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DOS ORILLAS
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Director: Claudio Gastaldi
martes 4 de febrero de 2025
Nota escrita por: Ricardo Monetta
lunes 3 de febrero de 2025
lunes 3 de febrero de 2025
Histórico: Cuando la sociedad le dijo basta la Fascismo
Hace poco tiempo le pregunté a un amigo, al que llamaré Roque Mario, de quien admiro su sabiduría política, si estábamos a las puertas del fascismo. Él me contestó tajantemente: "No, a las puertas no, ya está con nosotros, presente".
Ricardo Monetta

Entonces reflexioné sobre por qué la sociedad toda tardó tanto tiempo en darse cuenta de que el tiempo histórico y político que nos tocó vivir nos mantenía inconscientes de que «estábamos durmiendo con el enemigo».

George Orwell, el autor de Rebelión en la granja, se preguntaba con fina ironía por qué los pueblos tenían esa incapacidad para definir el uso del término «fascista». Pareciera que nuestra sociedad tuviera una moral provisoria, que ni los propios conservadores estarían dispuestos a reconocer.

Pero siempre el calor del infierno se enciende con una «chispa». Y esa chispa fue la vulneración de derechos humanos en toda su dimensión, sin distinción de géneros ni vinculación partidaria. Por eso la respuesta no solo en Argentina, sino en 17 ciudades importantes del mundo, coincidió en una multitudinaria manifestación colectiva que desbordó las respectivas plazas centrales, sin ningún acto «terrorista» que diera motivo a la miserable ministra de (In)seguridad, P. Bullrich, para saciar su insaciable sed de violencia. Como fracasada «terrorista» de cabotaje, ni siquiera supo aplicar su propia lógica represiva.

Este gobierno se cansó, bajo la impunidad de la legitimidad electoral y la corrupción de legisladores venales, de abusar de los derechos de los argentinos con una crueldad sin antecedentes en nuestra historia. Porque gobernar con decretos de necesidad y urgencia, y el famoso DNU 7023, no es un aval para llevar a más de la mitad de la sociedad al límite de la supervivencia, mientras que sus «alfiles dorados» —Caputo, Sturzenegger y Santiago Caputo— se encargan del «negocio financiero», de la fuga de divisas y de la balcanización de las tierras con inmensos recursos naturales del país, sin contar con la nueva deuda próxima a constituirse con nuestro «buen amigo» y socio financiero, el FMI.

¿Cómo no van a aplicar medidas fascistas si el despliegue de autoritarismo institucional está destruyendo y entregando a privados y multinacionales la energía, el INTA, las plantas nucleares, etc.? A pesar de ello, la sociedad, desinformada por la intoxicación de medios y periodistas serviles, sigue creyendo en una vida que no se corresponde con la realidad. Es que en la Argentina del libertarismo, la libertad ha sido extirpada del tejido común que se construye con el sentido de igualdad y fraternidad. Esa extirpación implica una «seudo libertad», que cultiva el no igualitarismo y un extremo egoísmo.

Por eso, la suma de actitudes antidemocráticas e inhumanas termina, ante la pasividad general, en un fascismo larvado que poco a poco también se nutre de violencia explícita en lo lingüístico. No hay nada que moleste más al fascismo que las demostraciones emancipatorias, y es ahí donde aparece el Estado con su violencia institucional. La verdadera libertad no es solo una determinación individual, sino que depende más de una práctica colectiva, y esto es lo que hace la política… o debería hacerlo.

Este fascismo explícito llega a la Argentina, de forma inconsciente, de la mano de una ignorancia política, de la explotación del miedo, de un populismo selectivo y de la apelación a una clase media frustrada, anclada en la negación de que la verdadera política es, en sí misma, la única herramienta de transformación. Para enfrentar esto, hay que salir de un vocabulario empobrecido y de una sintaxis elemental. De todo eso se vale el fascismo, sin olvidar las promesas fatuas que subyacen como deseos hacia el odio racista, xenófobo y sexista, fomentados en alianzas con grupos religiosos integristas y bajo una realidad de fake news.

Este fascismo utiliza la doctrina neoliberal más salvaje para dinamitar todo lo público, lo común, de lo cual se nutre la sociedad. Pero cuidado, porque la historia del fascismo nos enseña que es la historia de la banalización: ya sea por el abuso de su semántica o porque disfruta del extraño privilegio de no ser tomado en serio. Y eso ocurre por el desconocimiento de la realidad en que vive el ciudadano en general.

Sin querer, en todo el mundo, el fascismo está siendo recibido —a través del sistema electoral— con los brazos abiertos y el cerebro cerrado. Y su fuerza aumenta a medida que penetra en las instituciones.

Por eso hay que estar atentos. Ojalá que esta marcha multitudinaria tenga una continuidad en un plan de acciones y de debate en todos los espacios posibles.

Ya hay demasiados cuerpos cargados de historias negras y de sufrimientos por privaciones inhumanas e ilegítimas, que caen sobre un país desmembrado, herido, lleno de ausencias, que ya ni siquiera cobija. Solo raspa y duele.

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