El relevamiento de la UCA revela que casi la mitad de los argentinos (49,9%) vivió en situación de pobreza entre julio y octubre de 2024, mientras que la indigencia afectó al 12,9% de la población. Se trata de cifras alarmantes porque, aunque reflejan apenas una leve mejoría respecto al pico histórico del primer trimestre de 2024 (55,9%), se mantienen cerca de los máximos de las últimas dos décadas y muestran un deterioro significativo en comparación con el 44,7% registrado a finales de 2023.
El informe titulado “Deudas sociales en la Argentina del siglo XXI (2004-2024). Fin de ciclo y futuro abierto”, presentado por Agustín Salvia, director del Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA), describe un «panorama devastador». Salvia destacó que Argentina atraviesa una crisis sistémica fruto del agotamiento de un modelo político-económico fallido basado en consumo financiado con déficit y endeudamiento. Las políticas de ajuste aplicadas por el gobierno de Javier Milei, como devaluaciones y recortes en el gasto público han tenido un fuerte impacto en la calidad de vida de la población.
“La población no siente alivio en el bolsillo porque, si bien bajó la inflación, cambiaron los gastos fijos en los hogares destinados a pagar servicios como luz o agua. A su vez en el IPC no está bien representada esta ponderación. La mejora en la inflación no está yendo al consumo“, explicó Salvia.
La niñez, la cara más trágica de la pobreza
Los más afectados por esta crisis son los niños. El 65,5% de los menores de entre 0 y 17 años vive en pobreza, y dos de cada diez están en condiciones de pobreza extrema. Este índice ha empeorado ininterrumpidamente desde 2018, evidenciando una desinversión generacional profunda. Mientras que en 2011-2012 el 40% de los niños eran pobres, hoy esa cifra se ha disparado, afectando especialmente a los hogares con menos capital social, donde se concentra la pobreza extrema.
El rol de los planes sociales
En este contexto, los programas de asistencia social se han convertido en un pilar para evitar un desastre aún mayor. Según la UCA, el 36,3% de los hogares en áreas urbanas recibe algún tipo de ayuda estatal. Sin estos programas, la pobreza ascendería al 55,4% y la indigencia alcanzaría un alarmante 23,2%. A pesar de una leve disminución de la inflación y del desempleo, las mejoras en los indicadores son insuficientes frente a la magnitud de la crisis. Las deudas sociales acumuladas durante dos décadas de crecimiento desigual, estancamiento y crisis estructural siguen siendo una amenaza para el futuro del país. El panorama es sombrío y refleja la necesidad urgente de políticas que no solo detengan el deterioro, sino que aborden las causas estructurales de la pobreza y la desigualdad en Argentina.