Venciendo el frío, los jóvenes compartieron la consigna de elaborar en grupos, mate de por medio, al menos dos inquietudes o interrogantes sobre el tema, discutiendo durante 20 minutos. Finalizado el tiempo, subían al gazebo y compartían la producción realizada. Las respuestas abrían nuevos intercambios, debates y nuevas preguntas, reflexiones y miradas. Es maravillosa la frescura y la profundidad de sus pensamientos, palabras y convicciones, en contraste con la corrupción que se adquiere en los ámbitos del poder. Fue una extraordinaria experiencia de aprendizaje colectivo.
Queda en mi conciencia que, únicamente con la solidaridad y la empatía, la recuperación de nuestra humanidad —efectiva, real, no declamada— podremos sostener a las personas vulnerables en el presente y construir un futuro con esperanzas. Ese futuro que hay que hacer: el futuro no se espera, se hace. En ese horizonte nuevo debe primar el respeto al pasado, la veneración de los ancianos y la realización de los jóvenes, sin gases, ni palos, ni tóxicos, sin corrupciones ni desigualdades, en un mundo límpido en el que todos quepan, en el que la felicidad, aunque módica y humilde, sea posible.
No es casual que sea en los jóvenes y en los adultos mayores la franja en la que hay más suicidios, cuando se apalea el pasado y se gasea el futuro. No llama la atención que quieran irse de una realidad inhabitable. Fugarse en las drogas, el alcohol, el delirio. Irse a otros países, ilusionados, decepcionados. Ese tiempo entre los 15 y los 24, donde se produce la mayor tasa de suicidios en nuestro país, es de sueños y proyectos. No se puede vivir sin sueños y proyectos. Algunos jóvenes ni siquiera pueden soñar y se quedan en el delito o el suicidio, en las depresiones. La depresión es la muerte del deseo. Sin proyecto no hay vida, y entre los 15 y los 24 las frustraciones abruman. No hay trabajos dignos para la mayoría, sino explotación y precarización laboral. Cada vez menos chicos pueden estudiar y realizarse. Con jubilaciones miserables y vaciamiento del presupuesto de las universidades, pasado y futuro aniquilados. La patria se suicida.
El futuro no viene, se hace. Tenemos que volver a hacer un futuro de esperanza, de realización de los jóvenes, de tranquilidad para los viejos, de una felicidad posible para todos. Solo así, con amor y empatía, nuestros chicos y nuestros mayores querrán quedarse.
(1) Actividad declarada de interés educativo por el Concejo Deliberante.