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Nota escrita por: Ricardo Monetta
domingo 23 de julio de 2023
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¿Por qué las democracias burguesas pueden devenir en Fascismo?

Este es un interrogante en cualquier país que gobierne el capitalismo. El último ejemplo palpable es el caso de EEUU, con el intento de autogolpe de Donald Trump.Mucha gente tomó a risa la invasión del Capitolio por las hordas "trumpistas" con todo el simbolismo que llevaba en sí mismo, sin estar respaldado por ninguna fuerza militar. La izquierda norteamericana se burló del hecho en sí, asignándole ningún éxito posible. Pero esto no significa que haya que quitarle importancia, todo lo contrario.

El intento de golpe de estado de Hitler en la cervecería de Múnich en 1923, tampoco tuvo éxito…inmediato. Su violento movimiento permaneció en el limbo durante varios años. Pero ya sabemos cómo terminó esa historia alemana para desgracia de la humanidad. Por supuesto que hay diferencias de épocas. No hay camisas pardas organizadas, ni un ejército hostil dispuesto a actuar, ni un número de industriales financiando aventuras de tremendo significado. La Historia no se repite de forma clara como tragedia ni como farsa. Pero sí, hay que aprender una lección de ella.

Hay mitos que hay que derribar, porque se llegan a falsas conclusiones. Uno es que Hitler fue elegido democráticamente. No lo fue. Le entregó el poder el presidente alemán, Paul Von Hindenburg, quien lo nombró Canciller.

Si en EEUU llegara a producirse el fascismo adoptaría formas diferentes a las anteriores y los fundamentalistas cristianos y evangélicos formarían una proporción importante. Pero lo crucial e importante es que un porcentaje significativo de los industriales y financieros, o sea la clase capitalista dirigente, respalde la imposición de una dictadura con dinero y otro tipo de apoyo. Ese es el elemento común crucial que prevalece en las diferentes formas de toma del poder por los fascistas.

¿Y por qué es tan crucial? Porque el fascismo es una dictadura impuesta para el beneficio de los grandes industriales y financieros. En su nivel más básico, el fascismo es una dictadura establecida y mantenida por medio del terror físico y económico en nombre de las grandes empresas. Posee una base social, que proporciona el apoyo, pero a la que se la engaña de manera tal que la dictadura fascista actúa decisivamente contra los intereses de su propia base social. El nacionalismo extremo, la creación de enemigos imaginarios, y «chivos expiatorios» sumado al componente más decisivo que es una propaganda furiosa llena de odio que crea intencionalmente un miedo al futuro inmediato, mientras oculta su verdadera naturaleza e intenciones bajo  la demagogia hipócrita, son algunos de los elementos necesarios para su consumación.

Las élites empresariales sólo recurren al fascismo bajo algún tipo de gobierno democrático débil. A pesar de las diferencias nacionales que producen las principales formas de fascismo, la naturaleza de clase es consistente. La gran empresa, o sea los dueños del capital, es la mayor partidaria del fascismo- Pero saben que tiene sus riesgos. Porque aún cuando sean los mayores beneficiarios, estos grandes hombres de negocios estarán cediendo  parte de su propia libertad, pues no controlarán la propia dictadura, porque es una dictadura para «ellos», pero no de «ellos».

Las élites empresariales solo recurren al fascismo bajo determinadas condiciones, por ejemplo algún tipo de gobierno democrático bajo el cual los ciudadanos consientan la estructura de gobierno, es su forma preferida y mucho más sencilla de mantener. Que los van a retirar su consentimiento, o sea que empiecen a desafiar seriamente el status quo económico, es una crisis que puede provocar el fascismo. La incapacidad de seguir manteniendo los beneficios y privilegios económicos que pueda derivar en una crisis estructural, es otro motivo para acudir a actitudes fascistas.

Ningún movimiento fascista puede triunfar sin una base considerable convencida de que hay que detener a la izquierda populista a cualquier precio, y que la única manera que se produzca el místico retorno de la extrema derecha al pasado es que se imponga por la fuerza y que los que se opongan sean reprimidos por la fuerza.

La historia de Italia y otros países que cayeron en manos del Fascismo no son muy diferentes. A Mussolini también le dieron el poder. Era, crease o no, socialista hasta que empezó a recibir dinero de los fabricantes de armas y otros intereses empresariales. Aunque estuviera muy a la derecha, permitió que se hiciera propaganda variada, permitiendo que el fascismo pareciera lo que uno quisiera que fuese. Pero sus benefactores sabían bien lo que él y ellos querían. La Marcha sobre Roma no habría sido posible sin la financiación de los escuadrones fascistas por parte de los empresarios. (¿Quién hace los mayores aportes para la campaña electoral de Cambiemos?). Parte de la programática fascista coincide con la apuesta de máxima de la derecha argentina: prohibiciones de marchas de protestas, intervención de los sindicatos, prohibición de huelgas, intervención de Universidades, represión popular.

En todo el mundo, especialmente en Europa, el universo digital dio a los fascista y neonazis la protección del anonimato, el que con los años de práctica maduró el odio y unas pocas ideas básicas contra el «supuesto comunismo» y contra la ideología de género. Poco a poco esta catarsis llevó al rescate y reforzamiento de una ideología que se había preparado un siglo antes con la novedad de la Radio. De un estancamiento frustrante, pasaron a una salida gradual del closet, a través de opciones políticas de extrema derecha.

En Noviembre del año pasado, decenas de políticos de extrema derecha, se reunieron en la Ciudad de México en un evento llamado Conferencia Política de Acción Conservadora, en una internacional fascista. Habría que preguntarle a Javier Milei el por qué de su adhesión a esa internacional, que juntó a lo mas granado de la derecha mundial como, el chileno hijo de nazi, pinochetista acérrimo y empresario José Antonio Katz, el hijo del ex presidente de Brasil, Eduardo Bolsonaro, estratega de Donald Trump e instigador del asalto al Capitolio, el halcón norteamericano Steve Banon, el nieto del dictador Rafael Trujillo y hombre de negocios de EEUU con la fortuna de su abuelo, Ramfis Domínguez Trujillo; la hija del genocida guatemalteco ,Efraín Ríos Mont y una decena de oradores «distinguidos». Todos «caucásicos» y con preferencia de ojos azules. El primer orador fue Lech Walesa, ultraconservador católico, adalid de Juan Pablo II de quién heredó la «rusofobia» según el cual las minorías sexuales oprimen a los heterosexuales.

Pese al tan mentado patriotismo, las ideologías de derecha en América latina han sido importadas e impuestas desde arriba y desde afuera. Las culturas de los pueblos «nativos» siempre fueron más afines  a lo que en Occidente se llamó izquierda. México es un ejemplo inverso. Tanto que la Congresista mexicana de Texas, Mayra Flores afirma que» los mexicanos somos conservadores» (¡Perdón AMLO!). Y se refería al dogma anglosajón de la «empresa privada» por sobre el Estado y las corporaciones. Por eso las comunidades indígenas tanto de México y América Latina, debieron sufrir el despojo, a través de la imposición de la privatización de sus tierras y de sus vidas. Por eso en el «evento» antes mencionado, prevaleció la frase: «Estamos aquí defendiendo la libertad de América», como promoción. ¿Qué libertad? La libertad de las élites, apoyadas en parte por los de «abajo» gracias a los combos políticos que incluyen un poco de religión y un poco de «valores tradicionales», como la familia, el machismo y el odio hacia los de abajo. Es la misma lucha de los esclavistas del siglo XIX quienes repetían que expandían la esclavitud  para «luchar por la libertad y la civilización».

La diferencia significativa entre los actuales movimientos de extrema derecha y el fascismo clásico va mucho más allá que los diferentes contextos históricos. En la década de 1930, Benito Mussolini, Adolf Hitler y Francisco Franco prometían un futuro y se mostraban como una respuesta eficaz a la depresión económica en contra de las exhaustas democracias liberales, que encarnaban los vestigios de un orden político en ruinas. por supuesto, esta era una peligrosa ilusión. El esfuerzo de poner fin a la desocupación mediante el rearme, y la guerra condujo a la catástrofe que todos ya conocemos. No sucede lo mismo con sus «herederos». Las respuestas de Trump, Bolsonaro, Salvini, Le Pen ,Orban, Modi etc; consistieron simplemente en la negación, la  incomprensión, la ineficiencia y el punitivismo, Argentina incluida.

En el siglo XX el Fascismo era un proyecto de «regeneración de la nación», vista como una comunidad étnica y racial homogénea. Si este es el núcleo del fascismo actual, no sería erróneo definir los  movimientos de extrema derecha de nuestros días, como una copia del fascismo clásico, pero que exhibe nuevos mitos como defender de la invasión racial de los países periféricos, y profanación cultural que ello presupone.

El fascismo, contemplado desde una perspectiva histórica fue más que una forma de nacionalismo radical y una idea racista de Nación, también fue una práctica de violencia política, un anti izquierdismo militante y una completa destrucción de la democracia. En nuestro país, el fascismo por ahora se manifiesta en la virulencia de la oratoria de la oposición, aunque ya hubo prácticas afines con la represión indiscriminada a toda protesta social .

Lo más triste en defensa de la democracia es que las izquierdas no han sabido evolucionar lo suficiente como para constituirse como una alternativa posible

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