En el análisis político jamás se debe separar los tres factores que los profesionales del campo de la indagación política llaman “la gran dinámica”: la interrelación de la economía, la política y el aporte de la sociología política. Esta troika permite analizar, comprender, distinguir y reflexionar sobre la aplicación de medidas políticas y cómo van a impactar en la gente.
Sin duda, el entendimiento y la percepción de la gente están imbricados en el proceso electoral, y esto Massa lo profundizó con una narrativa que apuntó a clarificar los dos modelos antagónicos con la condición humana.
Explicó claramente los costos que pagarán las familias con la eliminación masiva de políticas de Estado, con el recorte del gasto público en 15 puntos del PBI, como propone el Plan Motosierra de Javier Milei. El 22 de octubre, el 36,7% de votantes entendió que se está definiendo mucho más que la elección de un presidente por cuatro años; es un modelo de sociedad.
Pero no es suficiente. A siete días del balotaje, todavía hay un segmento muy importante de la sociedad que debe tomar conciencia del significado e implicaciones de someterse al experimento que propone el anarcolibertario Milei. Las políticas que promueve necesitan totalitarismo, no democracia; eso se debe entender. Milei y su candidata a vice, Villarruel, que desacreditan los derechos humanos, bastardean el sistema democrático.
La crisis argentina no es económica, es política.
Para describir el escenario en el que discurre la actividad política habría que interrogarse sobre qué factores influyeron para que una persona que hace tres años era un economista mediático que pululaba en los canales de televisión se transformara en candidato a presidente proponiendo presidir un Estado como “un pedófilo en el jardín de infantes, con chicos encadenados y bañados en vaselina”. Esta metáfora sexual muestra que quiere un Estado insensible a las necesidades de la gente, un Estado de sometimiento.
Lo que aspira Milei es que la sociedad se convierta en las utopías de libros del pensamiento libertario, como la del ideólogo máximo del anarcocapitalismo, Murray Newton Rothbard, como Friedrich Hayek o el paleolibertario Hans-Hermann Hoppe, y lo peligroso es que tiene posibilidades reales de experimentarlo con la sociedad con un riesgo cierto de autocratización.
Sería interesante que nos preguntáramos ¿por qué los argentinos llegamos a esto? Llegamos a esto porque la política dejó hace rato de hacer política.
Más de un centenar de economistas extranjeros especialistas en la economía de la desigualdad o desigualdad de ingresos, entre los que se destacan Thomas Piketty, Jayati Ghosh, Branko Milanović y José Antonio Ocampo, advirtieron en un documento que la elección de Javier Milei como presidente de la Argentina puede provocar una mayor “devastación” económica y caos social en el país. Milei «es un peligro real para Argentina». Además, son contundentes sobre sus ideas: “Sus propuestas de cortes drásticos en gasto social son simplistas y no tienen evidencia comparativa o histórica seria». Los argentinos ya lo hemos experimentado estas propuestas en carne propia con la dictadura militar, con Menem y Macri.
En la misma línea se expresan más de 600 economistas integrantes del colectivo Economía Política para la Argentina. Advierten que los problemas de Argentina pasan por una amplia unidad nacional con Sergio Massa como presidente de la Nación.
Si bien toda elección presidencial es importante, hay elecciones que son más decisivas que otras, y esta es una elección absolutamente decisiva porque están en disputa dos concepciones distintas para el desarrollo de la vida social, económica, política e institucional.
Votar a Massa es votar sentido común. Si hay algo que la sociedad necesita de la política es sentido común. El primer y más llamativo signo de que el sentido común está en crisis es que no hay acuerdos sostenibles en política económica.
Todos los argentinos queremos un cambio urgente. La apropiación del cambio no la tiene la ultraderecha fascista de Milei. Cuando uno lo escucha que va a romper todo y las políticas que reemplazarán, nos encontramos con una distopía que puede ser, si lo votan, realidad. La distopía tiene como característica la destrucción. Lo hace aún más peligroso la alianza con Macri y Bullrich.
Lo peor de estos personajes no son las conductas políticas extraviadas, sino el desquiciamiento a la hora de tener criterio sobre las cuestiones para construir el bien de amplios sectores de la ciudadanía.
Creo que, a pesar de que hay mucho enojo y descontento por las dificultades actuales, en la segunda vuelta la mayoría de los argentinos tomarán decisiones sensatas sobre su futuro y el de las generaciones venideras. El único cambio verdadero es el gran acuerdo nacional que propone Massa, un gobierno multidisciplinario y multisectorial, para implementar un plan de estabilización macroeconómico y normalizar las variables.
Un dato muy alentador para la salud del sistema democrático es la decisión de dirigentes radicales que llamaron abiertamente a votar por Massa para derrotar a quien consideran que es una «amenaza a los valores radicales y de la sociedad argentina». Es deseable para la política que se estén reencontrando con su ethos, que es defender la convivencia democrática y derrotar el odio.
“Es la economía, estúpido”, frase que popularizó Bill Clinton marcando que la economía condiciona la política. El caso argentino, en cambio, pareciera ser un tanto diferente. Aquí “la política condiciona a la economía, estúpido”.
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