el pueblo argentino nos dio un voto de confianza, con un enorme nivel de conciencia, porque en otras circunstancias este gobierno no tendría que haber sacado ni la tercera parte de la cantidad de votos que sacó. Eso nos pone en un plano competitivo. Y respecto a las medidas que está tomando Massa, no es verdad lo que dice la oposición. Serían electoralistas si Massa dijera como Macri: “cuando yo sea presidente elimino el impuesto a las ganancias”, ahí sí yo diría es electoralista. Es una promesa. Y Massa, la verdad, les cantó truco, retruco y vale cuatro. La oposición lo toreó y salió el decreto que eleva el piso de ganancias y presentó el proyecto para eliminarlas. Mañana tengo que volver a Buenos Aires. Mañana mismo tengo que estar a las 11hs en el Congreso discutiendo el proyecto en la Comisión de Trabajo.
-Hay otro proyecto que a usted lo toca de cerca y que lo puso sobre la mesa la ministra de Trabajo, Kelly Olmos, al hablar de reducir la jornada laboral.
-Sí. Ahí tenemos dos proyectos que la próxima semana se empiezan a discutir también en comisión. Va a haber una primera reunión informativa donde vamos a invitar por Zoom a gente de las centrales sindicales de España, de Italia; a gente de la OIT, la Organización Internacional del Trabajo; a representantes del sindicalismo alemán. Países donde ya se redujo la jornada laboral. Va a estar la embajadora de Chile, que es una sindicalista de un país que también redujo la jornada laboral. La idea es unificar dos proyectos, uno que presenté yo y otro que presentó la diputada Claudia Ormaechea, que es de nuestro bloque. Vamos tratar de establecer un programa para ir hacia una jornada laboral de 36 horas semanales en un plazo progresivo de 4 años.
-Cuando uno reduce la jornada laboral, ¿eso no va emparejado con una reducción también del salario, del ingreso del trabajador?
-No, claro, no. En ningún caso fue así. La jornada laboral se reduce sabiendo que, por efecto de la aplicación de la ciencia y tecnología a los procesos productivos y a todo tipo de trabajo, incluso en los servicios, la productividad ha ido en aumento. Los salarios han caído en el mundo y la productividad sigue aumentando. Con lo cual hay una brecha importante que nos permite esa reducción sin afectar el salario, y sin que esto signifique quebranto para las empresas. Hoy se está en condiciones, con menos horas de trabajo, de elevar la productividad. Eso está comprobado en base a la experiencia en los países que te mencioné, porque en esos países no hubo quebranto económico en las empresas. Se mantuvo la productividad, se redujo el ausentismo y la cantidad de accidentes laborales, que eso también significa un costo empresarial. Y además, cuando nos horrorizan las cosas que vemos en términos de inseguridad cotidiana, de avance de problemas como los consumos problemáticos de estupefacientes, hay que pensar que el hombre y la mujer llegan a estar diez horas fuera de la casa. Y en muchos casos los pibes quedan solos, o al cuidado de un adulto muy mayor o a cargo de sus hermanitos. Es un proyecto pensado en el ser humano. Porque en las grandes ciudades, en el conurbano que rodea la capital, en Rosario, en Gran Córdoba, hay gente que viaja un hora y media, dos horas, para llegar a su empleo. O sea que tiene jornadas de ocho horas y tiene once horas fuera de la casa.
-Me viene en mente toda esa gente que hoy en día, para sobrevivir o mantener el nivel de vida a la que está acostumbrada no contempla la reducción de su jornada laboral, sino que -muy por el contrario- está buscando más trabajos para poder llegar a fin de mes. Hoy se está hablando más del fenómeno de los pluriempleados que de los desocupados ¿Cómo encajaría en ese proyecto de reducción de jornada laboral esta sobredemanda de trabajo?
-Antes eran los jornaleros que trabajaban de sol a sol y no había horario. Después de muchas luchas vino la jornada de ocho horas y eso mejoró la situación de todos, primero la de los que trabajaban con horario y después la de los que no tenían horario. Porque se empezó a instalar que lo normal era trabajar ocho horas, por más que no tuvieras un empleo formal. Y si ahora vamos hacia las seis horas, se va a terminar instalando para todos que las jornadas deben ser de seis horas. Los avances sociales empujan al conjunto. Aunque hay, como vos decís, sectores que todavía están con los problemas del siglo XIX sin resolver.
-Y en ese punto, ¿no es una deuda del sindicalismo argentino? Esa masa enorme de trabajadores y de trabajadoras que no acceden a las medidas que anunció Massa, por ejemplo, o a tener una representación sindical, una obra social, una remuneración justa, vacaciones pagas, etc.
-Sí, es una deuda. Yo creo que es un tema que el sindicalismo lo tiene que tomar. Por eso nació la CTA. La CTA dijo que la clase trabajadora es una sola, sea formal o informal. Una cosa es ser sindicalizado, que no es sinónimo de ser clase trabajadora, y viceversa. No tener un trabajo con convenio no es sinónimo de no ser parte de la clase obrera. Y tenemos que hacernos cargo, a través de distintas iniciativas, de unificar eso. Por eso la CTA tiene dentro de su composición sindicatos, organizaciones sociales, movimientos cooperativos y otras formas organizativas del sector informal. Pero es una discusión de la sociedad. Cuando vos escuchás el discurso de Milei o de Patricia Ulrich, ellos quieren que los informales seamos todos.
-¿Qué le preocupa más? ¿Un posible escenario de balotaje de Massa contra Milei o de Massa contra Bullrich?
-A mí lo que me preocupa más es que lleguemos al balotaje y que seamos la expresión política con la mayor cantidad de votos.
-¿Pero le tiene más temor a uno u otro candidato de la oposición? Porque algunos dicen que Milei parece no tener techo, pero no tiene estructura política, territorial, no tiene cuadros, es muy improvisado. En cambio Bullrich tiene el aparato del PRO y la base del radicalismo.
-La dificultad que nos presenta Milei es que tiene la enorme ventaja de que, para la mayoría de la gente, no para nosotros, es una novedad. Y encima es alguien que no gobernó. Y cuando vos no gobernaste nunca tenés la libertad -como la que tuvo Macri antes de ser presidente- de decir cualquier cosa, de vender espejitos de colores. Imagínatelo a Macri haciendo esa misma campaña hoy, no lo votaría ni la madre. Por eso ahora, Bullrich está diciendo lo que dice en la campaña. Ahora sabe que tiene que ir por la verdad descarnada porque tiene que competir con otro candidato que le levanta la apuesta en ese sentido.