Qué es ser de izquierda ahora, con la globalización encima como un dato de la realidad, pero prefieren disfrutar de las bondades tecnológicas, que las identifican con la etapa superior del capitalismo, sin darse cuenta de que viene con el fascismo encubierto. Porque ya nadie discute el marxismo como método de análisis que les permita encontrar la situación real y sacar conclusiones sobre un hecho final de las ideologías que es la lucha del opresor sobre el oprimido. Algunos se preguntan si todo esto de la ausencia de la izquierda bien entendida no ha sido primero un hecho cultural de demonización ideológica a través del gran dominio de las corporaciones mediáticas.
No se puede dejar de perseguir los mismos objetivos de justicia, igualdad y libertad, pensando que el mundo ha generado un proceso de deshumanización tal que las utopías han pasado a ser realidades filosóficas, a fantasías demodé. Incluso para muchos de superficialidad izquierdista, se ha tornado más un acto cultural que político. Son muchos y cada vez más los que entienden que el capitalismo es inhumano como sistema, pero no se animan a cruzar la divisoria por miedo de que los tilden de «izquierdistas». La izquierda adoptó históricamente distintas formas frente a realidades disímiles, pero durante el siglo XX siempre tuvo un sustento ideológico que le sirvió para explicar al mundo el porqué de ese sentido de pertenencia ideológica.
En Argentina subsisten sectores de izquierda ortodoxa que reivindican para sí la exclusividad revolucionaria (trotskistas). Luego, una gama de socialdemócratas, marxistas, ex-subversivos y peronistas revolucionarios que integran un conglomerado de fronteras lábiles y difusas. Eso sí, siempre divididos.
Cualquier pensante identifica como condición necesaria para ser considerado de izquierda, una «cierta sensibilidad igualitaria». Hay países que, sin ser de izquierda extrema, han sabido conciliar un sistema que se acerca a una socialdemocracia, sostenida por un ámbito cultural que los distingue. Me refiero a los nórdicos: Suecia, Finlandia y Noruega, a los que podríamos agregar Dinamarca.
Quizá se tendría que encarar un nuevo reformismo, para oponerlo al nuevo liberalismo. Hay que gestar un cambio de concepción, no sobre los objetivos que serán siempre los mismos e irrenunciables, sino después del fracaso de los 70 y del iluminismo trágico, porque si tiene que haber una vida mejor, que sea ahora y no al final del camino.
El gran dilema de la izquierda argentina fue la irrupción del Peronismo, que dio mejores condiciones de vida a esos trabajadores que socialistas y comunistas se proponían redimir. Y ¿qué es lo que define a una fuerza de izquierda? Su base social, la redistribución equitativa de los ingresos y la participación popular en la toma de decisiones. El Peronismo supo aprovechar esas bases, además de echar mano a una vieja, pero no por eso menos valiosa, que dice: «Un partido que no tiene como sujeto social a los pobres, no puede ser de izquierda». El problema para la izquierda es el intento de darle racionalidad a través del materialismo histórico. Claro, para eso hay que pensar. Y hay mucha pereza intelectual.
Hoy, la izquierda tiene dificultades para sobrevivir como instrumentación práctica de la política, pese a ello, muchos de sus valores impregnan el resto del arco político y forman parte del conjunto social, lo cual de por sí ya es una victoria cultural.
Como dice la canción, «todo pasa, y todo vuelve». ¿O acaso se creían que porque el imperio enterró a Hitler y Mussolini no volverían más? Miren el mapa de Europa y se convencerán.
Leo
Perfecto, cuando parten de decir a medias lo que piensan las cosas no funcionan.
Solidario
Pobre dn Monetta sigue defendiendo teorías que atrasan 7 décadas. Aunque tiene razón al decir que la izquierda se quedó sin base de sustento popular y sabe porque? Culpa de los mismo de izquierda que por leer 2 párrafos de Marx, usar camiseta con foto del Che y andar sucios se creen intelectualmente superiores y se encerraron en sus debates dialécticos de cafés trasnochados.