Director: Claudio Gastaldi
Concordia
domingo 8 de septiembre de 2024
Nota escrita por: Ricardo Monetta
martes 16 de julio de 2024
martes 16 de julio de 2024

La Utopía de la Paz en Palestina

La paz, tan ansiada y declarada como una necesidad mundial en el conflicto palestino-israelí, parece cada vez más lejana debido a la intransigencia del gobierno de Benjamín Netanyahu. Nadie recuerda el Derecho Internacional ni las verdaderas raíces del conflicto.

Para muchos, Israel no es un país al uso tradicional, sino una entidad colonial gestada desde finales del siglo XIX y concretada en 1948. Esta entidad fue creada de forma “artificial” y militar por un movimiento mesiánico, colonialista y supremacista llamado sionismo. Así lo definieron desde el principio los padres sionistas fundadores del Estado de Israel. Por ejemplo, Theodor Herzl, considerado el líder del sionismo, en su carta a Cecil Rhodes (padre del colonialismo moderno) en 1902, le explicaba: “Mi plan de crear un hogar judío en Palestina es un plan colonial”. O más tarde, V. Jabotinsky, el líder de la “derecha sionista”, en su documento “The Iron Wall” especificaba: “La colonización sionista en Palestina debe ser llevada a cabo en contra de los deseos de la población nativa”. Por tanto, el carácter colonial de Israel queda claro y definido por sus fundadores desde el principio.

La inmensa mayoría de los habitantes de Israel no son originarios de esa tierra, sino que han llegado recientemente desde más de 70 países diferentes. La mayoría provino de Rusia y países del este europeo, pero también de Latinoamérica, Etiopía y, en menor medida, de Estados Unidos y Europa occidental. Esta población no tiene nada en común, ni cultural ni históricamente, entre ellos, por lo que necesitaban “algo” que los mantuviera cohesionados. Desde el principio, ha sido “el enemigo exterior”, definido por ellos mismos, es decir, “el pueblo palestino”. Cuando en realidad, los palestinos son los habitantes históricos de ese territorio, los verdaderos dueños de esas tierras, mientras que los israelíes son los que, venidos de distintas partes del mundo, han ido “colonizando” el territorio palestino.

La historia no miente: Israel es un estado creado por y para la guerra, que no puede existir sin estar inmerso en una contienda bélica permanente. Esto se debe a que perdería su cohesión interna y, por tanto, su autodestrucción. Por eso el actual gobierno sionista intenta regionalizar y globalizar la guerra junto a su socio EE.UU., porque ese es el medio en que la entidad sionista se mueve con más comodidad.

La regionalización bélica permitiría seguir con el sacrificio de Palestina “con disimulo”. Es la misma estrategia que Herzl proponía a principios del siglo XX para expulsar al pueblo palestino con el objetivo de poder crear su futuro pueblo judío. Otra particularidad del Estado de Israel es que es el único país de Naciones Unidas que no tiene fronteras definidas, aunque es un requisito indispensable para pertenecer a dicha organización tener unas fronteras delimitadas y estables. La razón es sencilla: al no tener fronteras, no tiene límites para la “colonización”. Porque el verdadero objetivo no solo es quedarse con Palestina, sino hacerse con todo el territorio desde el Nilo hasta el Éufrates. Por eso su bandera tiene dos franjas azules que simbolizan esos dos ríos. Este objetivo ha sido explícitamente expuesto en declaraciones como la de David Ben-Gurión, fundador y primer ministro de Israel.

El actual mapa de Palestina fue diseñado por el Mandato Británico, pero el gobierno de Israel tiene “otro” mapa de conquista que es del Nilo al Éufrates.

Para conocer los rasgos colonialistas de Israel, es imprescindible conocer que los principales ministros de Israel, Ben-Gurión, Yitzhak Shamir, Menahem Begin, antes de la creación del Estado de Israel como estado sionista, pertenecieron y lideraron grupos armados terroristas como la Haganá, el Stern y el Irgún. Así eran definidos por las autoridades británicas de la época y los distintos medios anglosajones de comunicación. Incluso el extraordinario premio Nobel de Física y notable humanista Albert Einstein se negó a recibir en EE.UU. al que posteriormente sería primer ministro de Israel, Menachem Begin, y definió claramente su organización, el Irgún, en una carta al New York Times en 1948 como “una organización terrorista, derechista y chovinista”. Es decir, la idiosincrasia militarista y terrorista del Estado de Israel es previa incluso a su existencia como estado y, leyendo sus propios documentos, se infiere que reside en su ADN, que es el sionismo.

Según Hannah Arendt y politólogos judíos como Norman Finkelstein, o filósofos como Martin Buber, Israel es actualmente una entidad creada para ser el guardián de los intereses capitalistas de Occidente, es decir, de los intereses que las familias más ricas del planeta tienen en Oriente Medio, intereses materializados en sus negocios de armas, construcción, finanzas, petróleo, gas, medicamentos, etc. Estas familias, que están en el top ten de los grandes fondos de inversión, como BlackRock, que conduce Larry Fink, son quienes realmente manejan el mundo en esta época postcapitalista, fundamentalmente con la creación de conflictos bélicos, el control de los medios de comunicación, la presión y compra de políticos y el entretenimiento de masas como Hollywood y Eurovisión. Según el documental de Tom Gielen “Monopoly: Who Owns the World”, entre los principales accionistas se encuentra la familia Rothschild, la misma que a principios del siglo XX ayudó al sionismo a conseguir tierras en Palestina, y la misma que intercedió para que Gran Bretaña se comprometiera a ceder parte de su protectorado en Palestina para la creación del Estado Judío en 1948.

El sionismo es distinto del noble pueblo judío que tiene más de 2000 años de existencia. En cambio, este Estado de Israel fue creado por el movimiento sionista que siempre apoyó al gran capital y que fue ubicado en Palestina para controlar todos los recursos de Oriente Medio, las rutas comerciales entre Oriente y Occidente y servir de guardián de los intereses del gran capital apoyado por su cómplice EE. UU., sin cuya asistencia financiera y armamentística no podría masacrar a 130,000 palestinos y 10,000 niños y niñas.