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miércoles 11 de diciembre de 2024
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Nota escrita por: Ricardo Monetta
lunes 9 de diciembre de 2024
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Octubre sangriento: el preludio de una guerra inevitable

El conflicto entre Israel y sus rivales palestinos y libaneses del Hezbolá ha entrado en una continuidad de las acciones debido al fracaso del alto el fuego entre Tel Aviv y el grupo Hezbolá. Hoy se sabe, por el mismo Abu Ubaida, portavoz del ala militar de Hamás, que lo sucedido el 7 de octubre de 2023 fue un ataque "preventivo" frente a los intentos de ocupación de más territorios palestinos, incluyendo la Mezquita de Al-Aqsa, uno de los lugares más sagrados del islam. El cerebro detrás de la operación fue Yah Sinwar, quien ya fue martirizado en octubre pasado.

El año pasado, Netanyahu planteó como objetivos acabar con Hamás y recuperar a los rehenes. Luego agregó a la lista acabar con Hezbolá y regresar a los colonos israelíes al norte, de donde han sido desplazados por los ataques de la resistencia libanesa. Hoy, los habitantes del norte de Gaza están siendo exterminados porque se niegan a dejar sus casas destruidas. Han decidido morir resistiendo. Mientras tanto, la incursión terrestre israelí en el Líbano ha sido un fracaso, y, a pesar de haber matado a toda la cúpula de Hezbolá, la organización sigue aparentemente fuerte. En cuanto a los rehenes israelíes, estos siguen en Gaza. En los canjes de prisioneros, los rehenes en poder de Hamás regresaban de la mano con los combatientes de Gaza, mientras que desde la Palestina ocupada salían rehenes discapacitados física y mentalmente.

Hasta ahora, Benjamín Netanyahu ha fallado en todos sus objetivos, excepto uno: escalar el conflicto a nivel regional. Con Irán, el asunto está pendiente por ahora, a pesar de que se cruzaron todas las líneas rojas y ya hay ataques directos. Sin embargo, el ataque anunciado de 12 horas sobre Irán fue de solo dos horas. Israel, es cierto, está dispuesto a todo para empezar una guerra con Irán. Desde la operación «Promesa Verdadera» en abril, los iraníes han dejado en claro que la «paciencia estratégica» se terminó y que ninguna acción israelí quedará sin respuesta.

Cuando, el primero de octubre, el cielo de la Palestina ocupada se llenó de misiles balísticos, Irán lanzó la «Verdadera Promesa II» en respuesta a los asesinatos de los líderes del eje de la resistencia: Ismail Haniya, de Hamás; Seyed Hasan Nasralá, de Hezbolá; y Abas Nilforushan, un alto comandante de los Guardianes de la Revolución Islámica. A estos misiles iraníes se sumaron los de Hezbolá y los de Ansar Allah, desde Yemen. El gobierno de ocupación israelí afirmó que respondería con un ataque contundente porque había que acabar con el eje de la resistencia. Luego de un intento fallido por una filtración de documentos que detallaban el plan de ataque, la respuesta de Israel tuvo lugar el 26 de octubre.

Estados Unidos también tiene un interés renovado en atacar a Irán. No por nada la República Islámica de Irán es uno de los integrantes del grupo BRICS, al que los estadounidenses, incluido Donald Trump, ven como una amenaza a la hegemonía de EE.UU. El país persa se ha convertido en una ruta indirecta para atacar a Rusia y China, y para ello Israel es muy funcional a EE.UU. Por eso, mientras exista Irán, Israel no podrá ser «libre». Por ahora, los iraníes han demostrado ser expertos en controlar escaladas y manejar la guerra dentro del derecho internacional a pesar de las inmensas presiones internacionales. Seguramente, Irán será el motor de la muralla de protección de los BRICS. El estado iraní se ha preparado para este momento, desarrollando su capacidad militar, especialmente en cuanto a misiles hipersónicos, y cuenta con el respaldo de China y Rusia.

A ambas partes les conviene, en sentido de supervivencia, la prolongación de la guerra hasta llegar a un momento en que sea posible negociar un armisticio que conforme a todas las partes. Pero, en Medio Oriente, no parece probable que eso suceda.

El problema es que hace una década Israel luchaba, a lo sumo, contra dos facciones militares: Hamás y Hezbolá. Hoy son siete frentes, incluyendo a los hutíes, lo que supone una gran erogación económica y un desgaste humano que sobrepasa su capacidad militar. La guerra le va costando a Israel 67.000 millones de dólares, aparte de lo que le proporciona EE.UU. en armas y efectivo. Si sigue a este ritmo, le costará el 10 % de su PBI. La inversión se ha desplomado, y Moody’s le ha bajado la categoría crediticia al país. 46.000 negocios cerraron en un año, y se proyecta que para fin de año —es decir, mañana— muchos más cerrarán sus puertas, especialmente microempresas.

Más allá de las razones para que el estado de Israel se haya embarcado en una larga guerra, boicoteando todas las iniciativas de paz durante más de 70 años, está la obstinación de negar la existencia de Palestina. La misma Organización de las Naciones Unidas avaló en 1948 la división territorial, donde ambas naciones quedaron estipuladas según los acuerdos y las resoluciones de entonces.

El problema, entonces, es que aquellas naciones que se sienten depositarias de un «destino manifiesto» y de fundamentalismo religioso no tendrán paz en ningún lugar. Porque el mundo es de la humanidad toda y se rige por normas de solidaridad, no de mesianismos invocados en momentos específicos de la historia.

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