Por Rubén Pagliotto
No fue el día 2/2/2024 un viernes más en la vida de los argentinos. Al menos para mí no lo fue. Experimenté mientras sesionaba el Congreso de la Nación variopintas sensaciones, que oscilaron entre el sabor amargo de la decepción con bronca y el orgullo con momentos de emotividad indisimulable.
Se discutía y sometía a votación en general ese mamotreto (extra legislativo) facturado por “vivillos” y expertos que tributan para las grandes corporaciones que representan al capital concentrado. Pero no sólo eso, sino que entre los peores y más peligrosos esperpentos normativos de la llamada ley ómnibus, están escritas leyes que pretenden consolidar un descomunal e innecesario estado policial para abortar derechos humanos básicos del pueblo, como lo son el derecho a peticionar y a manifestar el descontento marchando o congregándose en un punto del lugar de protesta.
En algunos momentos en que las fuerzas policiales y de seguridad federales accionaban contra los manifestantes que hacían sentir su descontento pacíficamente, sentí un déjá vu de momentos trágicos y muy dolorosos de la historia argentina. Por instantes recordaba aquellos brillantes discursos que dirigentes políticos que integraban la multipartidaria, pronunciaban contra la dictadura cívico-militar instaurada desde el 24/03/1976 y sentía gotas de transpiración recorriendo toda la geografía de mi cuerpo en clave de escalofrío, a pesar de las altas temperaturas, que hacían sentir un calor insoportable.
No podía creer, lo confieso, cuando escuchaba algunos discursos vergonzantes en el recinto, que pretendían expiar culpas y mala conciencia con el latiguillo berreta y de escasísimo coturno intelectual de que “a pesar de no coincidir con muchas de las normas que contiene este proyecto, sin embargo, con el fin de ayudar al presidente que lleva menos de cincuenta días de gestión y en definitiva al país que mayoritariamente lo eligió, votaremos en general este proyecto y bla, bla, bla…”. En el fondo, al menos muchos de mis correligionarios, otra vez embaucados y obligados a hacer seguidismo del PRO, esta vez personificado en Mauricio Macri, el presidente fracasado, se vieron en la incómoda situación de tener que dejar al costado convicciones del ideario fundacional de la UCR en nombre de genéricas y muchas veces inexistentes razones de Estado y levantar la mano en apoyo general de este paquete de medidas con el que se pretende destrozar todo vestigio de estado de bienestar y de estado presente.
Que legisladores del PRO y algunas otras expresiones de centro derecha voten esta ensalada de leyes, vaya y pase. Desde ya que los diputados y diputadas de LLA apoyarán férreamente todo proyecto que provenga del PE. Ahora, que legisladores de la UCR, incluso los más entusiasmados con el partido vecinal de CABA (PRO) y por momentos seducidos con muchas de las leyes del vagón legislativo levanten la mano en favor de la aprobación de este desarbolado y reaccionario proyecto, no se entiende de ninguna manera, sino que enoja y convoca a una profunda y necesaria reflexión: ¿votarla en general a la llamada ley ómnibus es consecuente con la doctrina de la UCR? ¿La forma y el fondo del DNU y de la llamada Ley Ómnibus tienen alguna compatibilidad ideológica y metodológica con el partido de Alem e Yrigoyen y con las concretas formas en que gobernaron Arturo Illia y Raúl Alfonsín? ¿Es tolerable que un desquiciado y bipolar, recién llegado a la política como el paleolibertario Javier Milei, trate gratuitamente de coimeros en forma genérica a todos los legisladores que manifiestan su disconformidad con la ley en general o en particular? ¿Es propio de un presidente y tolerable por los legisladores y gobernadores de las provincias, que extorsione con medidas que desfinanciarían aún más a los estados provinciales, si no es votada la mega ley enviada por Milei al Congreso de la Nación?
Creo, más bien estoy seguro, que las respuestas se imponen sin mucho esfuerzo y en sentido negativo a todo aquello que resulte desfavorable al pueblo, o viceversa, cuando acontece lo contrario. Este nuevo presidente debe entender, definitivamente, que vivimos dentro de un Estado Constitucional de Derecho, propio de una República libre, con división de poderes y un necesario como sano juego de frenos y contrapesos entre ellos.
De otra parte, las medidas económicas alentadas por este paquete de leyes, no es sino un clásico plan de ajuste ortodoxo, cuyos deletéreos resultados ya hemos conocido y sufrido todos los argentinos.
Es impensable, más bien un delirio irresponsable, proponer un plan de ajuste de este tenor, sin un plan paralelo de desarrollo e inversión. Sin ellos, como siempre, las variables de ajuste serán el salario y los precios de la canasta básica de la economía, atravesada por una inflación del orden del 25% mensual, con un tipo de cambio alto (una moneda doméstica sin valor ninguno) y todas las esperanzas puestas en un modelo agroexportador extractivista y reprimarizador, sufriendo cada vez más las consecuencias del deterioro de los términos de intercambio y un recurrente estrangulamiento del sector externo como país subdesarrollado.
En definitiva, el “proyecto de país” de Milei es en sí mismo un enorme y ridículo oxímoron, puesto que sus seguidores recitan y vociferan libertad hasta el empalagamiento, pero a la par militarizan CABA convirtiéndola en un estado policial y violento con el objetivo malsano de provocar miedo en la población. La libertad económica no es libertad para morirse de hambre y para que el más grande se degluta a los pequeños, en una deleznable práctica de Darwinismo Social.
El Estado y la sociedad no pueden sostenerse con una lógica primaria y teorética de mercado, sino que el Estado debe estar presente para asegurar derechos que no provee la iniciativa privada y para evitar abusos de poder de las corporaciones y los monopolios.
En el proyecto de país de Milei, único en la faz de la tierra e impracticable, sobran por lo menos 20 millones de argentinos y argentinas. En ningún país del mundo existe un presidente libertario, ni siquiera en esos a lo que Milei y sus adeptos, suelen apelar como ejemplos, sino todo lo contrario.
Milei juega con todos nosotros como si fuésemos conejillos de laboratorio y lo grave e inexcusable es, que algunos dirigentes del campo nacional y popular – ganados por un anti kirchnerismo desmadrado e insano o un gorilismo demodé y ridículo- le hagan el aguante y le den crédito a despecho de las mayorías populares.
Entiendo, claro que sí, que muchos estemos muy enojados por la altisima corrupción Kirchnerista, que fue realmente enorme y sin límites; que millones estén decepcionados desde De la Rúa hasta la fecha con la UCR y ni qué hablar con el cretino y procaz de Mauricio Macri, cuyo gobierno no fue precisamente modelo de nada, pero tampoco “es la pavada”, como hoy dicen los pibes.
Milei nos propone como modelo un delirio impracticable, que sólo traerá ventajas y suculentos beneficios para determinados sectores y un puñado de personajes que no son Mandela ni la Madre Teresa de Calcuta, precisamente. Y para muestra basta un botón: un trader como Luis “Toto” Caputo, que endeudó al país en cerca de 50.000 millones de dólares, para que luego un par de amigos fuguen esas divisas con destinos inciertos y desconocidos, no puede ser el ministro de economía. Ni siquiera sería un consultor económico en un gobierno serio´, que se precie de progresista y empático con la gente de a pie.
Los radicales, sin importarnos si coincidimos en estas horas con peronistas de distinto pelaje, pues ello no nos hace iguales ni nos mezcla ni confunde, debemos hacer una oposición clara y contundente, abandonando esos discursos anodinos y confusos, timoratos y mediocres. Debemos asumir responsable y republicanamente el rol de opositores para el que fuimos ungidos por el voto popular.
Nunca está de más recordarnos los radicales, que nuestro partido nació hace 132 años para ser la corriente histórica de la emancipación del pueblo argentino, de la auténtica realización de su vida plena en el cultivo de sus bienes morales y en la profesión de fe en los granes ideales surgidos de su entraña.
No quiero concluir estas líneas sin destacar el brillante, encomiable y valiente papel de los Diputados Nacionales Facundo Manes y Pablo Juliano o de connotados dirigentes marchando y manifestando el repudio a este paquete de leyes, como Federico Storani, Miguel Ponce, Enrique Illia, por nombrar sólo algunos entre muchos, quienes hicieron alto honor a la frase de Moisés Lebensohn: “doctrina para que nos entiendan, conducta para que nos crean”.
tarmin
lo felicito por expresar tan bien lo que siento como radical desde mi infancia en el 83, con una pequeña corrección, nuestro benemérito presidente no es un bipolar, si no un psicótico esquizo-paranoide, o por lo menos es lo que me han comentado varios psicólogos de mi entorno.
Ex
Paglioto, sos abogado. Al Radicalismo lo terminaron colegas tuyos Sanz, Negri etc., y varios más en Gualeguaychú. Traicionaron todo, en pos de seguir ellos prendidos de la casta, o teta política. No me digas que Deloredo es Radical, o el actual presidente. Termino, se fue, ni está, no e jste. Son Conservadores al servicio del PRO Macri y las corporaciones. Y no te olvides que el cordobés, fayuto, Deloredo es el yerno de Aguad. Que vas a esperar.
Ex
Paglioto, sos abogado. Al Radicalismo lo terminaron colegas tuyos Sanz, Negri etc., y varios más en Gualeguaychú. Traicionaron todo, en los de seguir ellos prendidos de la casta, o teta política. No me digas que Deloredo es Radical, o el actual presidente. Termino, se fue, ni está, no e jste. Son Conservadores al servicio del PRO Macri y las corporaciones. Y no te olvides que en cordobés, fsyuyo, Deloredo es el yerno de Aguad. Que vas a esperar.