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Nota escrita por: Ricardo Monetta
jueves 5 de septiembre de 2024
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Venezuela: El verdadero rostro de la farsa electoral

En el intrincado escenario geopolítico electoral, pocos casos son tan ilustrativos de la dualidad y la hipocresía del sistema occidental como la injerencia de EE. UU. en la República Bolivariana de Venezuela. La narrativa oficial del imperio yanqui proclama una preocupación por la democracia y los derechos humanos. Sin embargo, una observación detallada revela que, detrás de este discurso malintencionado, se esconden grandes intereses geopolíticos y económicos, centrados en los vastos recursos energéticos y minerales que subyacen en el suelo venezolano, donde el petróleo juega un papel determinante en la acción de las políticas exteriores de las grandes potencias. Dicho esto, va de suyo que, en estas circunstancias, se apela a métodos legales e ilegales para alinear la política exterior de esos países con los intereses de las élites dominantes.
Edmundo González Urrutia, candidato a presidente por el antichavismo en sus años mozos, cuando era un agente de la CIA

Precisamente, las últimas elecciones en Venezuela tuvieron todos los matices para confundir a la opinión pública mundial, dominada por la hegemonía comunicacional de los países imperiales. Luego de una discusión profusa sobre la publicación o no de las actas electorales, surgió información inédita que demuestra la falsedad en la construcción de los candidatos. Esto comenzó con la insólita proclamación de un «candidato» a presidente, Juan Guaidó, elegido por la oposición en una improvisada acción política en una plaza pública, ungiéndolo como presidente «paralelo». Un absurdo total.

Pero por si esto fuera poco, las últimas elecciones en Venezuela fueron una inteligente pieza de «guerra electoral» en la que los medios de comunicación desempeñaron un rol fundamental. Si debiéramos creer a esos medios de «desinformación» continental, estas elecciones fueron una lucha maniquea entre el bien y el mal. Mientras se denominaba al candidato oficialista, Nicolás Maduro, se caracterizaba al candidato opositor, Edmundo González Urrutia, como un abuelo de tierna mirada piadosa, y a su sostén político, María Corina Machado, como una mujer de fuerte carácter.

Edmundo González Urrutia y su sostén político, María Corina Machado.

Sin embargo, la mentira no puede sostenerse en el tiempo sin ser descubierta en un mundo periodístico donde la verdad es un valor indiscutible. Esta verdad, cuando está en juego el destino de una nación, adquiere un carácter siniestro. Vayamos al grano:

El candidato opositor, Edmundo González Urrutia, fue y sigue siendo un agente encubierto de la CIA (Agencia Central de Inteligencia) de EE. UU., cuya fecha de ingreso data del 21 de enero de 1980, con el rango de oficial ejecutivo, como lo demuestra una fotografía que lo acredita como tal.

Su pasado es aún más siniestro: entre 1981 y 1983, González fue el número 2 de la Embajada de Venezuela en El Salvador. Dependía directamente del embajador Leopoldo Castillo, formado en la infame Escuela de las Américas.

González es el títere de María Corina Machado, la figura de facto y mujer fuerte de la oposición de extrema derecha. Los medios de comunicación ocultan que no se le permitió presentarse como candidata en las elecciones. Sencillamente, porque en 2002 firmó un decreto aprobando el golpe de Estado contra Hugo Chávez. Machado ha recibido abiertamente dinero de la NED, que es una rama de la CIA. Además, ha defendido abiertamente el bloqueo económico contra Venezuela y ha pedido, insólitamente, una intervención militar de EE. UU. e Israel en su país. En 2014, Machado encabezó una campaña de violentas protestas callejeras y bloqueos de carreteras por los «guarimbas», mercenarios provenientes de dentro y fuera del país, como Colombia, financiados por la CIA. En estos sucesos se atacaron hospitales, escuelas, universidades y centrales eléctricas. Machado, junto al autoproclamado presidente Juan Guaidó, operó para la privatización de empresas venezolanas en el exterior, lo que le significó al país una pérdida de US$ 34.000 millones.

Machado también participó en 2015, dos días después de las elecciones que ganó Chávez, en una reunión con George Bush y un asesor de Biden, para diseñar una estrategia a futuro. La conquista de Venezuela es una decisión de alta estrategia para EE. UU., ya que, en un mundo en guerra, el petróleo es la «sangre» que alimenta a los «dráculos» del imperio anglosajón.

Otro aspecto que se oculta para completar este siniestro cuadro de conspiración son los intentos de desestabilización desde el extranjero. Dos días antes de las elecciones, un comando armado intentó sabotear una importante central eléctrica. Si hubiese tenido éxito, siete provincias del este habrían quedado sin electricidad durante semanas, lo que habría impedido el voto electrónico en esas provincias, que, ¡oh casualidad!, son adherentes al chavismo. Así de lejos llega la conspiración, sin contar con el ciberataque masivo desde Colombia y EE. UU., que afectó a varias instituciones, entre ellas el Colegio Electoral, encargado del recuento de votos. No se vayan a creer que esta es la última operación de los «buitres» internacionales. No sería extraño una operación de «falsa bandera» en el límite con Guyana para un desembarco de los «marines». La propia historia lo confirma.

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