Pasando a la guerra Israel-Gaza, debemos decir que a más de cuatro meses de iniciado el conflicto (que en realidad comenzó en 1948 con la expulsión de 700 mil palestinos), ahora los actores han mostrado diferentes posiciones. Mientras Israel dice a su pueblo que está luchando contra Hamas, no lo hace contra la corriente que obedece a la Hermandad Musulmana, y la coalición de Benjamín Netanyahu se empeña, a pesar de la recomendación del Superior Tribunal de Justicia de la ONU, en aterrorizar a la población civil de Gaza para empujarla a abandonar el territorio Palestino, o sea, su propia casa. Las privaciones, las torturas y las masacres no son en sí mismas, sino los medios que el gobierno de Israel despliega para anexar cada vez más a través no ya de la colonización tradicional que ejecutó durante más de siete décadas, sino que ahora es a sangre y fuego.
Esto trajo algunas consecuencias a nivel internacional, como por ejemplo, el poderoso partido político yemenita, Ansar Allah, tomó la iniciativa de atacar en el Mar Rojo los barcos de carga israelíes, en solidaridad con la causa Palestina. También los «hutíes» atacan a los barcos cuyas naciones se vinculan o respaldan a Israel, provocando una congestión en el Canal de Suez, lo que obliga a los mercantes a tomar otra ruta por el Cabo Buena Esperanza en África, lo que encarece en tiempo y en costo sus traslados.
El Consejo de Seguridad de la ONU recordó que el Derecho Internacional prohíbe atacar barcos civiles, pero también reconoció que el problema no podrá resolverse si no se pone fin a la masacre de Gaza. En su práctica cínica de diplomacia, los EEUU se oponen públicamente a la masacre de los palestinos pero se muestran solidarios con la venganza «ciega» de Israel contra ellos. Llegan al colmo de pedir públicamente que Israel permita entrar la ayuda humanitaria de alimentos y medicamentos, mientras el gobierno de USA sigue suministrándole a Israel la munición de artillería y las bombas destinadas a los palestinos. No nos extrañemos. Siempre la diplomacia yanqui y la OTAN han transitado por el camino de la hipocresía y el cinismo.
Para resolver el «problema» de los ataques de los yemenitas a los barcos, EEUU montó lo que se denominó «Operación Prosperity Guardian». También pidió la participación de sus vasallos occidentales, violando así la autoridad del Consejo de Seguridad de la ONU, que no había autorizado ningún tipo de acción militar contra Yemen. Por el momento, los bombardeos contra Yemen no han logrado afectar las instalaciones bélicas de Ansar Allah. Los gobiernos de Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos coinciden con la posición de la Liga Árabe formulada en 2002, reconociendo el estado hebreo y la normalización con Israel solo cuando se cree un Estado Palestino. (Una manera de «lavarse las manos» olímpicamente, porque saben que eso no ocurrirá, y porque tienen en los EEUU y los países de la OTAN su mayor mercado petrolero). Priman siempre los intereses sobre lo humano.
Sin embargo, Egipto, que ha perdido ingresos porque está a la vera del Canal de Suez y sus ganancias son gracias al tráfico marítimo, no ha tomado medidas contra Ansar Allah. Muy por el contrario, se solidarizó con los jefes de los yemenitas y saludó públicamente el esfuerzo de ese movimiento político en favor del pueblo Palestino. Mientras tanto, como una señal evidente de toma de posiciones, los barcos rusos y chinos transitan libremente esas aguas.
Y como para que nadie quede afuera de la «fiesta», Teherán salió de su silencio, bombardeando una serie de objetivos vinculados a Israel y a EEUU en tres países: en la parte de Siria, que EEUU ocupa ilegalmente; en Irak, donde la presencia militar de norteamericanos es permanente después de la guerra, y en Pakistán, donde Washington apoya a un movimiento separatista.
La Casa Blanca afirmó que esos ataques no quedarían impunes, pero tendrá que moderar sus respuestas militares, ya que tiene el riesgo de provocar una inestabilidad internacional que puede llevar a una escalada mundial sin control, y eso sería trágico para la Humanidad.
Volviendo a Gaza, porque todo tiene que ver con todo, la Corte Internacional de Justicia emite las resoluciones cautelares en el caso de la denuncia de Sudáfrica, que acusó a Israel de perpetrar un genocidio contra Gaza. La CIJ tomó por mayoría abrumadora de 15 jueces contra 2, reconociendo, cínicamente, que hay «sospechas» de genocidio y ordenó a Israel que evite acciones drásticas y que permita toda la ayuda humanitaria que necesita la población gazatí. Pero la CIJ se cuidó sobre los pedidos de reparaciones para las víctimas civiles palestinas y de no condenar a los culpables del genocidio. Ordenó también que el Estado de Israel «debe suspender inmediatamente sus operaciones dentro y fuera contra Gaza».
¿Alguien, ingenuamente, puede creer si Israel durante más de 7 décadas intentó a través de una colonización violenta, y ahora con la fase final de un plan perfectamente planificado de expulsión de los palestinos, pueda llegar a cumplir los mandatos de una Corte Internacional de Justicia, que en los últimos veinticinco años «miró para arriba» con las invasiones a Irak, Afganistán y Siria, e inducción en la Guerra de Ucrania junto con la OTAN, por parte de EEUU?
Fuente: Red Voltaire