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La periodista Griselda Blanco fue asesinada en Curuzú Cuatiá, una ciudad de la provincia de Corrientes, en el noroeste de Argentina. Blanco, que tenía 45 años y trabajaba como cronista radial y reportera independiente, fue golpeada y estrangulada. La policía halló el cuerpo en su casa y primeramente trató de imputarle el delito a su expareja, aunque los familiares han denunciado que la mataron porque era periodista “Ella decía verdades que nadie se animaba a decir”, escribió su hijo Lautaro Cesani en redes sociales. “La querían ver callada y no pudieron”.
La denuncia de que el asesinato de Griselda Blanco pudiese haber sido motivado por su profesión ha conmocionado al país. Argentina, cuya dictadura desapareció a casi dos centenares de periodistas entre 1976 y 1983, apenas ha vivido crímenes contra la prensa desde el retorno de la democracia. El único antecedente es el asesinato del fotógrafo José Luis Cabezas, en enero de 1997. Ese verano, Cabezas había sacado la única fotografía hasta el momento del empresario Alfredo Yabrán, uno de los empresarios más poderosos del país vinculado entonces a las corruptelas del poder. Yabrán se suicidó un año después, prófugo de la justicia y como principal sospechoso de ordenar el crimen. El reclamo de justicia por Cabezas aún es la gran bandera por la libertad de expresión en el país.
Griselda Blanco tenía su propia batalla contra el poder. En una página de Facebook, con unos 5.000 seguidores, solía reportar sobre delitos en su ciudad natal (de 45.000 habitantes, a 300 kilómetros de la capital provincial de Corrientes), y los abusos de poder de la policía. En las últimas semanas, había denunciado un supuesto caso de negligencia médica: la muerte de una mujer llamada Débora Serrano, que falleció en un hospital público y cuyo caso también investiga la justicia provincial. “Ella recibía amenazas permanentemente, pretendían obligarla a mencionar la fuente”, contó a la agencia Télam la abogada Silvia Casarrubia, que asesora a los hijos de Blanco y relató este lunes que la periodista le había pedido que los contacte en caso de que le pasara algo.
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Mientras tanto un medio correntino, 1588, denuncia en su edición del 3 de julio que:
No avanza la investigación del crimen de la comunicadora Griselda Blanco, ocurrido en Curuzú Cuatiá. Y cada vez que se tira un poco de la cuerda, los caminos conducen no solo al único detenido acusado de haberla matado, Dario Alfredo Holzweissig, sino a los posibles autores intelectuales del asesinato: policías de alto rango.
Aunque ahora el dato que más preocupa, es que se perdieron algunas pruebas fundamentales de la investigación. El homicidio tiene aristas de una ejecución premeditada. Holzweissig hasta el día de hoy, no declaró. Las averiguaciones preliminares de la policía de la provincia, antes que intervenga la Federal, buscaron ligar todo a un crimen pasional, para retirarlo de un posible ataque a la libertad de prensa.
En realidad, las sospechas firmes consideran que fue lo que sucedió. Mataron a Griselda Blanco para hacerla callar. Ni más, ni menos. Mañana martes el caso se traslada hacia Buenos Aires. En una conferencia de prensa de la que participarán la familia y la abogada en Salón Blanco de la Cámara de Diputados de la Nación, convocadas por Periodistas Argentinas, se puede empezar a escribir otro capítulo. En Corrientes los periodistas parece que se olvidaron que el pasado 20 de mayo, liquidaron a una colega, a una mujer, que por contar verdades, perdió la vida.