Luis Velasco, testigo y víctima de su perversión, relató en el juicio que lo condenó: “Von Wernich había presenciado las torturas a las que habían sido sometidos y que luego, haciendo valer su condición de religioso, intentó convencerlos de que colaboraran con las fuerzas represivas, a cambio de salvarles la vida. Al mismo tiempo, se puso en contacto con los familiares de los jóvenes para prometerles que los ayudaría a salir del país hacia Brasil y les pidió dinero “para que los chicos puedan vivir cuando se vayan”. Una vez obtenido el dinero, los siete fueron ejecutados.
Pero ese es solo un relato de las monstruosidades que condenaron a este genocida. El entonces capellán de la Policía Bonaerense fue el primer sacerdote juzgado y condenado por delitos de lesa humanidad: 7 homicidios, 31 torturas y 42 privaciones de la libertad.
Y además jamás se ha arrepentido de sus crímenes, muy por el contrario, envalentonado por la complicidad del actual gobierno con los torturadores y asesinos de la dictadura, ahora aparece firmando una carta de lectores, publicada (no podía ser de otra manera) en La Nazión, el diario que según denuncias, que la justicia duerme sin profundizar, hoy a caído en manos De Mauricio Macri[ii]
Christian Von Wernich, los concordienses saben de quién se trata, sin manifestar el más mínimo arrepentimiento por los horrorosos crímenes que cometió y ayudó a cometer, ahora desde las páginas del pasquín mencionado hace una convocatoria a “dar vuelta la página” y construir una “sociedad de hermanos”.
Probablemente su condición de anciano monstruo irredento le este pasando factura al ponerlo cada vez más cerca (según lo que el afirma son sus creencias) de rendir cuenta por sus crímenes de lesa humanidad, esta vez, no frente a la justicia humana, que ya lo condenó, sino frente a la justicia divina.
Como decía un viejo criollo que supe conocer: “Dios le tendrá reservada una guampa de orín para meterlo”