El hambre de un niño, su miseria, su desamparo, nos avergüenza porque debiera ser honra de los hombres proteger lo que crece, cuidar que no haya infancia dispersa por las calles, evitar que naufrague su corazón de barco, su increíble aventura de pan y chocolate, poniéndole una estrella en el sitio del hambre. De otro modo es inútil, de otro modo es absurdo ensayar en la tierra la alegría y el canto porque de nada vale si hay un niño en la calle, si hay un niño con hambre (2).
Y ¿Cómo concebir, expresar, que esas bocas hambrientas, esos cuerpos enfermos, esas miradas tristes, desesperadas, sean agredidas y rechazadas con soberbia y violencia en sus reclamos? Furiosa represión de los que danzan siniestras figuras montados en las motos de la muerte, que son como los caballos negros de ésta, nuestra noche oscura: “Los caballos, que negros son, las herraduras son negras, sobre las capas relucen, manchas de tinta y de cera. Tienen, por eso, no lloran, de plomo las calaveras” (3). Esas almas de plomo, en estos días, que apresaron a una niña por soñar con un mundo de colores, de fibras y crayones, ese mundo que necesitamos que pinten los niños: “Alguien que pinte aquí, un mundo nuevo, píntalo nena, pinta dentro de mí” (4).
Un mundo distinto, en el que sea inconcebible que un joven muera quemado por cables robados para ahogar el hambre y que caiga sobre su triste memoria la maldad y el odio, lapidada por malvados impíos. Es ese vómito lacerante el que más duele, el que se lanza desde la impiedad, la indiferencia, la estupidez, la insensibilidad, el egoísmo que justifica y, sobre todo, goza del hambre de los niños, de la miseria de los viejos, de la represión a los pobres, del dolor de los enfermos privados de remedios, empujados criminalmente a la muerte, al exterminio.
Es allí donde el Hombre, como especie que valga algo, alguna nobleza, que signifique alguna dignidad, parece derrotado, en el campo en que “los nuestros quedaron sin abrazo, la Patria casi muerta de tristeza, el corazón del hombre, hecho añicos. Antes de que estallara la vergüenza”, será allí precisamente donde, para revertir el fracaso del Hombre, deberemos cantar, porque “el grito no es bastante, y no es bastante el llanto ni la bronca porque creemos en la gente y porque venceremos la derrota” (5)). No debe ser esta pesadilla, madre de la resignación, sino compromiso activo, causa de la esperanza, de otro futuro que viene, lento, pero viene: “El futuro se acerca, despacio, pero viene. Ya se va acercando, nunca tiene prisa. Viene con proyectos y bolsas de semillas, con ángeles maltrechos, y fieles golondrinas, despacio pero viene, sin hacer mucho ruido. Ya casi está llegando, con su mejor noticia. Lento, pero viene, el futuro real, el mismo que inventamos. Nosotros y el azar, cada vez más Nosotros y menos el azar” (6). Solo cabe inventarlo, Nosotros, el pueblo, hacerlo nacer, con creatividad, con amor, con coraje.
“Los Heraldos negros” César Vallejo
“Hay un niño en la calle” Armando Tejada Gómez
“Romance de la Guardia Civil Española” Federico García Lorca
“Dulce Daniela” Víctor Heredia.
“Por qué cantamos” Mario Benedetti.
“Lento pero viene” Mario Benedetti.
BERNARDO
DESCRIPCIÓN GRÁFICA DE LA NUEVA DERECHA Un análisis del conservadurismo radicalizado : https://www.youtube.com/watch?v=xZRJvMP8Jjk