Una obra extraordinaria de exquisita literatura, una epopeya de una vida que no puede decirse que careciera de rasgos novelescos, de amores románticos, de liderazgo, de coraje, de extravagancias, de determinaciones políticas y de una enorme nobleza. Por caso, la batalla de Ciudadela, en 1831: Lamadrid, vencido, huye a Bolivia. Lamadrid, que había saqueado La Rioja y humillado a la madre y a la hermana del Tigre. Lamadrid, que ahora, vencido, pedía a Facundo que le enviara sana y salva a su familia, cosa que Quiroga hizo, advirtiéndole en una misiva que no olvidaba los agravios, pero que las familias no tenían que sufrir ningún atropello. Terminaba esa carta diciendo:
“Ojalá nos volvamos a encontrar para que alguno de los dos desaparezca. Su mejor enemigo, Juan Facundo Quiroga”.
Lamadrid le contestó:
“Usted podrá ser todo lo enemigo que quiera, pero este gesto extraordinario no lo olvidaré jamás”.
No parece esta conmovedora anécdota pintar el prototipo de bárbaro que Sarmiento eligió para definir la historia como una civilización que es el progreso de la humanidad, Europa, la cultura y la ciudad; y, en oposición, la barbarie, que es el atraso, la campaña, el gaucho, los indios, los negros y los caudillos federales como Quiroga.
El Facundo histórico y objetivo pugnaba por la organización nacional en base a unos principios que exigía que se pusieran en la “libretita” —como llamaba a la Constitución— estos ítems:
- Régimen republicano, rechazo a las monarquías.
- Régimen federal, rechazo al unitarismo.
- Regionalismo, rechazo a la desintegración.
- Sufragio universal, rechazo al voto calificado. (1)
Rosas postergaba la sanción de la «libretita» que, organizando federalmente la Nación, habilitara el reparto de los beneficios de la Aduana. En ese contexto, lo envía a negociar al Norte y, al regreso, en Barranca Yaco, una partida de forajidos, liderados por Santos Pérez, lo asesina de un balazo en el ojo. Sospechan de Rosas, entonces Juan Manuel realiza una investigación que culmina con los hermanos Reinafé colgados en la Plaza de la Victoria.
El Facundo de Sarmiento no solo constituyó una maravillosa pieza literaria que inmortalizó el mito, sino también un texto político que significó una matriz para la interpretación histórica, basada en la demarcación entre bárbaros y civilizados. Dice Ramón Torres Molina que:
“Constituyó la ideología de la clase dominante que justificaba el ejercicio de la violencia contra los sectores de la población considerados bárbaros. La historia tenía una dirección: la civilización se imponía a la barbarie, incluso destruyéndola. Después esa antinomia fue actualizada con otras que, en el fondo, con distintas denominaciones, remitían al viejo antagonismo expuesto por Sarmiento”. (2)
El esquema creó un territorio de la barbarie que justificó su aniquilación, pues no solo lo habitaron los negros, los indios, los gauchos y los caudillos federales, sino que después fueron bárbaros los inmigrantes, los obreros anarquistas, los socialistas, los cabecitas negras, los militantes desaparecidos. Así, por ejemplo, en nombre de la civilización occidental, la dictadura cívico-militar del ’76 produjo un genocidio con delitos de lesa humanidad, hecho reivindicado por el actual gobierno nacional y sus cómplices.
Estos últimos, expresándose como los representantes de los “argentinos de bien”, atacan a los pobres, los trabajadores, los militantes de izquierda, los defensores de derechos humanos, los vulnerables, jubilados, enfermos, discapacitados, los hermanos de la Patria Grande, los docentes y los estudiantes. En sus mentes, todos ellos conforman el mapa de una “casta bárbara”, a la que agreden con violencia, arrasan con la cultura y los derechos, censuran el pensamiento y el arte, empobrecen y hambrean con el ajuste, gobiernan para el saqueo. En nombre de la “Libertad”, han causado el sufrimiento que hoy atraviesa toda la sociedad argentina.
Más allá de que estas políticas no dejan dudas sobre su inscripción salvaje, hay un plus que excede la escisión sarmientina, otorgándoles una dimensión borderline, difícil de digerir, de procesar en el pensamiento: una Argentina que, a partir de la promoción de la estafa por parte del Presidente, bordea el delito y la locura.
Fuentes:
(1) Caras y Caretas: “Facundo, el caudillo de las montoneras”.
(2) Ramón Torres Molina: Facundo Quiroga: De la leyenda a la historia (Ediciones Continente).