Para el que suscribe, fueron tres en los tiempos modernos que tomaron ideas progresistas, aunque uno no pudo aplicarlas porque falleció «misteriosamente» luego de 33 días de papado. Los otros dos fueron Giovanni Roncalli, Juan XXIII, y luego nuestro compatriota Jorge Bergoglio, o sea el Papa Francisco.
Nunca nadie imaginó que este Papa, venido de Latinoamérica, iba a conmocionar la estructura de una Iglesia que iba perdiendo adeptos porque su doctrina era muy arcaica en relación con la vorágine que había sacudido al mundo desde el comienzo del siglo XXI. Los debates políticos y religiosos que venían sacudiendo a América Latina en los años setenta tenían su correlato dentro de la Iglesia. En los años 69 y 73 nace en la Argentina la «Teología del Pueblo», como una rama autónoma de la Teología de la Liberación, pero a diferencia de esta, su lucha no se centraba en la «lucha de clases», sino en las nociones de «pueblo y antipueblo» en las luchas populares de América Latina.
Pero son los pobres, quienes al menos de hecho en América Latina, quienes con su religiosidad conservan la cultura de sus pueblos. Por un lado se consideraba a la religión como núcleo de la cultura de los pueblos, lo que se consideraba que no debía ser «el opio de los pueblos», sino que tiene, además de un potencial evangelizador, un enorme potencial de liberación.
Por eso Francisco decía que: «Para hacer posible el desarrollo de una comunidad mundial, capaz de realizar la fraternidad a partir de los pueblos y naciones, y que vivan la amistad social, hace falta que la mejor política se ponga al servicio del verdadero bien común». O sea que Francisco no escindía la política de la religión.
En 1970 comenzó a colaborar con la revista de Teología, Filosofía y Ciencias Sociales. Allí se vinculó con el grupo de «Los Rioplatenses», como se identificaron los pensadores argentinos y uruguayos que buscaban una identidad cultural y religiosa latinoamericana. Entre ellos, Amelia Podetti, Alberto Methol Ferré y Guzmán Carriquiri.
Entre los teólogos y pensadores que participaban de estos debates estaban Lucio Gera, Juan Carlos Scannone, Enrique Dussel, incluso el famoso teólogo Rodolfo Kusch, y el acercamiento al peronismo se dio por la amistad con Podetti, una reconocida filósofa que tenía vínculos con la agrupación Guardia de Hierro. Por invitación de Amelia, algunas veces participaba de las reuniones del Instituto Ramón Carrillo, un centro dedicado al pensamiento histórico-político con fuerte acento en la ética filosófica.
Para el escritor Duzdevich, el Papa Francisco tiene tal dimensión que se lo empequeñece si se lo pretende embanderar como «peronista».
Para el padre Francisco Olivera, Francisco entendió un mundo donde las cosas se construyen desde abajo con los movimientos populares y, además, creyó que tiene que haber intervención del Estado, que no puede dejar las cosas libradas al «libre mercado» y a la especulación financiera… (¡Cómo no lo van a odiar los conservadores!)
Francisco, en un discurso en 2023, criticó ferozmente el orden establecido en Occidente:
«Ya no podemos confiar en las fuerzas ciegas y en la mano invisible del mercado. El crecimiento en equidad exige algo más que el crecimiento económico, porque se requieren decisiones, programas, mecanismos y procesos específicamente orientados a una mejor distribución del ingreso, a una creación de fuentes de trabajo y a una promoción especial de los pobres que supere el mero asistencialismo.»
También expresó:
«Estoy lejos de proponer un populismo irresponsable, pero la economía ya no puede recurrir a remedios que son un nuevo veneno, como cuando se propone aumentar la rentabilidad reduciendo el mercado laboral y creando nuevos excluidos.»
(Atención Macri y Milei.)
Era un observador social innato cuando dice: «La unidad debe prevalecer sobre el conflicto, ya que no hay posibilidad de obtener ‘algo’ sin el diálogo y el consenso, porque la realidad es superior a la idea en cualquier dimensión.»
Si esto no es política, ¿qué es?
Además, no se separa de la religión cuando dice que ambas, política y religión, existen por la condición trágica de la vivencia humana.
Las palabras de Francisco tienen un valor fundamental porque es un hombre que viene de la periferia, y él afirmaba que las grandes soluciones van a venir de la periferia y que la centralidad agotó el paradigma.
Por eso es un visionario. Por ejemplo: la Revolución Francesa, las luchas revolucionarias por las independencias en América Latina, etc.
Quien suscribe es un agnóstico irredento, pero que sabe —o cree saber— los valores de la condición humana.
1 comentario
Arg
Es otro idolo mundial, como muchos otros Argentinos. Estará también al lado del señor, ya.