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Nota escrita por: Ricardo Monetta
domingo 14 de enero de 2024
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Palestina en Modo Transilvania: Encuentro de Monstruos en la Realidad Actual

Dos personajes legendarios de la literatura gótica del siglo XIX han escapado de las páginas de ficción y películas de terror para aterrizar en la Palestina ocupada. Frankenstein y Drácula, dos siniestros monstruos descendidos del reino de la imaginación, se encontraron en persona el 18 de octubre pasado en Tel-Aviv, capital del Estado sionista de Israel.

Antes, cuando se hablaba de estos engendros sanguinarios, poseídos por el odio y la sed de venganza y muerte, se pensaba que era imposible que tuvieran una vida terrenal. Se suponía que habitaban el reino fantasioso de la imaginación o eran metáforas de advertencia para llamar a la humanidad a evitar ser destruidos por fuerzas creadas artificialmente que escapaban de nuestro control. Sin embargo, la reunión entre «Drácula» Netanyahu y «Frankenstein» Biden, transmitida en vivo desde Tel-Aviv, ha convertido esta proeza, que solo se podía lograr en Hollywood, en una realidad de nuestros días.

Frente al cruel encuentro en Tel-Aviv, los monstruos de la literatura y el cine parecen dóciles en comparación. En esta ciudad sionista, se ha decidido de manera infame y premeditada asesinar a centenares, miles de personas y destruir todo en Palestina, ocupada ilegalmente. Esto sucede en medio de un silencio cómplice del mundo occidental y cristiano. Son dos monstruos sedientos de sangre que se retroalimentan mutuamente.

El monstruo mayor, proveniente de EE. UU., con su guerra continua y sufrimiento provocado, necesita renovar su imperio capitalista decadente con sangre fresca, ya sea de ucranianos en Europa o de palestinos en Oriente Medio. La sed de sangre no tiene límites, como evidenció Biden al saber que el estado sionista masacró a más de quinientas personas en un hospital de Gaza. Esto no detuvo su viaje de apoyo a Netanyahu. Solo atinó a decir que el responsable del ataque al hospital era del «otro bando», creyendo las falacias de desinformación de los servicios de inteligencia israelíes.

Esta sed de sangre, necesaria para seguir existiendo, se reafirmó con el envío de ayuda económica y militar a Israel para que continúe masacrando a los palestinos. De inmediato, llegaron dos grandes portaviones con miles de soldados de EE. UU. y armas sofisticadas para aplastar a los palestinos desde el aire y desde tierra. Netanyahu, el «Drácula» personificado del estado colonialista de Israel, requiere sangre palestina, especialmente de niños y jóvenes, para mantenerse en el poder (ya murieron más de 10.000).

La literatura gótica resulta insuficiente frente a la realidad criminal y genocida que practican los supremacistas blancos de EE. UU. e Israel. La literatura gótica de la realidad tiene un papel en desentrañar las miserias del capitalismo y del imperialismo realmente existentes, al resaltar que el «odio patológico forma parte de la propia monstruosidad, que luego es proyectada sobre el otro, a quienes se considera abyectos».

Este odio patológico se evidencia globalmente con el crecimiento del neofascismo y las extremas derechas, con sus racismos y clasismos que caracterizan a las derechas capitalistas contemporáneas. La paradoja humanitaria es que no existe en el mundo actualmente donde el odio y el desprecio por la condición humana alcancen los niveles a los que se ha llegado en esta guerra infame, reviviendo los horrores del nazismo.

La alta cúpula del estado sionista, encabezada por Netanyahu, pero no todo el pueblo de Israel, muestra su odio visceral y su sed de sangre hacia los palestinos, especialmente los «colonos» que consideran animales y subhumanos a los palestinos. Un miembro del gabinete propuso liquidar al pueblo palestino con una bomba atómica de baja intensidad, y otro funcionario afirmó que solo los menores de cuatro años no son terroristas en Palestina.

Si Occidente no reacciona y deja de lado su hipocresía de vasallaje ante el poder anglosajón, el conflicto podría extenderse al resto de la región. No habrá tiempo para lamentaciones si esto sucede.

En el cine y la literatura, la historia de Frankenstein alude continuamente a cómo «la corrupción de la muerte triunfa sobre el florecimiento de la vida». Esto revela la personalidad perversa de algunos líderes mundiales que nunca rinden cuentas ante ningún tribunal de la historia por los crímenes cometidos. Quizás se autoproclaman seres «civilizados» provistos de un mesianismo fundamentalista, mientras que a la par, se presentan como la Luz y consideran al resto como la Oscuridad.

Sin embargo, creo que estos criminales, como expresión de un capitalismo putrefacto, han declarado un estado de guerra permanente e interminable contra la especie humana. Son un «demonio» que se solaza con la pulsión de la muerte y la destrucción del «otro». La sangre, tanto para Drácula como para Frankenstein, es su razón de ser. No significa que Netanyahu y Biden sean los únicos que se sacian con la sangre de los vencidos, ya que tras ellos se mueven grandes intereses que ahora se regodean con la sangre de los palestinos. Pero vendrán otras víctimas propiciatorias para justificar la existencia de un mundo inhumano que, en sus últimos estertores a través de la industria de la muerte, alimenta a un sistema depredador y nauseabundo, por donde se lo mire. Ya lo decía Gramsci: «Entre un mundo que se muere y el otro que no termina de nacer, es cuando aparecen los monstruos». De ellos estuvimos hablando.

 

Fuente: Con información de Rebelión.org

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