Por eso quiero que sus hijos sí puedan, que todos podamos realizarnos y ser mejores, como sujetos y como colectivo, como patria. Que así se hace, haciéndole pie al “otro”, solidariamente, al que todavía no puede. Duele aún la injusticia de que muchos no accedan a la universidad, porque no es mérito, es la injusticia que arrastra las desigualdades. Que muchos trabajadores, muchos hijos de trabajadores, de pobres y desocupados, de excluidos, de indigentes, aún no puedan, y yo haya podido. Son ellos los “muertos de mi felicidad”, los que llevo como deuda, y esa deuda es una de las razones por las que estaré, y estaremos hoy, todos juntos marchando por eso que aún vale para todos, que es nada más y nada menos que la solidaridad y el futuro: el nuestro y el de los jóvenes, el de las nuevas generaciones, a las que les debemos nuestra parte de lucha.
La patria no se vende, aunque el saqueo, aunque la entrega, aunque los canallas. La patria no se vende, el mañana no se confisca. Por eso daremos pasos firmes hacia la victoria, con la alegría de Jauretche y las pasiones alegres de Spinoza, que es la tela con que se hacen estas cosas, estas cosas masivas, estas cosas del pueblo. Con entusiasmo, con fuerza, con unidad, con determinación para lograr esa libertad real que ha sido bastardeada, confundida con el fascismo, con la avaricia, la miseria y el atroz individualismo. Contra eso marcharemos, por los chicos marcharemos, hacia esa derrota que venceremos. Vamos, marchamos todos, hoy, por todos, por la universidad pública, por la patria.